Creación de listas ordenadas en HTML

Una de las primeras técnicas que uno aprende cuando estudia HTML y que da lugar a un resultado vistoso es la creación de listas.

Existen tres tipos básicos de listas en HTML: ordenadas, no ordenadas y de definición. En el artículo de hoy explicaremos el modo de crear las primeras.

Una lista ordenada no es más que una en la que los distintos elementos (items) aparecen numerados secuencialmente.

Observad el siguiente ejemplo de lista ordenada para comprender exactamente de qué estamos hablando.

Su creación es sencilla, como veréis a continuación.

Lista ordenada se dice, en inglés, ordered list. Si memorizáis las iniciales de estas dos palabras tendréis la etiqueta HTML responsable de su creación: <ol>.

Con la correspondiente etiqueta de cierre, toda nuestra lista queda entre los pares de etiquetas:

<ol> ... </ol>

Escribimos los distintos elementos incluyéndolos también en un par de etiquetas características. En inglés, elemento de lista se dice list item. Volved a coger las iniciales de estas dos palabras y tendréis la etiqueta que envolverá cada item de la lista: <li>.

No debéis preocuparos por la numeración de cada elemento, aparecerá de modo automático.

Ya tenemos todo lo necesario para confeccionar la lista del ejemplo:

<ol>
  <li>Listas ordenadas (esta que estáis viendo)</li>
  <li>Listas no ordenadas</li>
  <li>Listas de definición</li>
</ol>

La indentación no es necesaria, pero ayuda a ver el esquema con claridad.

Practicadlo un par de veces y esta técnica será definitivamente vuestra.

Javier Montero


Creación de listas ordenadas en HTML


El texto de este artículo se encuentra sometido a una licencia Creative Commons del tipo CC-BY-NC-ND (reconocimiento, no comercial, sin obra derivada, 3.0 unported)


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MuseScore #9: Utilización de plantillas

Vamos a hacer un breve paréntesis en la introducción de notas en el pentagrama para hablar sobre las plantillas.

Cada vez que creamos un nuevo documento en MuseScore desde cero, se nos pregunta por una serie de elementos que definirán el diseño inicial de la partitura, como son:

– La leyenda (título, subtítulo, compositor, letrista e información de copyright)
– Los instrumentos que configurarán la partitura y su orden de colocación
– La armadura
– El tipo y cantidad de compases iniciales.

Probablemente trabajemos con frecuencia con configuraciones idénticas y puede resultar engorroso tener que volver a introducir toda la información cada vez que quiera trabajar con una nueva partitura.

Por ejemplo, si escribo arreglos para una banda compuesta por batería, bajo, piano, guitarra y voz, a excepción de la tonalidad y el compás y cierta parte de la leyenda, que suelen variar de pieza a pieza, la configuración instrumental será la misma siempre. ¿No podría saltarme el paso de tener que elegir y ordenar cada vez los mismos instrumentos?

Las plantillas surgen para atender esa necesidad. Una plantilla (template, en inglés) no es más que una partitura con cierto esqueleto preconfigurado que podemos utilizar como base de nuestro trabajo ahorrándonos procesos repetitivos.

Una forma rudimentaria de gestionar nuestras plantillas sería tenerlas almacenadas en alguna carpeta de nuestra elección. En mi caso, crearía un esqueleto de partitura en la que configuraría los instrumentos de mi banda. A continuación, guardaría el trabajo con un nombre que me indicase con claridad su configuración (por ejemplo: banda-completa.mscz).

Ahora, cada vez que fuera a generar una nueva partitura con esa configuración, en vez de repetir cada paso del asistente, me bastaría con abrir ese documento y empezar a trabajar con él directamente.

Esto tiene algunos inconvenientes y requiere de algunas precauciones elementales.

Para empezar, es importante cambiarle el nombre inmediatamente con «Guardar como». No queremos sobreescribir nuestra plantilla, pues se supone que deseamos utilizarla en más ocasiones. Por otro lado, hay que tener en cuenta que, por defecto, MuseScore guardará automáticamente el documento cada dos minutos.

Además, ¿qué hacemos si la tonalidad de la pieza o el compás son diferentes a los que figuran en la plantilla? Hay herramientas que, con pocas pulsaciones de ratón, nos permiten modificar esto (como veremos en otros artículos). Esto supone otro trabajo extra (además de que hay que saber cómo hacerlo).

MuseScore ofrece un modo más serio de trabajar con las plantillas.

Comenzamos, al igual que antes, creando los ficheros que contendrán los esqueletos que queremos utilizar como modelos, pero en vez de almacenarlos en cualquier carpeta lo hacemos en una particular que la aplicación utiliza para localizar las plantillas: la carpeta templates dentro del directorio de instalación de la aplicación.

En Windows, esta ubicación es, por defecto:

C:\Archivos de Programa\MuseScore\Templates\

Una vez instalada nuestra plantilla en esa carpeta, la forma de utilizarla es muy sencilla.

Comenzamos creando, como siempre, un archivo nuevo con «Archivo – Nuevo», pulsando Ctrl-N, o haciendo clic con el ratón sobre el icono representando una hoja en blanco. Nos aparecerá el asistente.

Observad la parte inferior. En vez de la opción por defecto, seleccionamos Crear nueva partitura desde una plantilla. Antes de que pulséis «Next», observad que podemos indicar aquí toda la leyenda que deseemos. Puede que ciertas partes ya las hayamos rellenado en la propia plantilla (como el copyright o el autor). Lo que nos falte lo podemos indicar ahora.

Una observación: si algún campo de la leyenda ya estaba cumplimentado en la plantilla y aquí volvemos a rellenarlo, nos encontraremos con un error de presentación en la que ambos estarán superpuestos. La solución sería sencilla, bastaría con seleccionar el incorrecto en la partitura y eliminarlo.

Pulsamos «Next» y nos aparece un nuevo cuadro en el que se despliegan todas las plantillas que posee la aplicación (las que trae por defecto más las que hemos agregado nosotros).

Elegimos la plantilla que deseemos utilizar y pulsamos «Next».

Observemos como el asistente se ha saltado la parte más tediosa de tener que seleccionar cada instrumento y directamente nos muestra el cuadro de elección de la armadura. La que indiquemos aquí tendrá prioridad ante la que haya configurada en la plantilla.

Finalmente, si pulsamos «Next», aparece, como era de esperar, el cuadro que nos permite configurar las indicaciones de compás de la pieza.

Pulsamos «Terminar» y listos: aparece en pantalla la partitura con el esqueleto que le habíamos configurado, más toda la información adicional que hemos facilitado. No es necesario modificar la armadura ni tocar el compás, pues ya lo hicimos en el asistente. Y no hay peligro de que se sobreescriba la plantilla, pues el nuevo documento aparece «Sin título» hasta que le asignemos el nombre que deseemos.

Practicad con las plantillas y crearos las que vayáis a necesitar. No estaría mal, tampoco, que preparaseis alguna para prácticas sobre la que ejercitar las técnicas de edición que ilustraremos en las siguientes entregas.

Javier Montero


MuseScore #9: Utilización de plantillas


El texto de este artículo se encuentra sometido a una licencia Creative Commons del tipo CC-BY-NC-ND (reconocimiento, no comercial, sin obra derivada, 3.0 unported)


El Club del Autodidacta

Nivel de los contenidos

Cada vez que decido escribir un nuevo artículo me pregunto por el tipo de lector al que será destinado.

Cuando comencé con el blog pretendía escribir material básico que gradualmente fuera aumentando de complejidad, de modo que cualquiera que leyera las series desde el comienzo pudiera estar siempre subido al carro.

Voy a mantener algunas de las series actuales que surgieron de esa idea, como la dedicada al programa de notación musical MuseScore, pero voy a darle un enfoque distinto al blog.

Muchas veces me encuentro con temáticas sobre las que me gustaría escribir, pero me abstengo de hacerlo porque aún hay contenidos previos que no han sido tratados.

La «chispa» que me empuja a escribir puede ser una idea, un pensamiento, o algo que me ha sucedido a lo largo del día. Contener ese deseo daña mi creatividad y motivación.

Voy a introducir, a partir de ahora, contenidos de diverso nivel, alternando materias básicas con otras más avanzadas, sin necesidad de que respondan a una evolución temática.

Invito a todo el mundo a hacerme llegar dudas, lagunas conceptuales, que dificulten el seguimiento de algún artículo. Las tendré en cuenta a la hora de escribir futuros contenidos.

Javier Montero

Extendiendo acordes a través de triadas simples

Voy a hablaros de una técnica interesante que puede ayudaros cuando necesitéis acompañar en una banda armonías que empleen acordes extendidos más allá de la quinta. Hoy describiremos una forma elegante de generar cuatriadas empleando triadas básicas.

El concepto es sencillo y se ilustra con un simple ejemplo:

Supongamos que el bajista nos deja sobreentendida la nota Do y la guitarra dibuja una triada de Mi menor. ¿Qué acorde está flotando en realidad?

Veámoslo:

Nuestro Mi menor se compone de las notas MI – SOL – SI. Si a esto le superponemos un DO como fundamental, obtenemos:

DO – MI – SOL – SI, notas que conforman el acorde Do séptima mayor, C7M, o Cmaj7.

Con una sencilla triada estoy acompañado sobre un acorde complejo de cuatro notas.

Vamos a estudiar esto sistemáticamente. Sobreentendamos, para mayor sencillez, un DO como fundamental y observemos que acordes se forman al construir los cuatro tipos de triadas básicas desde la tercera mayor y la tercera menor.

Comencemos por la tercera mayor, Mi, y construyamos sobre esa nota las triadas mayor, menor, disminuida y aumentada.

La triada mayor sobre Mi, Mi mayor, está constituida por una tercera mayor y, sobre ella, otra menor. Es decir:

E – G# – B (voy a emplear la notación anglosajona por comodidad)

con lo cual nuestro acorde es:

C – E – G# – B

que, descrito por sus grados es:

1 – 3 – #5 – 7

Es decir, Do séptima mayor con la quinta aumentada: C7M(#5).

La triada menor de Mi, Mi menor, se compone de una tercera menor sobre la que se apoya otra mayor, es decir, de las notas:

E – G – B

que, añadiendo la fundamental, definen el acorde

C – E – G – B, es decir, 1 – 3 – 5 – 7

y el acorde es un Do séptima mayor: C7M

La triada disminuida se crea a partir de dos terceras menores. Sobre Mi: E – G – Bb

Y el acorde resulta: C – E – G – Bb; 1 – 3 – 5 – b7, el acorde de Do séptima: C7.

Finalmente, la triada aumentada se compone de dos terceras mayores superpuestas. Sobre Mi: E – G# – B# (enarmónica de Do).

C – E – G# – C, 1 – 3 – 5 – 1, que no es más que C+, la triada aumentada de Do. Nótese que C+ tiene las mismas notas que E+ y G#+, pues se trata de acordes cíclicos (tres terceras mayores conforman una octava). No obtenemos ninguna cuatriada, por lo tanto, con esta última opción.

Repitamos el proceso completo, pero esta vez sobre la tercera menor, y descubramos qué acordes nos aparecen.

Una triada mayor sobre Mi bemol es: Eb – G – Bb.

C – Eb – G – Bb; 1 – b3 – 5 – b7: Do menor séptima: Cm7

Una triada menor sobre Mi bemol es: Eb – Gb – Bb

C – Eb – Gb – Bb: 1 – b3 – b5 – b7: Do menor séptima con quinta disminuida, Cm7(b5), también conocido como Do semidisminuido.

Una triada disminuida sobre Mi bemol es: Eb – Gb – Bbb (enarmónico de La)

C – Eb – Gb – Bbb: 1 – b3 – b5 – bb7=6: Do séptima disminuido, o simplemente, Do disminuido: Cdim7, .

Nótese que es un acorde cíclico (cuatro terceras menores hacen una octava): , Ebº, Gbº y se componen de las mismas notas.

Finalmente, una triada aumentada sobre Mi bemol es: Eb – G – B

C – Eb – G – B; 1 – b3 – 5 – 7: Do menor con séptima mayor: Cm(7M).

Vamos a resumir todo lo descubierto:

Podemos generar cuatriadas superponiendo triadas a la tercera mayor o tercera menor sobre la fundamental sobreentendida:

Sobre la tercera mayor:

  • Triada mayor: 7M(#5)
  • Triada menor: 7M
  • Triada disminuida: 7

Sobre la tercera menor:

  • Triada mayor: m7
  • Triada menor: m7(b5)
  • Triada disminuida: º
  • Triada aumentada: m(7M)

¡Tenemos las siete cuatriadas al alcance de tres notas!

El modo de aplicación es sencillo. Supongamos que tenemos que tocar el acorde Sol séptima mayor, G7M. ¿Qué triada elegiríamos?

Es un acorde mayor, luego se construye sobre la tercera mayor, que está a dos tonos de Sol. Es decir, Si.

Mirando la tabla, al acorde 7M le corresponde una triada menor.

Por lo tanto, si el bajista nos da la nota Sol, si hacemos la triada menor sobre Si, es decir, Si menor (Bm) completaríamos el acorde buscado.

Otro ejemplo. Necesito el acorde Em(7M). ¿Qué triada elegiría?

La tercera menor de E es G. Mirando la tabla, el acorde buscado es la triada aumentada de G, G+.

Dominar esto requiere un poco de práctica para hacer las transformaciones con agilidad. Merece la pena: es una forma sencilla, pero muy elegante de acompañar.

Javier Montero


Extendiendo acordes a través de triadas simples


¿Has comprendido perfectamente lo explicado aquí? ¿Tienes alguna laguna conceptual que te impida entenderlo? Plantea tu duda; quizás sea la base de un nuevo artículo.

Python – Capítulo 21: Concatenación de listas

En ocasiones necesitaremos combinar varias listas en una única, proceso que denominamos concatenación. La forma de realizar esto en Python es muy simple: podemos concatenar usando el operador de adición o a través del metodo extend().

Abrimos IDLE o el intérprete interactivo y comenzamos creando un par de listas de ejemplo:

>>> lista1 = ['casa', 5, 'manzana']
>>> lista2 = ['lunes', 'martes']

He elegido lista1 a propósito para recordaros que una lista puede estar compuesta por elementos de diferentes tipos.

Podemos sumar ambas listas para obtener una nueva con el contenido de ambas:

>>> lista3 = lista1 + lista2

>>> lista3
['casa', 5, 'manzana', 'lunes', 'martes']

Esta es la forma más básica de proceder. Si hubiésemos querido que lista1 se hubiese extendido con el contenido de lista2, podríamos haber ejecutado esto:

>>> lista1 = lista1 + lista2
>>> lista1
['casa', 5, 'manzana', 'lunes', 'martes']

Esto último lo podríamos haber logrado aplicando el método extend() sobre lista1.

Comencemos restableciendo lista1 a su valor inicial:

>>> lista1 = ['casa', 5, 'manzana']

Extendámosla ahora con el contenido de lista2:

>>> lista1.extend(lista2)
>>> lista1
['casa', 5, 'manzana', 'lunes', 'martes']

obteniendo el mismo resultado que con la suma anterior.

La lista del método extend() la podemos facilitar implícita o explícitamente. Volvamos a extender lista1:

>>> lista1.extend(['parchís', 'oca'])
>>> lista1
['casa', 5, 'manzana', 'lunes', 'martes', 'parchís', 'oca']

Observad como, en vez de facilitar el nombre de la lista al método, indico directamente su definición.

Para concluir la sesión, quiero que prestéis atención a la diferencia entre el método append(), que tratamos en el capítulo 19, y el método extend().

Restablezcamos lista1 a su valor inicial:

>>> lista1 = ['casa', 5, 'manzana']
>>> lista1.append(lista2)

Veamos qué ha sucedido:

>>> lista1
['casa', 5, 'manzana', ['lunes', 'martes']]

El resultado es completamente diferente: las listas no se han concatenado, sino que se ha añadido un nuevo elemento al final de lista1. Ese elemento es lista2.

Esto ilustra algo muy importante: no sólo los elementos de una lista pueden ser de tipos diferentes, sino que, además, pueden tratarse de listas en sí mismas. Es decir, es legítimo tener listas cuyos elementos individuales sean listas.

Listas dentro de listas… Se me ocurren decenas de aplicaciones interesantes.

Javier Montero


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/10/python-capitulo-21-concatenacion-de-listas/


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Productividad aleatoria

Objetivo: presentar una técnica de productividad que evita la pérdida de tiempo de tener que elegir una tarea entre un conjunto.

Bajo este extraño título se esconde una técnica de productividad poco ortodoxa, pero que sin duda, en su forma más simple, todo el mundo habrá puesto en práctica alguna vez: dejar que el azar decida la siguiente tarea a realizar.

Cuando hablamos de técnicas de productividad es importante que no perdamos de vista lo que verdaderamente hace que una técnica sea, en un momento dado, mejor que otra: el resultado que obtenemos con ella.

Cuando no conseguimos los resultados esperados o vemos que ya no son los que obteníamos anteriormente, tal vez debamos considerar la posibilidad de cambiar.

Esto no significa que el método antiguo sea malo; simplemente, ya no funciona. Puede tratarse de una situación temporal en la que nuestra productividad se encuentre bloqueada y necesite aire fresco en forma de una nueva técnica.

Uno de los momentos críticos, y el eslabón débil en el que muchos sistemas de productividad sucumben, es el proceso de toma de decisión de la siguiente tarea a realizar.

El método que voy a describir a continuación nos libera de la presión y de la tremenda pérdida de tiempo que supone a veces ese momento. Si eres de los indecisos que pasan más tiempo tratando de elegir qué hacer que actuando de verdad, esta técnica puede resultarte interesante.

Comencemos realizando una lista numerada con todas las tareas que queremos hacer. Me he permitido destacar la palabra «queremos» en negrita porque uno de los axiomas básicos de productividad consiste en alimentar el sistema con trabajos que realmente deseemos hacer. Detrás de toda tarea hay siempre un beneficio explícito o implícito que puede llegar a estar oculto, pero que es necesario descubrir. Si no se consigue, la tarea no debe aparecer en el listado.

Hay muchas herramientas para diseñar listas numeradas. Se puede hacer manualmente o con un ordenador. Esto último es preferible, pues la eliminación de cualquier elemento provocaría un reajuste automático de la numeración.

Se pueden crear listas numeradas en cualquier procesador de texto. Incluso un simple editor plano bastaría: una tarea por línea; el número asociado a ella es el número de línea.

Una vez realizada la lista numerada hay que dejar que una mano inocente elija una al azar.

Como generador de números aleatorios, te propongo, por ejemplo, random.org. O bien, puedes usar el widget que encontrarás en el pie de este blog, extraído de la misma web (uso números aleatorios con frecuencia y me gusta tener siempre estas herramientas a pie).

Su operatividad es simple: introduce el rango entre el cual se elegirá el número y pulsa el botón Generate. En el ejemplo, se trata de una lista con 37 tareas, resultando elegida la número 16.

Una vez sabes qué hacer, procede a actuar sin dilación y sin excusas. El destino ha elegido; ahora te toca a ti cumplir tu parte.

Si eres audaz puedes refinar el método añadiendo un peso específico a cada tarea, de modo que la probabilidad de ocurrencia sea proporcional a ese peso. Ese sería un modo correcto de gestionar diferentes prioridades.

En un editor de texto plano esto se implementa de un modo muy sencillo. Supongamos que hemos puesto a una tarea un peso de 3. En una línea escribimos la tarea y las dos siguientes las dejamos en blanco (no hace falta repetir el texto completo). Si, tras echar los dados, la afortunada es una tarea en blanco, basta con encontrar la inmediatamente superior con texto para saber cuál corresponde hacer.

Si notas que estas falto de motivación, que te cuesta elegir la tarea a realizar y tu productividad está atascada, prueba el método. Tal vez te sorprendan los resultados.

Quizás esa tarea tan poco apetecible y que siempre postergas (que con frecuencia es la verdaderamente importante), logres quitártela de encima simplemente por el mero hecho de que ha sido elegida al azar.

¡Que la suerte te acompañe!

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 22 de septiembre de 2012


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/11/productividad-aleatoria/


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mIRC – Capítulo 11: El comando whois – ¿quién hay detrás de un nombre?

Uno de los comandos más prácticos que tiene el IRC es /whois, que nos permite, con relativa fiabilidad, conocer información sobre la persona que hay detrás de un nick en particular.

¿Cómo sabemos que alguien es quien dice ser?

A no ser que estemos en alguna red como IRC-Hispano, que permite el registro de nicks, no podemos asegurar que la persona que se identifica con un determinado nick sea quien esperamos que sea. Aún así, si el nick no ha sido registrado, cualquier usuario podría estar ocupando ese nombre.

El comando /whois nos da información muy útil que puede ayudarnos a esclarecer quién hay detrás de un nombre.

Supongamos que acabamos de conectarnos a la red Undernet y queremos saber si nuestro amigo plutonio está conectado a la red.

Ejecutamos el comando

/whois plutonio

y obtenemos la siguiente respuesta:

Ha habido suerte y plutonio está conectado. No tenemos la certeza de que sea el plutonio que esperamos, pues cualquier usuario podría estar usando ese nick. No obstante, la información que nos ha facilitado el comando nos ayuda a que establezcamos nuestras propias conclusiones.

La primera línea nos dice quién es plutonio. A la izquierda de la «@» aparece un nombre: plutoniano. Al final, después del asterisco, otro: plutarco.

Esos dos datos los facilita el usuario al configurar su cliente IRC.

Fijémonos en como tiene la configuración plutonio y vamos a buscar en ella las palabras plutoniano y plutarco.

En el email encontramos plutoniano; en el campo nombre, plutarco.

Estos campos son opcionales. Si no los hubiésemos rellenado, aparecería, en lugar de plutoniano, el nombre indicado en el campo User ID, dentro de las opciones de Identd:

En el caso de plutonio, el nombre sería pluton, pero no aparece en la respuesta de /whois, pues tiene rellenos los campos opcionales «Name» y «Email».

Después de plutoniano y la «@», el comando /whois nos dice la dirección IP del usuario o su traducción a nombre DNS, que, en muchos casos, lleva explícita la propia dirección IP.

Observemos cómo cuadra la información devuelta por /whois con la realidad:

La segunda línea nos indica que plutonio está dentro del canal #planetapluton. Además, la «@» delante del nombre del canal apunta que es operator de él (administrador).

La tercera línea nos muestra la red IRC a la que se ha conectado plutonio, así como el servidor concreto en el que está. En el ejemplo, la red es Undernet y el servidor aparece enmascarado con un asterisco.

Toda esta información nos puede ayudar a inferir con mayor o menor riesgo si es el plutonio que creemos. Supongamos que unos días antes hemos estado chateando con él y hemos tenido la precaución de lanzar un /whois. Si hemos anotado el resultado y lo comparamos con el obtenido hoy, veremos que hay coincidencias en la primera línea. Normalmente, a excepción del nick, no solemos cambiar esos datos una vez configurado el cliente.

Pero, aún después de encontrarnos con coincidencias, no tendremos certeza absoluta, pues cualquier otro usuario de la red podría haber anotado esos mismos datos y reconfigurado su cliente para hacerse pasar por él.

Incluso, aunque la IP nos confirmara de que se trata de la misma máquina. ¿Cómo podríamos asegurar que no hay otra persona suplantando a plutonio en ese mismo ordenador?

Otra utilidad práctica de /whois es para identificar a un usuario que ha cambiado de nick. Si, tras lanzar el comando, obtenemos los mismos datos de configuración, buenas probabilidades hay de que se trate de la misma persona, pero con un nick diferente.

Cambiemos ahora de escenario y situémonos en una red como IRC-Hispano. Tal como explicamos en un capítulo anterior, esta red permite, opcionalmente, la protección de nicks mediante contraseña. Si plutonio tiene su nick registrado, será improbable que otra persona pueda suplantar su identidad.

Fijémonos en el mismo comando, pero estando esta vez situados en IRC-HIspano:

La respuesta es similar, con una particularidad importante: la red IRC-Hispano no devuelve la IP real, sino una virtual, protegiendo la identidad del usuario y ofreciéndole más seguridad ante determinados ataques contra su IP.

En el ejemplo vemos como plutonio está esta vez, en los canales #python, #madrid y #planetapluton. El orden en el que se muestran estos canales es el inverso al que siguió nuestro amigo para unirse a ellos.

La cuarta línea nos indica que plutonio está usando el modo [x]. Esto no es más que una confirmación de que su IP está protegida.

Si nuestro protagonista no hubiese estado conectado a la red, la respuesta a /whois habría sido:

Aunque, claro, podría ser que sí estuviera, pero con otro nick distinto.

Podemos lanzar un /whois contra nosotros mismos. En este caso recibiremos cierta información que no se mostrará a otros usuarios, como la IP real. Observemos la tercera línea:

Es esencial que os acostumbréis a usar /whois con frecuencia. No dudéis en anotar, si es preciso, la información que obtenéis al lanzarlo hacia usuarios con los que interactuéis. Es posible que esto os evite alguna que otra sorpresa.

Javier Montero


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/10/mirc-capitulo-11-el-comando-whois-quien-hay-detras-de-un-nombre/


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MuseScore #8: Introducción rápida de notas con el teclado del ordenador

Se puede llegar a ser muy rápido editando una partitura simplemente valiéndonos del ratón y reajustando los pequeños errores con las flechas del teclado. Pero existen técnicas que, cuando se dominan, nos permiten más agilidad aún. En el capítulo de hoy mostraremos una de ellas, basada en el uso completo del teclado para la introducción de notas.

Comencemos abriendo el fichero MuseScore-6.mscz. Lo guardamos (Archivo | Guardar como) con el nombre MuseScore-8.mscz, de modo que, por accidente, no afectemos al documento anterior.

Preparemos previamente el terreno agregando cuatro nuevos compases al final.

Para ello, en el menú Crear elegimos la opción Compases | Añadir Compases…, o bien pulsamos la combinación de teclas Ctrl-Shift-B.

Se nos abre el cuadro de diálogo Añadir Compases. Subimos el valor a cuatro y pulsamos el botón Ejecutar.

Esto provoca que se agreguen cuatro nuevos compases a continuación de los últimos.

Hacemos clic sobre el primero de ellos, en la parte correspondiente a la clave de Sol. Se rodeará de un marco azul, indicando que el compás está seleccionado. Esto nos permitirá agregar notas a partir de ese punto.

Pulsad ahora, sucesivamente, las teclas del 1 al 9 y prestad atención a lo que sucede en la barra de introducción de notas. En función del número que pulsamos seleccionamos una figura u otra, desde el 1, correspondiente a una semifusa, hasta el 7, una redonda. En el 8 y el 9 tenemos incluso las figuras obsoletas, cuadrada y longa, respectivamente.

Activemos el modo de introducción de notas pulsando la tecla N en el teclado. Podemos comprobar que el efecto de esto es el mismo que si hubiéramos pulsado con el ratón sobre el botón N de la barra de introducción de notas. El recuadro de selección azul cambia ahora por una barra del mismo color, el cursor que representa el punto donde se insertarán las notas.

Seleccionemos como figura la corchea pulsando la tecla 4.

Una vez elegido el punto donde escribiremos y la figura que emplearemos, estamos en condiciones de empezar a pintar en el pentagrama. Elegimos la altura de la nota pulsando la tecla cuya letra corresponde a la nota en notación anglosajona. Es decir:

La – A
Si – B
Do – C
Re – D
Mi – E
Fa – F
Sol – G

Pulsad la letra C para insertar un Do. Aparece una corchea sobre el tercer espacio.

Queremos que ese Do sea el central, por lo que hay que bajarlo una octava. Observad que la nota está seleccionada (siempre se selecciona la última nota que se introduce). Pulsamos Ctrl – Flecha abajo para hacerla descender una octava, tal como aprendimos en el capítulo anterior.

Vamos a hacer una melodía basada en terceras. Pulsad la tecla E para escribir un Mi. Observad como se representa el Mi más cercano a la nota anterior. Si quisiéramos un Mi diferente a ese, ajustaríamos la octava adecuada de modo semejante a como hicimos con la nota Do.

Pulsad las teclas DF para producir el siguiente par de terceras en Re y Fa. Completad, a continuación, todo el compás con EGFA.

Si en algún momento nos equivocamos en alguna entrada, podríamos pulsar Ctrl-Z para deshacer o, simplemente, pulsar las teclas flecha arriba o flecha abajo para reajustar la altura de la nota semitono a semitono.

El compás septimo lo llenaremos con un contratiempo, con dos silencios de negra en los tiempos 1 y 3, y dos negras, en intervalo de cuarta descendente, Do – Sol, en los tiempos 2 y 4.

Puesto que vamos a trabajar con una duración de negras, pulsamos la tecla 5 para que se seleccione la figura adecuada. Esto lo hacemos tanto si queremos introducir una nota como si vamos a escribir un silencio. Queremos introducir un silencio de negra en el tiempo 1 del compás.

Para escribir un silencio de la duración previamente seleccionada, pulsamos el número 0.

En el tiempo 2 queremos un Do. Como la duración es la correcta, basta con que pulsemos la tecla C. Queremos el Do sobre el tercer espacio, por lo que no es necesario reajustar la octava.

Volvemos a pulsar otra vez el número 0 para escribir un nuevo silencio de negra.

En el cuarto tiempo deseamos un Sol, por lo que pulsamos la tecla G. Pero, antes de hacerlo, ¿dónde creéis que aparecerá? ¿Por encima o por debajo del Do anterior?

El Sol más cercano está por debajo (a una cuarta). El Sol superior estaría a una distancia mayor (una quinta).

Las notas siempre aparecen de modo que el intervalo máximo sea de una cuarta, lo que garantiza que se representará siempre la nota más próxima. Para intervalos mayores será necesario reajustar la octava.

El octavo compás lo comenzamos con otro Sol idéntico al anterior. Para ello, podemos pulsar la tecla G, de nuevo, pero también podemos pulsar la tecla R, lo que provoca que se repita la última escritura anterior.

Continuamos con otra negra sobre el Do central. Observemos que se trata de un intervalo de quinta descendente, por lo que será necesario reajustar la octava. Pulsamos C y a continuación Ctrl – Flecha abajo.

Cerramos el compás con el resto de las notas del arpegio de Do mayor. Pulsamos EG.

Finalmente, en el último compás, cerramos con una redonda en Do.

Pulsamos la tecla 7 para elegir la duración de redonda. A continuación pulsamos C.

Y con eso terminamos el ejercicio de hoy. Salvad el trabajo. El resultado final debe ser semejante a este.

¿Tenéis curiosidad por oir lo hasta aquí escrito? Haced clic sobre el primer compás, para que se seleccione. Pulsad ahora la barra espaciadora. Nuestra escala mayor comenzará a reproducirse desde el comienzo.

Javier Montero


MuseScore #8: Introducción rápida de notas con el teclado del ordenador


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Bandejas de entrada antiestrés

Es fácil asociar el perfil de una persona productiva con el de alguien continuamente en movimiento, realizando una tarea tras otra sin un respiro, permanentemente al teléfono y tomando decisiones a diestra y siniestra, a veces con poca o ninguna reflexión. Resulta fácil imaginarnos a alguien estresado.

Pero no existe productividad cuando hay estrés. No me refiero al estrés ocasional y moderado, que puede resultar incluso beneficioso, sino al crónico y pernicioso, consecuencia de unos hábitos de pensamiento inadecuados al manejar las situaciones diarias.

Al igual que sucede con el motor de un coche permanentemente alto de revoluciones, es sólo cuestión de tiempo que nuestra maquinaria se gripe y deje de funcionar.

La productividad está ligada a los conceptos de eficacia y eficiencia: ser resolutivo y conseguir objetivos, pero con el mínimo consumo de recursos. El estrés es un buen indicador del agotamiento de estos últimos.

Una de las fuentes de estrés es el bombardeo continuo de requerimientos de diversa índole y que no podemos gestionar en ese momento. Puede tratarse de tareas nuevas que hacen su aparición o el recuerdo de otras aún pendientes. Puede ser una cuestión trascendental o una simpleza, pero nos esforzamos por retener todos estos requerimientos en nuestra memoria, lo que es equivalente a llevar una pesada carga sobre nuestra espalda.

Con frecuencia abandonamos lo que tenemos entre manos para reevocar esas tareas pendientes y asegurarnos de que no las olvidaremos. Puede que incluso nuestro estado de ánimo se oscurezca imaginándonos lo que sucedería si no pudiéramos llevarlas a cabo con éxito en el tiempo previsto.

Esto suele traducirse en falta de concentración, ansiedad y en la aparición de estrés.

Uno de los principios en los que destaca el alto rendimiento libre de estrés consiste en el uso de almacenes temporales y fiables en los que podamos almacenar todos estos inputs sin necesidad de ir cargando con ellos.

Esos almacenes, que podemos denominar bandejas de entrada, pueden ser de índole diversa dependiendo de la naturaleza del requerimiento. Nuestra primera misión ha de consistir en hacer un cuidadoso inventario de todas las que utilizaremos.

Recibimos inputs durante el día con frecuencia en el momento más inesperado. En mitad de una tarea nos interrumpe una llamada, un correo, un documento en papel, o un simple recuerdo de algo que no debemos olvidar.

La clave consiste en interceptar esos requerimientos inmediatamente, tal como aparecen, y almacenarlos temporalmente en esas bandejas de entrada para su posterior procesamiento.

La cuestión es liberar nuestra memoria de toda la gestión de asuntos pendientes.

Ejemplos de bandejas de entrada pueden ser:

  • La bandeja de entrada del correo electrónico para todo el correo que llega.
  • Un software de gestión de listas con una en particular configurada para anotar cualquier asunto entrante.
  • Un pequeño cuaderno (muy útil si no disponemos de un ordenador en ese momento).
  • Un espacio en nuestra mesa sobre el que apilar cualquier documento físico entrante.

No hay que dejar escapar NADA. Si lo hacemos el método perderá su eficacia.

Es muy importante el concepto de temporalidad asociado a cualquier bandeja de entrada. Se trata de almacenes transitorios: una a una, y en el momento oportuno, cada una de estas bandejas será procesada sistemáticamente. Es lo que los expertos en productividad denominan «dejar a cero la bandeja de entrada».

En otros artículos hablaremos de cómor realizar ese procesamiento sistemático. Por ahora es suficiente con que identifiquemos cuáles van a ser nuestras bandejas de entradas fiables y empecemos a practicar el gesto de volcar en ellas cada requerimiento que se cruce en nuestro camino, sea externo o interno. Es el primer paso hacia la alta productividad sin estrés.

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 6 de octubre de 2012


Bandejas de entrada antiestrés


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XXIII Carrera Nocturna del Guadalquivir

Si un evento deportivo ha contribuido de manera decisiva a que correr sea mi actividad deportiva favorita, no ha sido otro sino la carrera nocturna que cada año se celebra en Sevilla.

Cuando se celebró el año pasado, aún no sabía lo que era ser capaz de aguantar corriendo más de diez minutos. Imaginarme a 20.000 personas recorriendo 12 Km, distancia que, por entonces, me parecía sobrehumana, instaló en mi mente una visión poderosa que ha desembocado en la pasión que hoy siento por este deporte.

Muchos conocidos estuvieron en aquella carrera: amigos, compañeros del trabajo. Hasta Vitor, el batería de mi grupo musical, se dejó la piel ahí aquel día.

A esa imagen poderosa se le añadiría, poco después, la visualización mental de la San Silvestre vallecana, que se celebra el último día del año en Madrid.

Con todo este arsenal de objetivos motivadores en mi mente, a mediados de febrero completé mi primera carrera popular en Sevilla, superando una distancia de 10 Km. A razón de una cada dos semanas, iría añadiendo otras tantas hasta prácticamente iniciado el verano.

El 31 de julio me lesioné después de completar un entrenamiento de 21 Km. Tras un mes completamente en el dique seco, fui retomando gradualmente la práctica, pero empezando absolutamente de cero.

Comencé corriendo tres minutos. A la semana los subí a 5 y poco a poco fui incrementando el tiempo. Justo hace una semana mis entrenamientos eran ya de 15 minutos.

Y ese era el dilema entonces: en esa situación, ¿debía correr los doce kilómetros de la nocturna del día 30?

En un principio, con mucho dolor en el alma y no tanto en el pie, descarté mi participación, aunque ya me había ocupado de inscribirme por lo que pudiera suceder.

El miércoles pasado, al ir al gimnasio a entrenar, mis pies, gobernados por el subconsciente, me llevaron hasta el estadio olímpico, sin que pudiera hacer nada por detenerlos. Allí recogí el dorsal.

Ese mismo día realicé un último entrenamiento de veinte minutos.

La decisión estaba tomada: participaría en la Nocturna del Guadalquivir. Pero no arriesgaría más que lo necesario para poder completar los 12 Km. Rodaría muy lento, a una velocidad de 8 Km/h, lo que me llevaría, aproximadamente hora y media corriendo.

Unas horas antes del comienzo, sentí miedo. No eran nervios, sino miedo de romperme. Pero la suerte estaba echada y no había opción posible.

A las ocho de la tarde recibo una llamada de José Luis, uno de los compañeros del foro de atletismo, que ya había llegado de Huelva y estaba ansioso esperando en la entrada. Quedamos en vernos en un rato, lo que tardase en llegar andando desde mi casa.

Ya doblando por la escuela de ingenieros hacia el punto de encuentro me vuelve a llamar. Lo localizo con facilidad y nos dirigimos hacia la salida. Hemos llegado pronto y aún no hay demasiada gente (la salida será a las 22:05).

Es su primera popular y se nota que está nervioso. Trato de tranquilizarlo desde la experiencia de quien se siente ya algo veterano en estas lides. Le hablo del efecto dorsal y le garantizo que irá más rápido de lo que pensaba hacerlo.

La multitud atrás de nosotros ya es una inmensidad. Me llama Manoli, que viene de Dos Hermanas, para intentar quedar con nosotros. Pero ya es prácticamente imposible.

Arranco el GPS y, tras varios minutos localizando satélites, se vuelve a apagar. Me acordé de mi cuñado, que hace una semana en Madrid desconectó el equipo mientras cargaba porque le hacía falta para enchufar su portátil, diciéndome que la pantalla indicaba que la carga estaba completa.

Salimos 5 minutos después de la salida controlada (los que van a por marca y están acreditados a hacerlo).

José Luis se lanza buscando su carrera y ahí me despido de él.

No tengo ninguna referencia de velocidad más que mi propia sensación. Pero, en una carrera, donde otros muchos corren a tu lado, es algo difícil de determinar.

Tras siglos corriendo veo el globo del kilómetro tres. Me digo: «Paciencia, Javier, esto va a ser largo».

Pasamos los barrios de Triana y Los Remedios. La masa humana es increíble. Por muy lejos que trato de ver hacia adelante y atrás sólo veo gente y más gente apiñada.

Esto no se parece a nada de lo anteriormente experimentado. Es impresionante.

A la altura de la Torre del Oro escucho, a mi lado, a unos corredores diciendo: «6:10; si somos capaces de mantener este ritmo podríamos estar corriendo otros 10 kilómetros más si hiciera falta».

Pasado el puente de Triana nos encontramos con el avituallamiento. Agua bendita.

Pasado el kilómetro siete noto que mis fuerzas se acaban. El pie está en perfectas condiciones, pero mi fondo físico no tanto. Es increíble cuánto se pierde cuando uno deja de entrenar con asiduidad.

No me preocupa porque sé de sobra que terminaré la carrera (para mí, psicológicamente acaban tan pronto supero el punto medio; el resto es inercia e ir descontando, uno tras uno, kilómetros).

Pongo en ON el Modo Sufrimiento y me dejo llevar por mis piernas como alma en pena, sin pensar.

Pero por un lado me alegro. Ese sufrimiento es el que purifica mi alma. Ahora es una tortura, pero al día siguiente será puramente anecdótico.

Y realmente necesitaba sufrir así…

Ya estoy cruzando el puente de la Barqueta. Mi ritmo ha empeorado algo. No tengo ni idea cuánto porque no tengo referencia temporal. Pero ahí sigo.

Pasamos el kilómetro 10. Últimos dos kilómetros hacia la meta.

La entrada en el estadio olímpico me resulta agónica. El túnel, infinito. El griterío ensordecedor de la gente resonando en el pasadizo me aturde.

Entramos, finalmente, en el estadio. La imagen que aún impregna mis retinas difícilmente la podré olvidar. Esa masa humana impresionante corriendo y la tremenda ovación del público.

Damos una vuelta a la pista y entramos en meta. El reloj de la organización marca 1 hora, 24 minutos y 30 segundos.

Si le descontamos los 5 minutos que nos retuvieron hasta que concluyó la salida controlada, supone que estuve corriendo en torno a 1 hora y 19 minutos, lo que implica una velocidad media algo superior a 9 Km/h. Un poco más rápido del planteamiento que había diseñado para no forzar el pie, aunque bien está lo que bien termina.

Lo peor fue una vez concluyó la carrera: inmerso en la masa humana, todos apelotonados caminando despacio hacia la zona de entrega de la bolsa del corredor, sentí un bajón tremendo y temí perder el sentido en cualquier momento. Cuando abandonamos el túnel y salimos al aire fresco empecé a sentirme mejor.

Hablé con Manoli y con José Luis, que me hicieron partícipe de sus respectivos grandes éxitos. Enhorabuena a esos dos pedazo de campeones.

Eché de menos a muchísimos otros compis de carrera con los que he compartido muchos kilómetros este año como Santi (si lees esto, espero que puedas darnos pronto buenas noticias), Danae, Marcos, Jesús, Alpigra (y algún que otro más que me dejo) y que, cada uno por sus razones, no han podido estar presentes. Y eché de menos a tantos otros, que en su mayoría no conozco, con los que me encantaría compartir kilometraje (espero que otro año os animéis, aunque tengáis que acudir desde la otra punta de España).

Me sentía realmente agotado. Recogí los generosos regalos (camiseta, pantalón de deporte, medalla, agua, barrita y dos pines), me cambié de camiseta y me puse inmediatamente a andar los kilómetros de vuelta a mi casa.

Cansado, pero más feliz que unas ascuas.

En casa, tras la ducha, me entró una tiritera tremenda y me di cuenta de que tenía fiebre. Me tomé un paracetamol y me acosté.

Y hoy, más fresco que una rosa. Agujetas en los cuádriceps y una ampolla en el pulgar del pie izquierdo, pero tremendamente satisfecho de haber vivido una experiencia única (23.000 participantes, según me enteré hoy) y haber cumplido uno de mis grandes sueños como corredor.

Javier Montero


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/10/xxiii-carrera-nocturna-del-guadalquivir/

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