San Silvestre Vallecana – Madrid 2012

pulpiSi preguntas a un grupo de corredores por qué corren obtendrás todo un variopinto conjunto de respuestas que podrías clasificar atendiendo a su componentes física, psicológica o espiritual.

En mi caso particular, una de las principales razones por las que lo hago es, sin duda, que siempre me supone un reto difícil. No importa si entreno varias veces a la semana: abordo cada entrenamiento como si fuese siempre la primera vez que corro y no hay día que no concluya con la fascinante sensación de victoria que supone lograr algo que uno considera extraordinario.

Cada entrenamiento y, en mayor escala, cada carrera, es una victoria frente a nuestros miedos. Es navegar en la cresta de la ola, sentir el pulso de la vida.

No voy a entretenerme con muchos detalles. El jueves 27, a 4 días de la carrera, caí enfermo. El viernes comencé un tratamiento con antibióticos, analgésicos y antipiréticos. El domingo 30, a un día de la carrera, estuve en un hospital de urgencias haciéndome pruebas en un estado físico lamentable, empeorado por varias noches sin dormir.

Ese mismo día anuncié con tristeza que no estaba en condiciones de participar en la carrera y que renunciaba a correr. Mi hermana, que iba a hacer de la San Silvestre su primera popular, me dijo que le entregase las prendas para el guardarropa, por si cambiaba de opinión. No lo hice.

Al día siguiente, 31 de diciembre, a pocas horas de la carrera, le pedí a mi madre que me entregara la bolsa del corredor que me habían recogido. Ahí estaban mi camiseta dorsal, el chip y la pulsera que me acreditaba para salir en el cajetín sub 55′.

No puedo explicar lo que sentí. Sólo sé que, en ese preciso instante, decidí que, al menos durante las horas previas y posteriores a la carrera, dejaría de estar enfermo.

No me importó estar falto de sueño, débil y atiborrado de antibióticos, ni el frío que haría en Madrid por la noche, ni que anunciaran lluvia durante la carrera, ni la huelga de metro que complicaría el regreso a casa después. Correría y punto.

Tomamos el cercanías y recogimos a un amigo de mi hermana que, como ella, se estrenaba en la carrera. En Nuevos Ministerios dejamos el tren y nos dirigimos al Santiago Bernabeú. En vez de colocarme en el cajetín sub 55′, opté por acompañar a los debutantes y nos situamos al final del todo, en la zona destinada a los corredores sin marca. Mi hermana tenía la posibilidad de colocarse en un box especial para mujeres (novedad de esta edición) que salía a las 18.00, pero prefirió el último para no dejar solo a su compañero.

Para no enfriarme en exceso en meta, me quité el chandal y lo metí en una mochila con la que correría a la espalda toda la carrera.

A las 18:15 sonó el disparo de salida de la cuarta oleada e iniciamos el ascenso por Concha Espina. Mi temor, sin haber calentado y sin haber tanteado mi forma física, era no tener fuerzas suficientes y quedarme ahí mismo. Pero una vez superada la primera cuesta me di cuenta de que estaba bien y no iba a tener problemas. Me situé justo detrás de mi hermana y su amigo y dejé que ellos marcaran el ritmo. Después de todo era su carrera y la primera vez que se enfrentaban a 10 kilómetros seguidos. A mí me bastaba con finalizar sano y salvo.

Una carrera muy suave (imposible correr con tanta gente), a un ritmo perfecto para disfrutar del ambiente festivo. Nos topamos con corredores disfrazados de piezas del Tetris, otros cargando entre varios una supuesta caja enorme conteniendo material radiactivo (así los 10 km), muchas batas blancas reivindicando una sanidad pública, un corredor con un jamón a la espalda y otros tantos que ahora mismo no recuerdo.

Los continuos esfuerzos de mi hermana por ir adelantando posiciones entre la densa multitud apenas nos permitían arañar unos segundos en el cómputo global. Aún así hubo algún que otro kilómetro en el que pudimos estirar las piernas a gusto con ritmos sobre los 5:30/Km.

La temida cuesta de la Avenida de la Albufera, que el año pasado remonté con sufrimiento, me resultó tremendamente fácil y breve. Nada más terminar el ascenso y doblar a la derecha nos encontramos con un tapón que nos obligó a estar parados un poco.

En una hora y siete minutos justos cruzamos los tres la línea de meta con las manos cogidas y alzadas en un gesto triunfal.

Para mí fue mi compromiso de seguir dando el callo incluso cuando las cosas se ponen feas, de asumir las dos caras de la moneda que presenta la vida y de luchar contra la adversidad cuando toca hacerlo, de no rendirme nunca mientras me quede algo de aliento.

Fueron más de 40000 historias de triunfo en la fría noche de Madrid. Más de 40000 respuestas a la pregunta del comienzo.

¿Cuál es la tuya?

Javier Montero Gabarró


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Carrera Popular Macarena 2012 – Sevilla

Suena el despertador a las siete de la mañana y, sin cuestionármelo siquiera, pese a ser domingo, me incorporo con el mismo gesto rutinario de cada día. Me aseo, me visto y desayuno.

Mi atuendo es distinto al del resto de la semana. Llevo un pantalón de deporte corto, una camiseta y unas zapatillas deportivas. A las nueve y media dará comienzo la penúltima prueba del ciclo de carreras populares del IMD 2012, dedicada esta vez al distrito Macarena.

Lo que me resulta llamativo es lo rutinario del acto. Recuerdo el torrente de emociones previas a las primeras carreras. Me resultaba difícil conciliar el sueño por los nervios e incluso tenía pesadillas relacionadas con ellas. No he perdido un ápice de ilusión en todo este tiempo, pero la experiencia te hace vivir las cosas de otro modo.

El día anterior, lo típico ante este tipo de eventos. Por la mañana un entrenamiento suave en el gimnasio y 16 km de bicicleta para tonificar músculos y dejar el sistema cardiovascular preparado. He comprobado que un ejercicio aeróbico moderado el día previo a la carrera mejora mi rendimiento después.

Un buen plato de espaguetis para llenar los depósitos de glucógeno es algo que también me funciona, lo tengo más que demostrado. Diez kilómetros es una distancia lo suficientemente respetable como para no olvidar salir con las baterías completamente cargadas.

Para preparar el corazón para esfuerzos bruscos, nada mejor que una película de terror por la tarde, así que me fui al cine a ver Paranormal Activity 4, repleta de sobresaltos taquicárdicos que te hacen salir con el doble de canas que cuando entraste.

Es broma, naturalmente. La elección de esa película fue algo completamente circunstancial.

Por la noche, la pasta que sobró del mediodía y a descansar (relativamente temprano para ser sábado).

De modo que, fresco como una rosa, me coloco el dorsal (el mismo para todo el circuito popular del IMD), me echo crema protectora para el sol y antes de las ocho y media ya estoy dirigiéndome en bicicleta al Parque de Miraflores, lugar donde iniciará y concluirá la carrera.

Ya están colocados los pivotes que delimitan el trayecto y me llama la atención encontrarme con el cartel del kilómetro dos en la Carretera de Carmona, cuando supuestamente le correspondería uno propio del tramo final. Deduzco que el sentido de la carrera se ha invertido respecto al del año anterior.

Amarro la bicicleta a una señal de tráfico junto al parque y me pongo a calentar trotando con suavidad. En mis primeras carreras era algo reacio a «desperdiciar» energía calentando, temeroso de que pudiera necesitarla después, cuando precisamente ocurre justo lo contrario: no sólo te ayuda a prevenir lesiones, sino que además pone a tono tus sistemas energéticos.

Configuro a mi compañero virtual para que corra a 6’/Km (es decir, 10Km en una hora). Bastante conservador, pero lo considero apropiado y acorde con la intensidad y frecuencia de mis actuales entrenamientos. Mi objetivo, como siempre, será terminar por delante de él, aunque sólo sea un metro (al final, le sacaría 650 metros).

En efecto, tal como intuí, salimos directamente hacia la Carretera de Carmona, recorriendo el circuito en dirección contraria.

Me siento cómodo al ritmo que llevo. No voy a todo gas, pero sensiblemente más rápido que los 6’/Km a los que programé el GPS. No sé exactamente a cuánto voy, pues he elegido una visualización en la que únicamente figura la distancia que le saco al compañero virtual, que no hace otra cosa que aumentar durante toda la carrera.

No sólo estamos yendo en sentido contrario. Además, el trayecto es diferente. En el kilómetro 5’5, aproximadamente, volvemos a entrar en el parque, en el que recorreríamos los 4’5 Km restantes.

Entro en meta en 54:59, sobrado de energía, y con el convencimiento de que podría haber apretado si me lo hubiera propuesto.

Pero no había necesidad de dejarme la piel. ¿Acaso no he cumplido con mi objetivo sobradamente?

9.810 metros; 54:59; 5:36/Km

Javier Montero Gabarró


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XXIV Carrera Nocturna del Guadalquivir – 2012 Sevilla

Fiel a mi cita con el destino, acudí una vez más a la gran carrera multitudinaria sevillana. Más de quince mil corredores con dorsal, más un buen número incontable sin él, nos juntamos en una noche ideal.

Hay veces en las que uno hace las cosas con una especie de piloto automático, un programa que dirige nuestras acciones y que, aunque seamos consciente de él, no podemos modificar su curso.

Es lo que me sucede con esta carrera. Me daba igual que la noche amenazara lluvia o el estado físico en que me pudiera encontrar. Correría y punto.

Lo he dicho muchas veces: la Nocturna del Guadalquivir, junto a la San Silvestre vallecana en Madrid, fueron los motivantes que me empujaron a correr. Volver a estar en ellas reafirma mi compromiso.

No me gusta utilizar el coche en la ciudad, pero opté por cogerlo para desplazarme hasta el estadio olímpico, lugar en el que finalizaría la prueba. No me resultaba atractiva la idea de andar tres kilómetros de vuelta a casa después de doce corriendo. El año anterior lo hice así y me supuso una tiritera tremenda por enfriamiento.

En el camino hacia el punto de salida escuché a un veterano en estas lides transmitiendo su experiencia a otros más jóvenes que lo acompañaban. Contaba que había participado en todas las ediciones de esta carrera y que en la primera de ellas, hace ya veinticuatro años, apenas se registraron algo más de un centenar de participantes.

Al rato oí que alguien me llamaba: era José Luis «JLRodriguez», compañero de desventuras en el foro de atletismo con el que compartí el año pasado la salida en la nocturna. Le acompañaba Javier «alavejezviruelas», otro forero con el que he trabado conversación en ocasiones, pero que no tenía el placer de conocer en persona. Le pedimos a otro amable corredor que nos echara una foto para inmortalizar el momento.

Llevaba meses desconectado del foro, así que me puse al día de sus planes y progresos individuales. Mi tocayo se estaba preparando para su debut en breve en una maratón. Decía que esta sería su última participación en la nocturna, pues en un acontecimiento con tanta participación resultaba complicado calentar adecuadamente, con el consiguiente riesgo de lesión.

Decía, con razón, que no solo los músculos, tendones y articulaciones de las piernas debían calentar bien. Era importante que el corazón (otro músculo) no fuera sometido a un incremento brusco en sus pulsaciones. Un calentamiento suave era la mejor manera de prepararlo para el esfuerzo posterior.

Programé a ForeRundy, mi reloj deportivo, para que como mínimo me llevara a meta a un ritmo de 6:30 /Km. Lo había decidido así hace ya un par de semanas: quería una carrera orientada fundamentalmente al disfrute y sin grandes esfuerzos físicos. Era un ritmo más lento incluso que el que sigo habitualmente en los entrenamientos (entre 6:00 y 6:15), y bastante distante del que mantengo en competición (entre 5:10 y 5:30), pero quería terminar la carrera con muy buenas sensaciones.

A las diez de la noche, aproximadamente, dio comienzo de la carrera y me despedí de mis compañeros para que se dejaran la piel en ella (con excelente resultado, como luego pude comprobar).

Al momento supe que 6:30 iba a ser demasiado lento y rectifiqué la estrategia para correr a 6 minutos por kilómetro, lo que me situaría en meta en algo más de una hora. Solo por debajo de ese ritmo comienzo a tener sensación de sufrimiento, pero con él me parece que podría estar corriendo horas y horas sin detenerme.

Durante todo el trayecto estuve muy concentrado. En un momento dado escuché a alguien decir que ya llevábamos 7 Km. Se me había hecho tremendamente corto y la sensación era la misma que si hubiera empezado a correr. Normalmente, en competición, suele ser a partir de este punto cuando activo el modo SUFRIMIENTO ON, corriendo en agonía el resto de la prueba. Pero esta vez, a ese ritmo tranquilo, me daba la sensación de estar paseando.

El momento visual más impactante fue el paso por el túnel de la calle Arjona, completamente iluminado y mostrando una masa multicolor impresionante de corredores. Me arrepentí de no sacar el móvil y grabar un vídeo. Fue en su salida, tras la cuesta arriba, el único momento de sofoco, pero en pocos segundos logré recuperar el equilibrio mantenido hasta entonces.

Una vez cruzamos el puente de la Barqueta, el par de kilómetros restantes me resultaron cortos también; el año anterior me parecieron eternos.

Entramos en el estadio olímpico por el túnel norte y completamos una vuelta a la pista de atletismo, donde alcancé la meta en una hora y nueve minutos, para una distancia total, según mi reloj, de 11.260 metros, a los que habría que añadir otros 200 o 400 más en los que el GPS perdió la conexión dentro del túnel.

Con excelentes sensaciones físicas, pero triste. Porque todo llega y todo se acaba en la vida, como si una parte de mi quisiera aún seguir en la carrera, con el reloj detenido y atrapado para siempre en el kilómetro siete.

Javier Montero Gabarró


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Carrera Popular Sur 2012 – Sevilla

Tercera carrera del circuito de barrios organizado por el IMD en Sevilla. Tras las primeras, dedicadas a San Pablo – Nervión y a Triana-Los Remedios, le ha tocado esta vez el turno al distrito Sur.

No he tenido clara mi participación hasta el último momento. Un desafortunado mal paso esta semana, mientras caminaba por la calle, hizo que se me torciese un tobillo. Pensé que todo quedaría en un susto, pero al día siguiente el dolor era evidente simplemente andando. Afortunadamente, ayer cesaron las molestias y decidí darme una oportunidad e intentar participar en la popular.

La prueba de fuego ha sido durante los minutos de calentamiento que he pasado dando vueltas a la plaza de España, lugar de inicio de la carrera. Si notaba el más mínimo dolor en el tobillo no me situaría en línea de salida.

Pero no fue así, de modo que programé prudentemente a ForeRundy a 5:45 el kilómetro y a las 9:30 de la mañana, aproximadamente, me eché a correr tras el pistoletazo de salida.

La organización nos había advertido por megafonía del cuello de botella que se formaría para abandonar el parque de María Luisa, por lo que mi «compañero virtual» pronto se alzaría con una ventaja de 80 metros.

Mi estrategia sería correr lo sufientemente rápido para ir reduciendo esa distancia muy paulatinamente, sin prisa, aunque tardara varios kilómetros en hacerlo, como así sucedió.

Llegué a sacarle una ventaja máxima de unos 100 metros en la carretera de Su Eminencia, muy cerca ya del estadio del Betis. Desde ese momento, en la avenida de Las Palmeras, devolví parte de la ventaja para dejarla, finalmente, en unos 40 metros a mi favor.

Un termómetro, ya en el último cuarto tramo de la carrera, indicaba una temperatura maravillosa de 25 grados. Recordé como, el año pasado, en la misma prueba, el termómetro nos ofrecía 31 insufribles grados.

Entré en meta, de acuerdo a los resultados publicados oficialmente, en 55′ 48″. El GPS midió 9’81 Km, lo que me ha otorgado un ritmo medio de 5:41/Km.

Endorfinas para la mente, como diría mi amigo Santi, con el que la temporada pasada compartí muchísimos kilómetros en carreras por Sevilla y Cádiz. Hoy, tras varios meses apartado del mundillo por una tendinitis, ha hecho su reaparición magistral.

La siguiente prueba del IMD no será hasta finales de septiembre, con la famosa nocturna del Guadalquivir. Comenzamos ahora unos meses en los que, como todos los de por aquí saben, es prácticamente imposible correr, aunque no descarto hacerlo quizás en sitios más frescos…

Será por opciones.

Javier Montero Gabarró


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El Club del Autodidacta

Carrera Popular Nervión 2012

Con algo de retraso respecto a otras ediciones, iniciamos finalmente el ciclo de carreras populares que organiza el IMD en Sevilla. La gran novedad este año ha sido que las inscripciones han dejado de ser gratuitas, algo que no ha estado exento de polémica entre todos los aficionados a este deporte. Hay que reconocer, no obstante, que los precios son «populares»: veinte euros por el derecho a participar en todo el circuito, lo que incluye las 5 carreras de los distritos del IMD más la nocturna del Guadalquivir. Además, en el momento de recoger tu dorsal te hacen entrega de una bolsa de corredor con cuatro camisetas y una gorra. También existe la modalidad de pago por carrera individual (5 euros), pero a poco que quieras participar en unas cuantas te sale rentable el paquete completo. Y eso sin contar con la molestia de tener que recoger el dorsal para cada carrera, algo que no sucede si optas por el circuito completo, pues es el mismo para toda la temporada.

La verdad es que, de todas las carreras en las que he participado, las del IMD han sido las únicas por las que no he pagado dinero. Sin ir más lejos, correr en la San Silvestre vallecana me costó 19 euros; por participar en Divina Pastora pagué aproximadamente la mitad.

En cualquier caso, la tasa de participación ha sido excelente, aunque también es cierto que me he encontrado a gente corriendo sin dorsal.

Una mañana muy soleada, algo calurosa, pero sin el viento de todos estos días pasados. Todo perfecto para un placentero domingo deportivo.

Mi estrategia ha sido simple, no perseguía otro objetivo salvo disfrutar, apretando en la medida de lo posible, pero sin llegar a cansarme. Desde el aspecto más competitivo, tampoco se trataba de una prueba oficial. De hecho, la distancia ha sido sólo de 9100 metros.

Así que programo a ForeRundy a 5:45, como en Divina Pastora. Salgo muy bien y muy suelto. A veces creo que, como estoy corriendo con un pantalón corto que es la mínima expresión (en los entrenamientos suelo hacerlo con chandal), llevar tan poca tela sobre las piernas me hace dar una zancada más alegre. La cuestión es que los primeros kilómetros debí rodar en torno a 5′ /Km, o poco más.

Llegado el primer puesto de avituallamiento, al comprobar que lo había dejado atrás, di media vuelta y me dirigí a recoger la botella, algo que no debí hacer, pues supuso un punto de inflexión que me rompió la concentración y el ritmo excelente que mantenía. Además, si hubiera aguantado 10 metros, me hubiese encontrado con otra tanda de botellas más adelante.

El punto más duro, sin duda, el puente de la carretera de Carmona. Definitivamente, las cuestas no son lo mío y a la carrera de hoy no le han faltado unas cuantas.

Así que 9120 metros, según mi GPS, en 49′, lo que resulta en un ritmo medio de 5:22 /Km.

Se me ha hecho cortita y con ganas de más. Se ha notado ese kilómetro de menos. En compensación, la próxima excederá ampliamente los 10K.

Nos vemos el 13 de mayo en Triana…

Javier Montero Gabarró


Carrera Popular Nervión 2012


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Circuito Divina Pastora 2012 – Sevilla — Mejor marca personal

Este año, la edición sevillana del circuito Divina Pastora se ha adelantado respecto a las populares que organiza el IMD, que hasta el 22 de abril no iniciarán su andadura.

La carrera de hoy era una cita obligada. No sólo es la única prueba de 10K entre las que se celebran por aquí que está homologada por la federación de atletismo, sino que supuso mi mejor marca personal del año pasado en la distancia (54′ 10″, marca que me sirvió después para acreditar el cajetín sub55′ en la San Silvestre vallecana). Tengo el recuerdo de una organización excelente, un ambiente trepidante y un recorrido precioso bordeando el centro histórico sevillano. Y como no, compartiendo kilómetros con Fermín Cacho y Pentinel (con los que estuve, además, entrenando el día anterior a la prueba). Este año hemos contado con la participación estelar, además de Fermín, de Marta Domínguez, que justo ayer pulverizaba su marca de 10K en Laredo.

Llego 45 minutos antes de la salida al parque de María Luisa, desde donde comenzará y concluirá la carrera. Aparco la bicicleta y dejo mi ropa en el guardarropa. Es una mañana fresquita perfecta para correr.

Mi gran duda es a qué ritmo configuraré la liebre virtual del Forerunner para que tire de mí. Barajo tres posibilidades:

– 6’/Km, ritmo típico de mis entrenamientos.
– 5:45/Km, ritmo de los entrenamientos más exigentes
– 5:20, ritmo para intentar batir mi mejor marca personal

No termino de decidirme, por lo que aplazo la decisión hasta después del calentamiento en forma de unas cuantas vueltas alrededor de la Plaza de España.

Opto, finalmente, por configurar a ForeRundy a 5:45/Km, con lo que llegaría a meta en un máximo de 57 minutos y medio. Mi objetivo sería el de siempre, dejar atrás a FR tanto como me sea posible, pero con un compromiso adicional: no devolvería ni un solo metro de los ganados, es decir, mi ritmo instantáneo, en el peor de los casos, sería de 5:45/Km. En otras ocasiones me he permitido devolver metros con tal de no comprometer el objetivo final, pero esta vez no lo haría.

Arranco fuerte pero con excelentes sensaciones. He preferido dejar la cinta del pulsómetro en casa para no tener referencia de pulso cardíaco. Tampoco sé a qué ritmo ruedo: sólo utilizo una pantalla en la que se ve a mi compañero virtual y la distancia que nos separa en cada momento.

Se suceden los kilómetros y la distancia que le saco a ForeRundy se va contando en centenares de metros. Tan sólo en un momento me cuestiono si tal vez estoy rodando demasiado fuerte, pues hay un instante, antes de la mitad del recorrido, en el que me siento desfallecer y me veo obligado a disminuir algo la velocidad. Pero en poco segundos vuelvo a sentirme fuerte, recupero la concentración y aprieto otra vez.

Entro en meta en 52′ 23″, según el tiempo oficial. A mi compañero virtual le he sacado 900 metros y he pulverizado mi mejor marca personal en casi dos minutos.

He rodado 10 kilómetros a una media de 5:14/Km, algo que jamás habría imaginado ni en mis mejores pronósticos.

Contento y entero, ¿qué más se puede pedir?

Ahora, mientras llega la siguiente, retomar mis entrenamientos pacientes y lentos que tanto placer me dan.

Javier Montero Gabarró


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San Silvestre vallecana 2011

Empecé a correr hace un año justo ahora para poder estar ahí: recorrer, el último día del año, los diez kilómetros que median entre el estadio Santiago Bernabeu y Vallecas.

Justo hace un año me compré en Madrid mis primeras zapatillas de correr. En el horizonte, dos retos que para mí resultaban sobrehumanos: la Nocturna del Guadalquivir en Sevilla y la San Silvestre vallecana en Madrid.

En septiembre cumplí el primero de ellos; ayer, el segundo. Repartidas durante el año, además, muchas otras carreras populares repletas de emoción.

Sin ninguna pretensión de marcas, simplemente estar ahí. Me posicioné en el cajetín de 55 minutos que me correspondía por mi mejor marca acreditada (54′ en la carrera Divina Pastora – Sevilla) y programé ForeRundy para que me llevara a meta, sin sufrimiento, en menos de una hora.

Más de 38.000 corredores nos juntamos ayer. Si creía haber visto todo ya en la nocturna de Sevilla, me equivocaba por completo. 38.000 ilusiones y anhelos esperábamos impacientes el disparo de salida.

Tras la primera tanda de corredores, que se llevó a los 12.000 primeros Concha Espina arriba, salió el segundo lote, en el que me encontraba.

Al final de la primera gran cuesta me giré para contemplar la gran masa humana a mis espaldas. ¡Qué impresión!

Pegado al globo de los 55 minutos descendí por Serrano, alcancé la Puerta de Alcalá, y tomé la Castellana perdido en ensoñaciones y disfrutando como un niño de cada metro de ese recorrido tan especial y de ese público tan numeroso que nos estuvo animando metro a metro. Hoy, horas después, cierro los ojos y soy capaz de revivir perfectamente cada tramo de la carrera.

La entrada en Vallecas fue dura, tal como estaba previsto. La avenida de la Albufera se me hizo larguísima. Tuve que aminorar la velocidad y perdí definitivamente al globo de los 55 minutos. Por más que miraba a la masa humana delante mía, no divisaba el fin de la cuesta.

Fueron dos últimos kilómetros difíciles que me recordaron que una de las razones por las que creo que, en mayor o menor medida, todos corremos, es por ese «masoquismo» especial, ese sufrimiento que es capaz de apaciguar y hacer más llevaderas las penas más profundas del alma.

Entré en meta en 57′ 57″, según me indicó un SMS que recibí ya en el metro. Devolví el chip, recogí la prendas en el guardarropa y me cambié para protegerme del frío de la noche. Allí me esperaba mi cuñado Rafa, que había terminado la carrera en 38′, junto a otros compañeros de su club de atletismo C.A. Villanueva.

Un sobresaliente a la organización y a las más de 600 personas que velaron por que todo resultara perfecto y sin cuellos de botella.

Cada carrera nos hace diferentes, sin lugar a dudas y cada una significa algo para nosotros. Para mí, la San Silvestre vallecana simboliza la rúbrica a un estilo de vida, el compromiso, la superación personal y el convencimiento de que con constancia y pasión podemos lograr casi cualquier cosa que nos propongamos.

Javier Montero


San Silvestre vallecana 2011


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XXIII Carrera Nocturna del Guadalquivir

Si un evento deportivo ha contribuido de manera decisiva a que correr sea mi actividad deportiva favorita, no ha sido otro sino la carrera nocturna que cada año se celebra en Sevilla.

Cuando se celebró el año pasado, aún no sabía lo que era ser capaz de aguantar corriendo más de diez minutos. Imaginarme a 20.000 personas recorriendo 12 Km, distancia que, por entonces, me parecía sobrehumana, instaló en mi mente una visión poderosa que ha desembocado en la pasión que hoy siento por este deporte.

Muchos conocidos estuvieron en aquella carrera: amigos, compañeros del trabajo. Hasta Vitor, el batería de mi grupo musical, se dejó la piel ahí aquel día.

A esa imagen poderosa se le añadiría, poco después, la visualización mental de la San Silvestre vallecana, que se celebra el último día del año en Madrid.

Con todo este arsenal de objetivos motivadores en mi mente, a mediados de febrero completé mi primera carrera popular en Sevilla, superando una distancia de 10 Km. A razón de una cada dos semanas, iría añadiendo otras tantas hasta prácticamente iniciado el verano.

El 31 de julio me lesioné después de completar un entrenamiento de 21 Km. Tras un mes completamente en el dique seco, fui retomando gradualmente la práctica, pero empezando absolutamente de cero.

Comencé corriendo tres minutos. A la semana los subí a 5 y poco a poco fui incrementando el tiempo. Justo hace una semana mis entrenamientos eran ya de 15 minutos.

Y ese era el dilema entonces: en esa situación, ¿debía correr los doce kilómetros de la nocturna del día 30?

En un principio, con mucho dolor en el alma y no tanto en el pie, descarté mi participación, aunque ya me había ocupado de inscribirme por lo que pudiera suceder.

El miércoles pasado, al ir al gimnasio a entrenar, mis pies, gobernados por el subconsciente, me llevaron hasta el estadio olímpico, sin que pudiera hacer nada por detenerlos. Allí recogí el dorsal.

Ese mismo día realicé un último entrenamiento de veinte minutos.

La decisión estaba tomada: participaría en la Nocturna del Guadalquivir. Pero no arriesgaría más que lo necesario para poder completar los 12 Km. Rodaría muy lento, a una velocidad de 8 Km/h, lo que me llevaría, aproximadamente hora y media corriendo.

Unas horas antes del comienzo, sentí miedo. No eran nervios, sino miedo de romperme. Pero la suerte estaba echada y no había opción posible.

A las ocho de la tarde recibo una llamada de José Luis, uno de los compañeros del foro de atletismo, que ya había llegado de Huelva y estaba ansioso esperando en la entrada. Quedamos en vernos en un rato, lo que tardase en llegar andando desde mi casa.

Ya doblando por la escuela de ingenieros hacia el punto de encuentro me vuelve a llamar. Lo localizo con facilidad y nos dirigimos hacia la salida. Hemos llegado pronto y aún no hay demasiada gente (la salida será a las 22:05).

Es su primera popular y se nota que está nervioso. Trato de tranquilizarlo desde la experiencia de quien se siente ya algo veterano en estas lides. Le hablo del efecto dorsal y le garantizo que irá más rápido de lo que pensaba hacerlo.

La multitud atrás de nosotros ya es una inmensidad. Me llama Manoli, que viene de Dos Hermanas, para intentar quedar con nosotros. Pero ya es prácticamente imposible.

Arranco el GPS y, tras varios minutos localizando satélites, se vuelve a apagar. Me acordé de mi cuñado, que hace una semana en Madrid desconectó el equipo mientras cargaba porque le hacía falta para enchufar su portátil, diciéndome que la pantalla indicaba que la carga estaba completa.

Salimos 5 minutos después de la salida controlada (los que van a por marca y están acreditados a hacerlo).

José Luis se lanza buscando su carrera y ahí me despido de él.

No tengo ninguna referencia de velocidad más que mi propia sensación. Pero, en una carrera, donde otros muchos corren a tu lado, es algo difícil de determinar.

Tras siglos corriendo veo el globo del kilómetro tres. Me digo: «Paciencia, Javier, esto va a ser largo».

Pasamos los barrios de Triana y Los Remedios. La masa humana es increíble. Por muy lejos que trato de ver hacia adelante y atrás sólo veo gente y más gente apiñada.

Esto no se parece a nada de lo anteriormente experimentado. Es impresionante.

A la altura de la Torre del Oro escucho, a mi lado, a unos corredores diciendo: «6:10; si somos capaces de mantener este ritmo podríamos estar corriendo otros 10 kilómetros más si hiciera falta».

Pasado el puente de Triana nos encontramos con el avituallamiento. Agua bendita.

Pasado el kilómetro siete noto que mis fuerzas se acaban. El pie está en perfectas condiciones, pero mi fondo físico no tanto. Es increíble cuánto se pierde cuando uno deja de entrenar con asiduidad.

No me preocupa porque sé de sobra que terminaré la carrera (para mí, psicológicamente acaban tan pronto supero el punto medio; el resto es inercia e ir descontando, uno tras uno, kilómetros).

Pongo en ON el Modo Sufrimiento y me dejo llevar por mis piernas como alma en pena, sin pensar.

Pero por un lado me alegro. Ese sufrimiento es el que purifica mi alma. Ahora es una tortura, pero al día siguiente será puramente anecdótico.

Y realmente necesitaba sufrir así…

Ya estoy cruzando el puente de la Barqueta. Mi ritmo ha empeorado algo. No tengo ni idea cuánto porque no tengo referencia temporal. Pero ahí sigo.

Pasamos el kilómetro 10. Últimos dos kilómetros hacia la meta.

La entrada en el estadio olímpico me resulta agónica. El túnel, infinito. El griterío ensordecedor de la gente resonando en el pasadizo me aturde.

Entramos, finalmente, en el estadio. La imagen que aún impregna mis retinas difícilmente la podré olvidar. Esa masa humana impresionante corriendo y la tremenda ovación del público.

Damos una vuelta a la pista y entramos en meta. El reloj de la organización marca 1 hora, 24 minutos y 30 segundos.

Si le descontamos los 5 minutos que nos retuvieron hasta que concluyó la salida controlada, supone que estuve corriendo en torno a 1 hora y 19 minutos, lo que implica una velocidad media algo superior a 9 Km/h. Un poco más rápido del planteamiento que había diseñado para no forzar el pie, aunque bien está lo que bien termina.

Lo peor fue una vez concluyó la carrera: inmerso en la masa humana, todos apelotonados caminando despacio hacia la zona de entrega de la bolsa del corredor, sentí un bajón tremendo y temí perder el sentido en cualquier momento. Cuando abandonamos el túnel y salimos al aire fresco empecé a sentirme mejor.

Hablé con Manoli y con José Luis, que me hicieron partícipe de sus respectivos grandes éxitos. Enhorabuena a esos dos pedazo de campeones.

Eché de menos a muchísimos otros compis de carrera con los que he compartido muchos kilómetros este año como Santi (si lees esto, espero que puedas darnos pronto buenas noticias), Danae, Marcos, Jesús, Alpigra (y algún que otro más que me dejo) y que, cada uno por sus razones, no han podido estar presentes. Y eché de menos a tantos otros, que en su mayoría no conozco, con los que me encantaría compartir kilometraje (espero que otro año os animéis, aunque tengáis que acudir desde la otra punta de España).

Me sentía realmente agotado. Recogí los generosos regalos (camiseta, pantalón de deporte, medalla, agua, barrita y dos pines), me cambié de camiseta y me puse inmediatamente a andar los kilómetros de vuelta a mi casa.

Cansado, pero más feliz que unas ascuas.

En casa, tras la ducha, me entró una tiritera tremenda y me di cuenta de que tenía fiebre. Me tomé un paracetamol y me acosté.

Y hoy, más fresco que una rosa. Agujetas en los cuádriceps y una ampolla en el pulgar del pie izquierdo, pero tremendamente satisfecho de haber vivido una experiencia única (23.000 participantes, según me enteré hoy) y haber cumplido uno de mis grandes sueños como corredor.

Javier Montero


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/10/xxiii-carrera-nocturna-del-guadalquivir/

XXIV Memorial Sargento Carmona Páez

Ayer, sábado 21 de mayo, se celebró en la isla de San Fernando el XXIV memorial Sargento Carmona Páez.

Rafael Carmona Páez fue un militar de la Armada y gran atleta gaditano. Entre sus numerosos éxitos deportivos podríamos citar, por ejemplo, el primer puesto en el Maratón de Madrid en el año 1984.

Un desdichado accidente acabó con su vida en 1987, cuando fue atropellado mientras entrenaba corriendo.

Desde entonces, se celebra cada año año en San Fernando, ciudad donde se desarrolló como militar y como atleta, una carrera en honor a su memoria y que organiza la propia Armada en colaboración con el Ayuntamiento.

Y ahí estaba yo, justo 6 días después de mi última carrera en Sevilla, con una misión: ayudar a Dánae, que por segunda vez contrataba mis servicios de liebre, a batir su mejor marca personal.

Me recogió, en la Barqueta, Santi puntualmente a las 5 de la tarde. La carrera no comenzaría hasta las ocho y media, pero debíamos presentarnos una hora antes para recoger los chips.

Durante el camino le pedí a Santi un papel y un boli y me puse a calcular unas cifras. Mi intención era fijar el Virtual Partner a 6:10 /Km como objetivo satisfactorio mínimo, lo que supondría, de conseguirlo, la mejor marca personal de Dánae hasta la fecha.

Pero se trataba de un objetivo mínimo. En función de su respuesta podría apuntar a ritmos mejores aún. Para ello, pretendía calcular qué ritmo obtendríamos si a ForeRundy le sacáramos 100m o 200m en la entrada en meta. Calculé también la distancia mínima que habría de separarnos de él para que el ritmo medio fuese inferior a 6’/Km.

Establecí que con 257 m de diferencia se garantizaba un sub 6 en el supuesto hipotético de una distancia de 9’5 Km de carrera.

Santi me dijo que no tenía intención de ir a por marca, pues no se sentía muy fino, y se quedaría también a ayudar a Dánae. Yo estaba seguro de que no iba a ser así, pues tan pronto como se sintiese bien se despegaría de nosotros, tal como sucedió en la atlética de Chiclana.

Ya en San Fernando, observamos muchas calles por las que habría de transcurrir la prueba con carteles prohibiendo el aparcamiento. En el cartel figuraba el motivo: el maratón.

Recogimos a Marcos en su casa. Nos presentó a Candela, un yaco de cola roja (un tipo de loro) la mar de gracioso. Marcos le decía: «Dime, dime…» y Candela contestaba: «Hola, chocho» (pronunciado «hola shosho» y con voz grave masculina).

Me dejó alucinado el loro. Uno sabe de estas cosas, pero hasta que no las ve delante de sus narices no termina de creérselas del todo.

Decidimos que dejaríamos el coche de Santi en meta y el de Marcos en la salida.

Me llegó un mensaje de Jesús (Mali) al móvil deseándonos suerte. Le contesto agradecíendole el gesto y lamentando no poder contar con él esta vez entre nosotros.

Nos presentamos temprano en la Junta de Deportes y con toda diligencia recogimos los chips y los fijamos en las zapatillas. Había una larga cola de gente que aún no había recogido su dorsal.

Buscamos a Dánae entre el grupo, que comenzaba a hacerse muy numeroso, pero ni rastro de ella.

A las ocho en punto nos pusimos a estirar y a calentar dando varias vueltas a la pista de atletismo.

Temimos que por algún imprevisto de última hora, Dánae hubiera decidido no acudir. Para colmo, Santi se dejó el móvil en el coche.

Nos encontramos con Alpigra, inconfundible con su gorra. Constatamos que llevaba puestas sus zapatillas nuevas. Nos indicó que Dánae ya estaba por aquí, acompañada de su familia.

Con el grupo ya al completo, programé al fin a ForeRundy a 6:10/Km sin que Dánae tuviera constancia de este ritmo (quería correr sin saber nada de ritmos; se limitaría a seguirme, confiando en mi buen hacer de liebre).

Activé el cronómetro desde el mismo momento en que sonó el disparo. Los primeros segundos, como siempre, los pasamos caminando mientras el grupo se dispersaba. En el segundo 40 logramos empezar a trotar a 7:30/Km, tardando algunos segundos más en coger un ritmo de crucero en torno a 6/Km.

Mi plan era mantenerme por delante a no más de 10 m de Dánae y Santi. Cuando observaba que la distancia aumentaba y no respondían, aminoraba el ritmo hasta que volvía a situarme cerca de ellos.

Santi, al final, correría toda la carrera junto a ella. Eso resultaba perfecto para nuestros planes: excelente trabajo en equipo; Santi se ocupaba de la motivación de Dánae y yo marcaba el ritmo a seguir.

Empezamos a rodar en torno a los 6’/Km. FR aún nos sacaba ventaja (él no entiende de la masificación inicial, es etéreo) y yo necesitaba cuanto antes que la pantalla se volviese blanca y empezar a meter metros entre él y nosotros.

Parte del circuito discurría en instalaciones propias de la Armada. Visitamos la Escuela de Suboficiales y el Tercio de la Armada.

Trataba de apretar, aunque a veces no me seguían y debía reducir el ritmo. Con frecuencia me daba la vuelta a alentarles mientras seguía corriendo de espaldas.

Santi me indicó que si quería que apretara, que me «veía con ganas». Le contesté que no, que iba de liebre marcando el ritmo y que hicieran todo lo posible por seguirme. Si no lo hacían, frenaría.

Gradualmente, la distancia que le sacábamos a la liebre virtual iba aumentando, aunque no al ritmo que, en esos momentos, me hubiera gustado. Sabía que el objetivo se iba a lograr con creces, pero estaba apuntando a lograr un 6 sin comprometer el éxito de la empresa.

Mucha cuesta arriba en todo el circuito, algo que particularmente me encantó, aunque eso supusiera que se redujeran los metros ganados a FR. En Sevilla no es algo que precisamente abunde.

Cruzamos el kilómetro 5 en 30 minutos 26 segundos. Todo rodaba como era esperado, pero aún quería apretar algo más a Dánae. Santi me dijo «esto ya se ha acabado», pues siempre digo que una vez uno consigue llegar al punto medio, el resto es cuestión de dejarse llevar.

Aumenté la velocidad. El kilómetro entre el 5 y el 6 lo hicimos a 5:58/Km y Dánae respondía. Santi no dejaba de motivarla y animarla a empujar.

El ambientazo, ¡alucinante! Es la primera vez que lo sentía en toda su plenitud en las ocho carreras que llevo realizadas. La gente completamente volcada en la calle aplaudiendo y animando como hasta entonces no había conocido.

Recuerdo a uno reírse, en uno de los momentos en que corría de espaldas, «míralo, corre hacia atrás». Otros me decían, «no mires hacia atrás, que es para ahí delante».

Otro grupo se afanaba en hacerme entender, gritando, cuál era el camino a seguir, en un momento en que me vieron dudar.

El paso por la calle Real nunca lo olvidaré. Un pasillo largo de gente estrechándose que apenas dejaba sitio para pasar más que corredores en fila, de uno en uno. Como más tarde diría Marcos, le recordó a las imágenes del Tour de Francia, cuando apenas dejan paso a los ciclistas. Un miembro de la organización no hacía más que indicar al público que se echara hacia atrás.

Impresionante, de verdad, impresionante. La actitud del público en esta carrera no la olvidaré nunca. ¡Menuda emoción!

El kilómetro entre el 6 y el 7 lo hicimos aún más rápido, 5:57/Km. Dánae no tenía constancia de estos ritmos, por supuesto. Pero allí estaba ella como una campeona sin dar muestras de cansancio.

Otra anécdota divertida que recuerdo, en una curva a la izquierda, justo antes de llegar al parque Sacramento, es ver a un grupo de chiquillos animándome con fuerza. Me marqué un mini sprint exagerado ante ellos que les hizo reir.

Después me encontré con tres niños, agachados y con los brazos extendidos para que chocase las manos, algo que hasta ahora no conocía más que por las crónicas de Aupa. Me encantó realizar el choque, ¡qué ilusión!

Como Dánae tiraba, apreté más aún: el kilómetro comprendido entre el 7 y el 8 lo hicimos a 5:44 /Km.

Ya estaba muy cerca la meta, antes de lo que yo preveía. Se ve que hubo una serie de reajustes del recorrido a última hora y desaparecieron algunos centenares de metros.

En la última de las cuestas arriba nos encontramos a la familia de Dánae. Recarga de energía en el último tramo final para que ella se dejara la piel en lo que restaba de carrera.

En los últimos 150 metros me lancé a un sprint salvaje. Santi y Dánae hicieron lo mismo.

Fue sorprendente… En mi vida me había visto correr tan rápido. Sentí miedo incluso; llegué a pensar que un pequeño desliz en la pisada y la hostia que me iba a meter iba a resultar tremenda.

En las gráficas del GTC figura que en el minuto 51:17 iba, en ascenso, rodando a 5:08, en el 51:22 a 3:40 y en el 51:27 a 3:07.

¡Pá matarme!

Adelanto a una chica que iba corriendo todo el tiempo delante mía. Cuando vio que intentaba pasarla hizo un sprint brutal también, como si mi ataque fuera contra ella. O quizás pensó que algo malo sucedía atrás cuando yo apretaba tanto y, por instinto defensivo, trató de imitarme.

Entrada en meta en 51:30 (tiempo oficial) y, al instante, Dánae y Santi detrás.

Abracé a Dánae tras su gran carrerón. La cara, espejo del alma, reflejaba la tremenda felicidad que estaba sintiendo.

Misión cumplida. Todo un placer haber corrido de liebre junto a ella.

Recogida de camisetas un tanto azarosa. Me recordó a las carreras del IMD en Sevilla, no en la entrega de las camisetas, bien organizada por filas, sino al momento en que uno se acercaba al stand de Cruzcampo a recoger su merecida cervecita. Todo un sálvese quien pueda, maricón el último.

Pero bueno, gajes del oficio que desde luego no desmerecen mi impresión general de la carrera. Disfruté muchísimo y viví como nunca la emoción de un público volcado con los corredores.

También, el hecho de haber optado por correr a una velocidad inferior a la que desarrollo en una popular, me permitió poder percatarme de infinidad de detalles que, de otro modo, hubieran pasado desapercibidos para mí, pues suelo ir como un burro al que le han puesto las anteojeras para que sólo pueda mirar de frente.

Ritmo medio final, según Sporttracks (incluyendo sus correcciones de altura), de 6:01 /Km sobre una distancia de 8’57 Km (aunque técnicamente Dánae puede considerar un 6:00/Km, teniendo en cuenta el tiempo considerable que pasó hasta que pudimos empezar a trotar a ritmo).

Marcos nos estaba esperando. Consiguió un tiempo fenomenal. Y, lo mejor, sin problemas en sus isquiotibiales.

A Alpigra ya no lo volví a ver. Esta mañana he podido leer la crónica de su carrerón.

Nos despedimos de Dánae y su familia, pues tenían un compromiso, aunque quedamos en que llamaría a Santi más tarde para tratar de localizarnos (finalmente no pudo ser).

Marcos nos ofreció, gentilmente, su casa para ducharnos. Tuve ocasión de conocer a su mujer y sus hijos.

Candela, el loro, no se mostró tan parlanchina como hace unas horas, aunque nos deleitó con ruidos de pelotas de tenis y silbidos la mar de graciosos.

Nos fuimos a cenar Marcos, Santi y yo, al muelle de Gallineras. Abundante pescaíto frito y cerveza para rematar una jornada de lo más emocionante.

XXIII Carrera Popular Sur

Echaba de menos ya el espíritu popular. Tras un par de semanas de descanso, el IMD retomaba la actividad con la carrera de hoy, que cierra el circuito de las populares por los barrios de Sevilla. Esta vez era el turno de la zona Sur.

Uno ya se va curtiendo en estas lides, y empieza, quizás a ser descuidado en algunos aspectos. Pero, ¿quién podría resistirse a salir el sábado noche de tapas y cervecitas por las terrazas de Sevilla? No sé si los caracoles tendrán muchos hidratos (me da a mí que no), pero me puse hasta el culo.

Madrugón dominguero, desayuno normal, me arreglo y cojo la bici hacia el Parque de María Luisa, desde donde tomaremos la salida.

Aparco, caliento y estiro sin prisas. He llegado muy temprano y no hay necesidad de correr (ah, sí que la hay, que esto es una carrera, es verdad).

Me encuentro con algunos habituales, como Ismael, mi colega del curro, que tampoco se ha perdido una. Ayer mismo se papeó un duatlon y hace una semana los 101 de Ronda andando, además del Triatlon de Sevilla hace poco. Vamos, una máquina, el bicho.

Muchísima gente, como siempre.

La estrategia la tengo planificada hasta la mitad. Voy a configurar a ForeRundy para que corra a 5:45 /Km. Ese será el reto a cumplir. En el kilómetro 5, justo a la mitad, cuando para mí psicológicamente la carrera ya está vencida, decidiré la estrategia a seguir en función de mi estado en ese momento.

Mi plan es sacarle ventaja al compañero virtual, rodando entre 5:15 y 5:30 para después decidir qué hacer con ella alcanzada la mitad de la prueba.

A las 9:30 suena el pistoletazo de salida y, en ese preciso instante, activo el cronómetro. Un termómetro nos indica que la temperatura es de 27 grados centígrados.

Dejo que FR coja ventaja, vamos apretujados y poco podemos hacer más que andar.

Poco a poco va quedando espacio y puedo ir soltando las piernas. Voy fuerte, y apenas abandonamos el parque ya he alcanzado a FR.

Ahora a hacer kilómetros, sin pausa y con un ritmo constante.

Me siento muy ligero y me gusta mi estilo corriendo, con los brazos pegados al cuerpo y paralelos entre sí.

He decidido no mirar las pulsaciones. Sé que va a ser una carrera muy dura en la que el calor va a ser un elemento clave. Como las mire es posible que frene para reducirlas.

Ya subimos por Ramón y Cajal buscando la Ronda del Tamarguillo. Es un recorrido psicológicamente duro, en opinión de corredores que han participado en años anteriores. Rectas larguísimas, rematada al final, por toda la Avenida de las Palmeras desde el estadio del Betis hasta el parque. Pero no me preocupa, yo sólo a cumplir un kilómetro tras otro.

Vamos buscando sombras como podemos. El calor es sofocante. En el kilómetro 3, aún en Ramón y Cajal, nos encontramos con el primer avituallamiento. Derramo media botella sobre mi cabeza, a ver si sirve de algo.

No sé qué hacer contra el calor… Si me quito la gorra, malo, pues me achicharro el coco. Si me la dejo puesta, bien, pero me asfixio igual.

Varias veces tuve que refrescarme el coco. Es la primera vez que esto me sucede en una popular. Aún así, sigo manteniendo un ritmo excelente.

Y llegamos al kilómetro 5, a punto de afrontar ya la Carretera de Su Eminencia hasta el estadio del Betis.

Paso el kilómetro 5 en 26′ 49″, lo que supone que he corrido a una media de 5:21/Km. Miro atrás y veo a ForeRundy bien lejos: le llevo una ventaja de unos 350 m.

Momento de las grandes decisiones. ¿Mantengo ese ritmo, buscando duplicar esa distancia, lo reduzco levemente, aumentando la separación, pero no tanto, o devuelvo distancia?

Creo que hice lo correcto. Voy a reventar de calor y aún queda carrera. El objetivo inicial se conseguirá sin ningún problema siempre y cuando no haga ninguna machada. Descendiendo por el tunel de Su Eminencia, decido devolver metros rodando ligeramente por encima de 5:45. Después, el último kilómetro y medio antes de meta, detendré la devolución y, si me veo con fuerzas, volveré a apretar algo.

Y así procedí. Reduje la velocidad y fui devolviendo gradualmente metros, hasta llegar a un mínimo de 230 de ventaja a mi favor.

Y lo dicho. A eso de un kilómetro y medio antes de meta, aprieto, pero sólo lo justo para no devolver más. Voy bien así y no tengo ganas de florituras.

Me leen el código de barras y justo después apago el cronómetro en 54′ 25″. El tiempo oficial será algo menos.

Recojo la ansiada camiseta azul que completa los cinco colores de las populares y procedo a hidratarme: me tomo ¡una fanta de limón y tres botellas de agua!

Busco una sombra donde estirar. Me encuentro a José Luis, el compi que me reconoció hace unas semanas por una foto mía en el foro. Me habla de varias carreras por aquí, entre ellas, una nocturna por Dos Hermanas muy pronto.

Cojo la bici y regreso a casa, no sin antes detenerme por una frutería y comprar un kilo de cerezas para darme un buen homenaje esta tarde.

Denominación: XXIII Carrera Popular Sur
Exigencia: 5
Distancia: 9’73 Km
Tiempo: 54′ 12″ Tiempo oficial publicado
Ritmo medio: 5:34 /Km
FC media: 167 ppm

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