El mejor secreto de productividad: ama y vive el presente

Gracias a este blog he aprendido a no guardar nada para mí. No siempre se puede querer compartir lo que uno le ha costado mucho tiempo o dinero aprender. Hacerlo día a día, escribir artículo tras artículo sin esperar nada a cambio, me proporciona mucha tranquilidad de espíritu y hace que me sienta un autodidacta agradecido.

Hoy quiero compartir contigo, circunstancial lector, el que considero el secreto más importante para una alta productividad sin estrés. Cualquier otro método que te pueda contar, por famoso, demostrado o elaborado que sea, no le llega a la altura de los tobillos a este: ama y vive el presente.

Algo tan simple como eso.

Ama…

Detrás de cualquier tarea siempre hay un beneficio implícito. Incluso las que más nos desagradan o las rutinarias lo tienen y es importante valorarlo y hacernos merecedor de él. Pon todo tu amor en hacer tu trabajo lo mejor posible, saca siempre a relucir lo mejor de ti mismo.

Vive el presente…

Cuando te enfrentes a cualquier tarea, concentra todos tus sentidos en ella. No desperdicies un solo pensamiento en algo ajeno a lo que estás haciendo. No te evadas del trabajo y dedícale toda tu atención. El momento presente, tan escurridizo, es lo único que de verdad tienes: no te lo pierdas y saboréalo con plenitud.

Si eres capaz de seguir estos dos consejos, no sólo te encontrarás con que eres capaz de realizar tu trabajo en mucho menos tiempo del habitual, sino que disfrutarás mucho más de él y descenderá tu nivel de estrés.

Voy a proponerte dos ejercicios aparentemente sencillos que te ayudarán a desarrollar y fortalecer estas actitudes. Practícalos rigurosamente todos los días y en muy poco tiempo aprenderás a extrapolarlos a todo lo que hagas. Pueden parecerte ridículos a simple vista, pero no debes menospreciarlos.

1. Lava los platos

Lava la vajilla después de comer. Dedica todo tu cariño y atención a que quede cuidadosamente limpia. Pon todos tus sentidos en juego: experimenta el contacto del agua en tus manos, el olor del jabón, el tacto de la espuma. Tómate todo el tiempo que haga falta para que desaparezca la suciedad y la grasa en toda la superficie. Asegúrate de ser meticuloso y sistemático. No te distraigas con pensamientos ajenos a lo que estás haciendo, no pierdas la concentración.

He elegido este ejercicio porque ilustra un ejemplo de tarea que, aunque importante, solemos clasificar como ingrata. Conecta con el beneficio implícito, cuida de la limpieza de los platos y cubiertos que, horas más tarde, volverán a utilizarse para que disfrutes con provecho de tus alimentos.

2. Lávate los dientes después de cada comida

Estoy seguro de que ya lo haces a diario. Pero te propongo que lo hagas de un modo diferente y mucho más consciente. Hazlo sin prisas y dedica tu atención, uno a uno, a cada diente y muela. Acaricia con suavidad las encías y siente las cerdas del cepillo sobre ellas. ¿Usas un cepillo o seda interdental? Repasa cuidadosamente cada hueco, no dejes ni rastro de comida entre las piezas. Termina con un colutorio y experimenta la sensación de frescor y ligereza de una boca limpia. Dedica todo tu amor y concentración al proceso, no te pierdas nada.

Este ejercicio muestra un ejemplo de tarea cotidiana cuyos beneficios principales se descubren a medio plazo y no en el momento de realizarlas. Es fácil, por pereza, olvidar nuestra higiene dental en ocasiones puntuales, pensando que nuestra salud dental no se resentirá por alguna que otra falta. Poco a poco vamos perdiendo la percepción de su importancia y los descuidos son cada vez más frecuentes. Resultado: problemas dentales garantizados.

Y, después de todo, si no eres capaz de dedicar todo tu amor y buen hacer a tu propia salud, a tu propia persona, ¿a qué otro objetivo podrás de verdad entregarte con plenitud?

Javier Montero Gabarró


El mejor secreto de productividad: ama y vive el presente


El texto de este artículo se encuentra sometido a una licencia Creative Commons del tipo CC-BY-NC-ND (reconocimiento, no comercial, sin obra derivada, 3.0 unported)


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Bandejas de entrada antiestrés

Es fácil asociar el perfil de una persona productiva con el de alguien continuamente en movimiento, realizando una tarea tras otra sin un respiro, permanentemente al teléfono y tomando decisiones a diestra y siniestra, a veces con poca o ninguna reflexión. Resulta fácil imaginarnos a alguien estresado.

Pero no existe productividad cuando hay estrés. No me refiero al estrés ocasional y moderado, que puede resultar incluso beneficioso, sino al crónico y pernicioso, consecuencia de unos hábitos de pensamiento inadecuados al manejar las situaciones diarias.

Al igual que sucede con el motor de un coche permanentemente alto de revoluciones, es sólo cuestión de tiempo que nuestra maquinaria se gripe y deje de funcionar.

La productividad está ligada a los conceptos de eficacia y eficiencia: ser resolutivo y conseguir objetivos, pero con el mínimo consumo de recursos. El estrés es un buen indicador del agotamiento de estos últimos.

Una de las fuentes de estrés es el bombardeo continuo de requerimientos de diversa índole y que no podemos gestionar en ese momento. Puede tratarse de tareas nuevas que hacen su aparición o el recuerdo de otras aún pendientes. Puede ser una cuestión trascendental o una simpleza, pero nos esforzamos por retener todos estos requerimientos en nuestra memoria, lo que es equivalente a llevar una pesada carga sobre nuestra espalda.

Con frecuencia abandonamos lo que tenemos entre manos para reevocar esas tareas pendientes y asegurarnos de que no las olvidaremos. Puede que incluso nuestro estado de ánimo se oscurezca imaginándonos lo que sucedería si no pudiéramos llevarlas a cabo con éxito en el tiempo previsto.

Esto suele traducirse en falta de concentración, ansiedad y en la aparición de estrés.

Uno de los principios en los que destaca el alto rendimiento libre de estrés consiste en el uso de almacenes temporales y fiables en los que podamos almacenar todos estos inputs sin necesidad de ir cargando con ellos.

Esos almacenes, que podemos denominar bandejas de entrada, pueden ser de índole diversa dependiendo de la naturaleza del requerimiento. Nuestra primera misión ha de consistir en hacer un cuidadoso inventario de todas las que utilizaremos.

Recibimos inputs durante el día con frecuencia en el momento más inesperado. En mitad de una tarea nos interrumpe una llamada, un correo, un documento en papel, o un simple recuerdo de algo que no debemos olvidar.

La clave consiste en interceptar esos requerimientos inmediatamente, tal como aparecen, y almacenarlos temporalmente en esas bandejas de entrada para su posterior procesamiento.

La cuestión es liberar nuestra memoria de toda la gestión de asuntos pendientes.

Ejemplos de bandejas de entrada pueden ser:

  • La bandeja de entrada del correo electrónico para todo el correo que llega.
  • Un software de gestión de listas con una en particular configurada para anotar cualquier asunto entrante.
  • Un pequeño cuaderno (muy útil si no disponemos de un ordenador en ese momento).
  • Un espacio en nuestra mesa sobre el que apilar cualquier documento físico entrante.

No hay que dejar escapar NADA. Si lo hacemos el método perderá su eficacia.

Es muy importante el concepto de temporalidad asociado a cualquier bandeja de entrada. Se trata de almacenes transitorios: una a una, y en el momento oportuno, cada una de estas bandejas será procesada sistemáticamente. Es lo que los expertos en productividad denominan «dejar a cero la bandeja de entrada».

En otros artículos hablaremos de cómor realizar ese procesamiento sistemático. Por ahora es suficiente con que identifiquemos cuáles van a ser nuestras bandejas de entradas fiables y empecemos a practicar el gesto de volcar en ellas cada requerimiento que se cruce en nuestro camino, sea externo o interno. Es el primer paso hacia la alta productividad sin estrés.

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 6 de octubre de 2012


Bandejas de entrada antiestrés


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