Escritura y sudor

Hubo un tiempo no tan lejano en el que siempre, tras finalizar cada entrenamiento (esto es, un día sí y otro no), publicaba puntualmente un resumen en un foro de atletismo que después replicaba en este blog.

Ese era un gesto común entre muchos de los que nos encontrábamos allí. Entrenábamos y después, sin demora, contábamos nuestra gesta a los demás.

Porque correr era siempre una hazaña, algo que sabíamos muy bien los que practicábamos con regularidad este deporte. Había sufrimiento implícito en cada entrenamiento. El nivel de exigencia al que sometíamos nuestro organismo, con el corazón latiendo a 150 ppm (cuando no más), ininterrumpidamente durante largos períodos de tiempo, rozaba el límite de la tortura.

Pero era un sufrimiento morboso que a su vez nos llenaba de un placer indescriptible, no sólo durante el ejercicio, sino especialmente después.

Y así, embriagados por las endorfinas, nos disponíamos prestos a contar nuestra hazaña a otros corredores y a esperar sus comentarios, del mismo modo que, recíprocamente, esperábamos y comentábamos los entrenamientos puntuales de los demás.

Una vez se forjó esa asociación escritura-sudor, los entrenamientos ya empezaron a ser diferentes. No querías limitarte a una simple exposición de datos deportivos sino que buscabas ser imaginativo y original, evitando repetirte.

Entrenabas pendiente de cada detalle, al acecho de aquel suceso original digno de ser narrado después. Otras veces, el entrenamiento era condicionado por la escritura: sabías lo que querías contar, pero antes estabas obligado a vivirlo.

Correr y escribir se convirtieron en amigos inseparables. Cuando uno flojeaba el otro tiraba de él. Si un día te sentías extenuado físicamente, las ganas de escribir te obligaban a salir a la calle para tener algo que contar. Y viceversa; si no te encontrabas inspirado, el acto de correr despertaba tu imaginación.

Hoy sólo escribo sobre mis entrenamientos en ocasiones muy puntuales ( y, por supuesto, tras cada carrera), pues la escritura ha encontrado nuevos amigos inseparables en la música, la productividad o la programación de ordenadores.

Y se necesitan desesperadamente entre ellos. Porque escribir, o componer una canción, o hacer un programa de ordenador, al igual que correr, es siempre una hazaña: llevan implícitos un dolor morboso, reflejo de esa parte de nuestra alma que queda siempre tras cada artículo, canción o programa y que sabemos que nunca recuperaremos.

7’7 Km, a un ritmo medio de 6:05 min /Km.

Javier Montero Gabarró


Escritura y sudor


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El Club del Autodidacta

Correr mientras la ciudad duerme

Correr limpia y renueva…

Qué tendrá este deporte que, por cerca o lejos que vayamos, por lento o rápido que corramos o por mucho o poco que variemos nuestros recorridos, nunca albergamos la sensación de estar haciendo algo rutinario.

Después de cualquier entrenamiento, por suave o exigente que nos haya resultado, siempre hay una percepción de prueba superada, de triunfo sobre nosotros mismos, de victoria sobre nuestros miedos más íntimos. Al menos, es lo que a mí me sucede, pero apostaría que también es así en la gran mayoría de los que practican este deporte.

Y cuando uno se levanta de la cama antes de las seis de la mañana, se bebe dos vasos de agua y, en ayunas, se echa a la calle a correr mientras la ciudad aún duerme, esa sensación de victoria es el doble de intensa.

Correr de noche, con las calles desiertas y que te sorprenda, casi sin darte cuenta, el amanecer, es algo que reconforta física y espiritualmente. Es como volver a nacer, o como si desde la montaña más alta contemplaras el mundo a tus pies.

Ese horario se ha convertido ya en mi favorito para entrenar, casi una necesidad para mí si quiero seguir corriendo en Sevilla durante el verano.

Y después, naturalmente, tras el oportuno estiramiento, una buena ducha y un desayuno que parece nutrir instantáneamente cada célula del cuerpo.

Cuando, poco después, me dirijo al trabajo, tengo la sensación de que el tiempo ha transcurrido de una manera especial y me parece muy lejano el momento en que me eché a correr.

Y me dispongo sereno a afrontar las vicisitudes que el día me habrá de deparar, pero con ese convencimiento de que lo más importante y valioso que tenía que hacer ya está hecho.

(7’35 Km, 44 min, 5:59 min/Km)

Javier Montero Gabarró


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El Club del Autodidacta

Carrera Popular Sur 2012 – Sevilla

Tercera carrera del circuito de barrios organizado por el IMD en Sevilla. Tras las primeras, dedicadas a San Pablo – Nervión y a Triana-Los Remedios, le ha tocado esta vez el turno al distrito Sur.

No he tenido clara mi participación hasta el último momento. Un desafortunado mal paso esta semana, mientras caminaba por la calle, hizo que se me torciese un tobillo. Pensé que todo quedaría en un susto, pero al día siguiente el dolor era evidente simplemente andando. Afortunadamente, ayer cesaron las molestias y decidí darme una oportunidad e intentar participar en la popular.

La prueba de fuego ha sido durante los minutos de calentamiento que he pasado dando vueltas a la plaza de España, lugar de inicio de la carrera. Si notaba el más mínimo dolor en el tobillo no me situaría en línea de salida.

Pero no fue así, de modo que programé prudentemente a ForeRundy a 5:45 el kilómetro y a las 9:30 de la mañana, aproximadamente, me eché a correr tras el pistoletazo de salida.

La organización nos había advertido por megafonía del cuello de botella que se formaría para abandonar el parque de María Luisa, por lo que mi «compañero virtual» pronto se alzaría con una ventaja de 80 metros.

Mi estrategia sería correr lo sufientemente rápido para ir reduciendo esa distancia muy paulatinamente, sin prisa, aunque tardara varios kilómetros en hacerlo, como así sucedió.

Llegué a sacarle una ventaja máxima de unos 100 metros en la carretera de Su Eminencia, muy cerca ya del estadio del Betis. Desde ese momento, en la avenida de Las Palmeras, devolví parte de la ventaja para dejarla, finalmente, en unos 40 metros a mi favor.

Un termómetro, ya en el último cuarto tramo de la carrera, indicaba una temperatura maravillosa de 25 grados. Recordé como, el año pasado, en la misma prueba, el termómetro nos ofrecía 31 insufribles grados.

Entré en meta, de acuerdo a los resultados publicados oficialmente, en 55′ 48″. El GPS midió 9’81 Km, lo que me ha otorgado un ritmo medio de 5:41/Km.

Endorfinas para la mente, como diría mi amigo Santi, con el que la temporada pasada compartí muchísimos kilómetros en carreras por Sevilla y Cádiz. Hoy, tras varios meses apartado del mundillo por una tendinitis, ha hecho su reaparición magistral.

La siguiente prueba del IMD no será hasta finales de septiembre, con la famosa nocturna del Guadalquivir. Comenzamos ahora unos meses en los que, como todos los de por aquí saben, es prácticamente imposible correr, aunque no descarto hacerlo quizás en sitios más frescos…

Será por opciones.

Javier Montero Gabarró


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El Club del Autodidacta

Carrera Popular Nervión 2012

Con algo de retraso respecto a otras ediciones, iniciamos finalmente el ciclo de carreras populares que organiza el IMD en Sevilla. La gran novedad este año ha sido que las inscripciones han dejado de ser gratuitas, algo que no ha estado exento de polémica entre todos los aficionados a este deporte. Hay que reconocer, no obstante, que los precios son «populares»: veinte euros por el derecho a participar en todo el circuito, lo que incluye las 5 carreras de los distritos del IMD más la nocturna del Guadalquivir. Además, en el momento de recoger tu dorsal te hacen entrega de una bolsa de corredor con cuatro camisetas y una gorra. También existe la modalidad de pago por carrera individual (5 euros), pero a poco que quieras participar en unas cuantas te sale rentable el paquete completo. Y eso sin contar con la molestia de tener que recoger el dorsal para cada carrera, algo que no sucede si optas por el circuito completo, pues es el mismo para toda la temporada.

La verdad es que, de todas las carreras en las que he participado, las del IMD han sido las únicas por las que no he pagado dinero. Sin ir más lejos, correr en la San Silvestre vallecana me costó 19 euros; por participar en Divina Pastora pagué aproximadamente la mitad.

En cualquier caso, la tasa de participación ha sido excelente, aunque también es cierto que me he encontrado a gente corriendo sin dorsal.

Una mañana muy soleada, algo calurosa, pero sin el viento de todos estos días pasados. Todo perfecto para un placentero domingo deportivo.

Mi estrategia ha sido simple, no perseguía otro objetivo salvo disfrutar, apretando en la medida de lo posible, pero sin llegar a cansarme. Desde el aspecto más competitivo, tampoco se trataba de una prueba oficial. De hecho, la distancia ha sido sólo de 9100 metros.

Así que programo a ForeRundy a 5:45, como en Divina Pastora. Salgo muy bien y muy suelto. A veces creo que, como estoy corriendo con un pantalón corto que es la mínima expresión (en los entrenamientos suelo hacerlo con chandal), llevar tan poca tela sobre las piernas me hace dar una zancada más alegre. La cuestión es que los primeros kilómetros debí rodar en torno a 5′ /Km, o poco más.

Llegado el primer puesto de avituallamiento, al comprobar que lo había dejado atrás, di media vuelta y me dirigí a recoger la botella, algo que no debí hacer, pues supuso un punto de inflexión que me rompió la concentración y el ritmo excelente que mantenía. Además, si hubiera aguantado 10 metros, me hubiese encontrado con otra tanda de botellas más adelante.

El punto más duro, sin duda, el puente de la carretera de Carmona. Definitivamente, las cuestas no son lo mío y a la carrera de hoy no le han faltado unas cuantas.

Así que 9120 metros, según mi GPS, en 49′, lo que resulta en un ritmo medio de 5:22 /Km.

Se me ha hecho cortita y con ganas de más. Se ha notado ese kilómetro de menos. En compensación, la próxima excederá ampliamente los 10K.

Nos vemos el 13 de mayo en Triana…

Javier Montero Gabarró


Carrera Popular Nervión 2012


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El Club del Autodidacta

Donde dije cuarenta y cinco digo cuarenta y siete y medio

Hace aproximadamente un mes y medio comencé mis entrenamientos suaves y pacientes de cuarenta y cinco minutos. Me he mantenido todo este tiempo fiel a ellos, salvo algún que otro cambio de ritmo ocasional y los 10K de la edición de Divina Pastora en Sevilla.

Cuarenta y cinco minutos que han sido ensayados a lo largo de diversas rutas. Típicamente han sido circuitos de «ida y vuelta», partiendo desde casa, en los que tomaba un camino hasta que el reloj me indicaba que llevaba la mitad del entrenamiento (22 minutos y medio), momento en el cual retomaba los mismos pasos de regreso. En realidad, la inversión se producía entre 30 segundos y un minuto después de la mitad de la tirada, pues de este modo el entrenamiento propiamente dicho concluía antes de llegar a casa y aprovechaba para dedicar los últimos segundos para enfriarme y recuperar el estado normal gradualmente.

Ayer, al fin, inauguré oficialmente los 47’5 minutos de entrenamiento en un placentero recorrido junto al río a últimas horas de la tarde.

Como siempre, un pequeño incremento de tan sólo dos minutos y medio respecto al tiempo de entrenamiento anterior. Ayer, tras mes y medio corriendo cuarenta y cinco minutos, decidí subir al escalón siguiente. Tras esa decisión un análisis meticuloso del estado general, una comprobación de que el cuerpo, en su globalidad, tenía perfectamente asimilada esa carga y se le podía exigir un poquito más.

Un cambio aparentemente minúsculo y despreciable, pero que nadie dude de que es a través de incrementos pequeños, casi imperceptibles, como mejor progresamos minimizando el riesgo de lesión.

Javier Montero Gabarró


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Circuito Divina Pastora 2012 – Sevilla — Mejor marca personal

Este año, la edición sevillana del circuito Divina Pastora se ha adelantado respecto a las populares que organiza el IMD, que hasta el 22 de abril no iniciarán su andadura.

La carrera de hoy era una cita obligada. No sólo es la única prueba de 10K entre las que se celebran por aquí que está homologada por la federación de atletismo, sino que supuso mi mejor marca personal del año pasado en la distancia (54′ 10″, marca que me sirvió después para acreditar el cajetín sub55′ en la San Silvestre vallecana). Tengo el recuerdo de una organización excelente, un ambiente trepidante y un recorrido precioso bordeando el centro histórico sevillano. Y como no, compartiendo kilómetros con Fermín Cacho y Pentinel (con los que estuve, además, entrenando el día anterior a la prueba). Este año hemos contado con la participación estelar, además de Fermín, de Marta Domínguez, que justo ayer pulverizaba su marca de 10K en Laredo.

Llego 45 minutos antes de la salida al parque de María Luisa, desde donde comenzará y concluirá la carrera. Aparco la bicicleta y dejo mi ropa en el guardarropa. Es una mañana fresquita perfecta para correr.

Mi gran duda es a qué ritmo configuraré la liebre virtual del Forerunner para que tire de mí. Barajo tres posibilidades:

– 6’/Km, ritmo típico de mis entrenamientos.
– 5:45/Km, ritmo de los entrenamientos más exigentes
– 5:20, ritmo para intentar batir mi mejor marca personal

No termino de decidirme, por lo que aplazo la decisión hasta después del calentamiento en forma de unas cuantas vueltas alrededor de la Plaza de España.

Opto, finalmente, por configurar a ForeRundy a 5:45/Km, con lo que llegaría a meta en un máximo de 57 minutos y medio. Mi objetivo sería el de siempre, dejar atrás a FR tanto como me sea posible, pero con un compromiso adicional: no devolvería ni un solo metro de los ganados, es decir, mi ritmo instantáneo, en el peor de los casos, sería de 5:45/Km. En otras ocasiones me he permitido devolver metros con tal de no comprometer el objetivo final, pero esta vez no lo haría.

Arranco fuerte pero con excelentes sensaciones. He preferido dejar la cinta del pulsómetro en casa para no tener referencia de pulso cardíaco. Tampoco sé a qué ritmo ruedo: sólo utilizo una pantalla en la que se ve a mi compañero virtual y la distancia que nos separa en cada momento.

Se suceden los kilómetros y la distancia que le saco a ForeRundy se va contando en centenares de metros. Tan sólo en un momento me cuestiono si tal vez estoy rodando demasiado fuerte, pues hay un instante, antes de la mitad del recorrido, en el que me siento desfallecer y me veo obligado a disminuir algo la velocidad. Pero en poco segundos vuelvo a sentirme fuerte, recupero la concentración y aprieto otra vez.

Entro en meta en 52′ 23″, según el tiempo oficial. A mi compañero virtual le he sacado 900 metros y he pulverizado mi mejor marca personal en casi dos minutos.

He rodado 10 kilómetros a una media de 5:14/Km, algo que jamás habría imaginado ni en mis mejores pronósticos.

Contento y entero, ¿qué más se puede pedir?

Ahora, mientras llega la siguiente, retomar mis entrenamientos pacientes y lentos que tanto placer me dan.

Javier Montero Gabarró


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Regreso a los cambios de ritmo: presentación de CR-IV

Una vez consolidados los entrenamientos de fondo sistemáticos, con rodajes típicos de 45 minutos, es hora de incorporar variedad en forma de cambios de ritmo.

La metodología esencial es exactamente la misma que con el trabajo de base: partir por debajo de mis posibilidades para asegurar una transición muy gradual nada traumática. Para ello he preparado el cuarto tipo de cambios de ritmo de mi colección, con fórmula general:

CR-IV (Vi, t, inc, n), particularizándolo así:

CR-IV (9, 2’5, 0,5, 10) (me gustan las formulitas, qué le vamos a hacer…)

El ejercicio consiste en lo siguiente:

Cada dos minutos y medio (t=2,5) modifico la velocidad de la cinta. Durante el primer tramo corro a 9 Km/h (Vi=9); en el siguiente incremento la velocidad en 0’5 Km/h (inc=0’5), es decir, me muevo a 9,5 Km/h. El tercer tramo vuelvo a incrementar, pasando a 10 Km/h.

Una vez finalizados dos incrementos, doy un paso atrás volviendo a la velocidad anterior, 9’5 Km/h. A partir de ella, dos nuevos tramos con incremento, otro atrás, y así sucesivamente hasta completar 10 tramos (n=10).

En conclusión, 10 tramos a las siguientes velocidades: 9, 9’5, 10, 9’5, 10, 10’5, 10, 10’5, 11 y 10’5.

La duración total del ejercicio ha sido de 25 minutos (2’5 x 10), algo más del 50% del tiempo que empleo en el entrenamiento de fondo.

Una actividad muy suave, pero muy adecuada para comenzar. En tan sólo uno de los tramos he superado la velocidad máxima de mis entrenamientos habituales. Ya habrá tiempo para mayores exigencias.

Naturalmente, el ejercicio también puede plantearse con unidades de Ritmo en lugar de Velocidad, con decrementos en lugar de incrementos. Puede desarrollarse perfectamente en exteriores empleando un reloj con GPS, controlando que el ritmo medio de cada tramo sea el deseado.

Los cambios de ritmo son un método excelente y muy ameno para ir preparando el cuerpo a rodajes a velocidades mayores. Entrenando cuatro días a la semana, dedicar uno a esta actividad contribuye a darle una pizca de sal y alegría a los entrenamientos.

Javier Montero Gabarró


Regreso a los cambios de ritmo: presentación de CR-IV


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Bienvenidos de nuevo, 45 minutos

Hacía ya muchos meses que no escribía sobre mis entrenamientos. Salvo dos artículos puntuales sobre la nocturna del Guadalquivir y la San Silvestre vallecana, los artículos de running no se han vuelto a ver por el blog.

La razón de eso es porque en agosto, a raíz de una pequeña lesión, que hizo que me replanteara mi trayectoria, decidí volver a comenzar absolutamente desde cero.

Volver a empezar significaba correr muy poco tiempo y muy lento. La primera semana mis entrenamientos consistieron en breves tiradas de apenas cinco minutos un día sí y un día no.

El método riguroso que seguiría consistía en incrementar cada semana la exigencia de un modo muy sutil. Cada semana mis entrenamientos aumentaban dos minutos y medio respecto a los de la anterior. Así, la segunda semana corría 7’5 minutos y la tercera ya estaba en los 10.

Acostumbrado a entrenamientos de hora y media, este cambio radical implicaba mucha paciencia. Pero era el mejor modo de readaptar mi organismo a los cambios drásticos que suceden cuando uno corre.

En la crisis que me llevó a esa decisión comprendí lo mal que había hecho las cosas a lo largo de la temporada anterior. Hace falta muchos años para forjar a un corredor y creer que uno puede lograrlo en un solo año es una ilusión que puede ocasionarnos serios disgustos, como una lesión, o el abandono de la actividad por la falta de motivación.

Y es que, en ese frenesí ridículo de afán de superación en tan corto plazo, era necesario detenerse y volver a conectar con las motivaciones intrínsecas que hacen que disfrutemos de un ejercicio tan excelente como correr simplemente por lo que es. Y así, aprendí a esperar con ilusión esos cinco minutos y a disfrutar de ellos como si fuera lo último que viviera. Me entregaba a ellos con total pasión y los recibía agradecido como el mejor de los premios.

Con constancia y mucha paciencia, poco a poco las tiradas fueron incrementando su duración. En los hitos importantes, como los 20 o 30 minutos, me permitía repetir una semana extra sin incrementos, para consolidar mejor el trabajo. Estaba también muy pendiente de las sensaciones y, si tenía la menor duda en que alguna parte de mi cuerpo se quedaba rezagada con los pequeños incrementos, no dudaba en esperar y mantener el tiempo una semana más sin aumentarlo.

Las reglas eran rigurosas y las respetaba escrupulosamente: no más que el tiempo planificado y a un ritmo lento que me permitiera finalizar el ejercicio sin sensación de cansancio. El ritmo lo controlaba por sensaciones, el que me pidiera el cuerpo en cada momento. El pulsómetro, cuando lo utilizaba (tan sólo me hacía falta un reloj simple para controlar la duración del ejercicio) corroboraba que, en circunstancias muy cómodas, mi corazón latía en torno a los 150 pulsos por minuto.

La única excepción a la regla era mi compromiso con las carreras, en particular los doce kilómetros de la nocturna del Guadalquivir, a finales de septiembre, y los diez de la San Silvestre vallecana, el último día del año. Y así, las corrí y disfruté, con cuidado de no dejarme el alma en ellas.

Con el nuevo año decidí dejar de correr días alternos (7 entrenamientos en 14 días) y hacerlo cuatro días a la semana. Eso implicaba que tocaría entrenar dos días seguidos a la semana, rompiendo con el día de descanso entre medias sagrado hasta entonces.

Mi experiencia en este sentido ha sido muy satisfactoria. Dado que son entrenamientos suaves en exigencia, no ha habido ningún problema en hacerlo. De hecho, me sucede algo muy curioso: el segundo día consecutivo el cuerpo se comporta mucho mejor aún que el primero.

En el entrenamiento de hoy me he despedido de los 42’5 minutos tras varias semanas con ellos. Y lo he hecho de un modo muy grato. Últimamente estaba entrenando a ritmos suaves entre 6 y 6:30 minutos por kilómetro, pero hoy he llegado más lejos y con la misma percepción de esfuerzo que ayer: un ritmo de 5:45 que me ha dejado sorprendido, pues sólo entreno a velocidades que no me cansen en absoluto.

Así que el cuerpo me pide un nuevo y sutil cambio de nivel: la semana que viene toca pasar ya, de 42’5 a 45 minutos, que ya los estoy ansiando.

Y todo a esto a dos semanas justas de mi primera popular del año: la carrera Divina Pastora – Sevilla, prueba en la que conseguí mi mejor marca personal el año pasado en la distancia de 10K (54′ 10″). El objetivo sigue siendo el mismo que en la nocturna y la San Silvestre: simplemente acabarla. Correrla a mejor ritmo que en mis entrenamientos, por supuesto, pero sin dejarme el alma en el intento.

Porque, después de ella, retomaré mis entrenamientos cortos y lentos que tanto, tanto placer me dan.

Javier Montero Gabarró


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El Club del Autodidacta

San Silvestre vallecana 2011

Empecé a correr hace un año justo ahora para poder estar ahí: recorrer, el último día del año, los diez kilómetros que median entre el estadio Santiago Bernabeu y Vallecas.

Justo hace un año me compré en Madrid mis primeras zapatillas de correr. En el horizonte, dos retos que para mí resultaban sobrehumanos: la Nocturna del Guadalquivir en Sevilla y la San Silvestre vallecana en Madrid.

En septiembre cumplí el primero de ellos; ayer, el segundo. Repartidas durante el año, además, muchas otras carreras populares repletas de emoción.

Sin ninguna pretensión de marcas, simplemente estar ahí. Me posicioné en el cajetín de 55 minutos que me correspondía por mi mejor marca acreditada (54′ en la carrera Divina Pastora – Sevilla) y programé ForeRundy para que me llevara a meta, sin sufrimiento, en menos de una hora.

Más de 38.000 corredores nos juntamos ayer. Si creía haber visto todo ya en la nocturna de Sevilla, me equivocaba por completo. 38.000 ilusiones y anhelos esperábamos impacientes el disparo de salida.

Tras la primera tanda de corredores, que se llevó a los 12.000 primeros Concha Espina arriba, salió el segundo lote, en el que me encontraba.

Al final de la primera gran cuesta me giré para contemplar la gran masa humana a mis espaldas. ¡Qué impresión!

Pegado al globo de los 55 minutos descendí por Serrano, alcancé la Puerta de Alcalá, y tomé la Castellana perdido en ensoñaciones y disfrutando como un niño de cada metro de ese recorrido tan especial y de ese público tan numeroso que nos estuvo animando metro a metro. Hoy, horas después, cierro los ojos y soy capaz de revivir perfectamente cada tramo de la carrera.

La entrada en Vallecas fue dura, tal como estaba previsto. La avenida de la Albufera se me hizo larguísima. Tuve que aminorar la velocidad y perdí definitivamente al globo de los 55 minutos. Por más que miraba a la masa humana delante mía, no divisaba el fin de la cuesta.

Fueron dos últimos kilómetros difíciles que me recordaron que una de las razones por las que creo que, en mayor o menor medida, todos corremos, es por ese «masoquismo» especial, ese sufrimiento que es capaz de apaciguar y hacer más llevaderas las penas más profundas del alma.

Entré en meta en 57′ 57″, según me indicó un SMS que recibí ya en el metro. Devolví el chip, recogí la prendas en el guardarropa y me cambié para protegerme del frío de la noche. Allí me esperaba mi cuñado Rafa, que había terminado la carrera en 38′, junto a otros compañeros de su club de atletismo C.A. Villanueva.

Un sobresaliente a la organización y a las más de 600 personas que velaron por que todo resultara perfecto y sin cuellos de botella.

Cada carrera nos hace diferentes, sin lugar a dudas y cada una significa algo para nosotros. Para mí, la San Silvestre vallecana simboliza la rúbrica a un estilo de vida, el compromiso, la superación personal y el convencimiento de que con constancia y pasión podemos lograr casi cualquier cosa que nos propongamos.

Javier Montero


San Silvestre vallecana 2011


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XXIII Carrera Nocturna del Guadalquivir

Si un evento deportivo ha contribuido de manera decisiva a que correr sea mi actividad deportiva favorita, no ha sido otro sino la carrera nocturna que cada año se celebra en Sevilla.

Cuando se celebró el año pasado, aún no sabía lo que era ser capaz de aguantar corriendo más de diez minutos. Imaginarme a 20.000 personas recorriendo 12 Km, distancia que, por entonces, me parecía sobrehumana, instaló en mi mente una visión poderosa que ha desembocado en la pasión que hoy siento por este deporte.

Muchos conocidos estuvieron en aquella carrera: amigos, compañeros del trabajo. Hasta Vitor, el batería de mi grupo musical, se dejó la piel ahí aquel día.

A esa imagen poderosa se le añadiría, poco después, la visualización mental de la San Silvestre vallecana, que se celebra el último día del año en Madrid.

Con todo este arsenal de objetivos motivadores en mi mente, a mediados de febrero completé mi primera carrera popular en Sevilla, superando una distancia de 10 Km. A razón de una cada dos semanas, iría añadiendo otras tantas hasta prácticamente iniciado el verano.

El 31 de julio me lesioné después de completar un entrenamiento de 21 Km. Tras un mes completamente en el dique seco, fui retomando gradualmente la práctica, pero empezando absolutamente de cero.

Comencé corriendo tres minutos. A la semana los subí a 5 y poco a poco fui incrementando el tiempo. Justo hace una semana mis entrenamientos eran ya de 15 minutos.

Y ese era el dilema entonces: en esa situación, ¿debía correr los doce kilómetros de la nocturna del día 30?

En un principio, con mucho dolor en el alma y no tanto en el pie, descarté mi participación, aunque ya me había ocupado de inscribirme por lo que pudiera suceder.

El miércoles pasado, al ir al gimnasio a entrenar, mis pies, gobernados por el subconsciente, me llevaron hasta el estadio olímpico, sin que pudiera hacer nada por detenerlos. Allí recogí el dorsal.

Ese mismo día realicé un último entrenamiento de veinte minutos.

La decisión estaba tomada: participaría en la Nocturna del Guadalquivir. Pero no arriesgaría más que lo necesario para poder completar los 12 Km. Rodaría muy lento, a una velocidad de 8 Km/h, lo que me llevaría, aproximadamente hora y media corriendo.

Unas horas antes del comienzo, sentí miedo. No eran nervios, sino miedo de romperme. Pero la suerte estaba echada y no había opción posible.

A las ocho de la tarde recibo una llamada de José Luis, uno de los compañeros del foro de atletismo, que ya había llegado de Huelva y estaba ansioso esperando en la entrada. Quedamos en vernos en un rato, lo que tardase en llegar andando desde mi casa.

Ya doblando por la escuela de ingenieros hacia el punto de encuentro me vuelve a llamar. Lo localizo con facilidad y nos dirigimos hacia la salida. Hemos llegado pronto y aún no hay demasiada gente (la salida será a las 22:05).

Es su primera popular y se nota que está nervioso. Trato de tranquilizarlo desde la experiencia de quien se siente ya algo veterano en estas lides. Le hablo del efecto dorsal y le garantizo que irá más rápido de lo que pensaba hacerlo.

La multitud atrás de nosotros ya es una inmensidad. Me llama Manoli, que viene de Dos Hermanas, para intentar quedar con nosotros. Pero ya es prácticamente imposible.

Arranco el GPS y, tras varios minutos localizando satélites, se vuelve a apagar. Me acordé de mi cuñado, que hace una semana en Madrid desconectó el equipo mientras cargaba porque le hacía falta para enchufar su portátil, diciéndome que la pantalla indicaba que la carga estaba completa.

Salimos 5 minutos después de la salida controlada (los que van a por marca y están acreditados a hacerlo).

José Luis se lanza buscando su carrera y ahí me despido de él.

No tengo ninguna referencia de velocidad más que mi propia sensación. Pero, en una carrera, donde otros muchos corren a tu lado, es algo difícil de determinar.

Tras siglos corriendo veo el globo del kilómetro tres. Me digo: «Paciencia, Javier, esto va a ser largo».

Pasamos los barrios de Triana y Los Remedios. La masa humana es increíble. Por muy lejos que trato de ver hacia adelante y atrás sólo veo gente y más gente apiñada.

Esto no se parece a nada de lo anteriormente experimentado. Es impresionante.

A la altura de la Torre del Oro escucho, a mi lado, a unos corredores diciendo: «6:10; si somos capaces de mantener este ritmo podríamos estar corriendo otros 10 kilómetros más si hiciera falta».

Pasado el puente de Triana nos encontramos con el avituallamiento. Agua bendita.

Pasado el kilómetro siete noto que mis fuerzas se acaban. El pie está en perfectas condiciones, pero mi fondo físico no tanto. Es increíble cuánto se pierde cuando uno deja de entrenar con asiduidad.

No me preocupa porque sé de sobra que terminaré la carrera (para mí, psicológicamente acaban tan pronto supero el punto medio; el resto es inercia e ir descontando, uno tras uno, kilómetros).

Pongo en ON el Modo Sufrimiento y me dejo llevar por mis piernas como alma en pena, sin pensar.

Pero por un lado me alegro. Ese sufrimiento es el que purifica mi alma. Ahora es una tortura, pero al día siguiente será puramente anecdótico.

Y realmente necesitaba sufrir así…

Ya estoy cruzando el puente de la Barqueta. Mi ritmo ha empeorado algo. No tengo ni idea cuánto porque no tengo referencia temporal. Pero ahí sigo.

Pasamos el kilómetro 10. Últimos dos kilómetros hacia la meta.

La entrada en el estadio olímpico me resulta agónica. El túnel, infinito. El griterío ensordecedor de la gente resonando en el pasadizo me aturde.

Entramos, finalmente, en el estadio. La imagen que aún impregna mis retinas difícilmente la podré olvidar. Esa masa humana impresionante corriendo y la tremenda ovación del público.

Damos una vuelta a la pista y entramos en meta. El reloj de la organización marca 1 hora, 24 minutos y 30 segundos.

Si le descontamos los 5 minutos que nos retuvieron hasta que concluyó la salida controlada, supone que estuve corriendo en torno a 1 hora y 19 minutos, lo que implica una velocidad media algo superior a 9 Km/h. Un poco más rápido del planteamiento que había diseñado para no forzar el pie, aunque bien está lo que bien termina.

Lo peor fue una vez concluyó la carrera: inmerso en la masa humana, todos apelotonados caminando despacio hacia la zona de entrega de la bolsa del corredor, sentí un bajón tremendo y temí perder el sentido en cualquier momento. Cuando abandonamos el túnel y salimos al aire fresco empecé a sentirme mejor.

Hablé con Manoli y con José Luis, que me hicieron partícipe de sus respectivos grandes éxitos. Enhorabuena a esos dos pedazo de campeones.

Eché de menos a muchísimos otros compis de carrera con los que he compartido muchos kilómetros este año como Santi (si lees esto, espero que puedas darnos pronto buenas noticias), Danae, Marcos, Jesús, Alpigra (y algún que otro más que me dejo) y que, cada uno por sus razones, no han podido estar presentes. Y eché de menos a tantos otros, que en su mayoría no conozco, con los que me encantaría compartir kilometraje (espero que otro año os animéis, aunque tengáis que acudir desde la otra punta de España).

Me sentía realmente agotado. Recogí los generosos regalos (camiseta, pantalón de deporte, medalla, agua, barrita y dos pines), me cambié de camiseta y me puse inmediatamente a andar los kilómetros de vuelta a mi casa.

Cansado, pero más feliz que unas ascuas.

En casa, tras la ducha, me entró una tiritera tremenda y me di cuenta de que tenía fiebre. Me tomé un paracetamol y me acosté.

Y hoy, más fresco que una rosa. Agujetas en los cuádriceps y una ampolla en el pulgar del pie izquierdo, pero tremendamente satisfecho de haber vivido una experiencia única (23.000 participantes, según me enteré hoy) y haber cumplido uno de mis grandes sueños como corredor.

Javier Montero


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/10/xxiii-carrera-nocturna-del-guadalquivir/

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