Knoppix: Explorando el sistema de ficheros con PCManFM

Knoppix 6.4.4
Nivel: Básico

Sin duda, una de las herramientas que no pueden dejar de estar presentes en el CD de Knoppix es un buen gestor de archivos para cuando trabajemos desde la interfaz gráfica.

Recordemos que Knoppix 6 usa, como entorno de escritorio, LXDE, caracterizado por su economía de recursos. El gestor de ventanas que esta interfaz carga por defecto responde a las mismas características de poco consumo de memoria.

Presentamos PCManFM (PCMan File Manager), software libre bajo licencia GNU, ligero y rápido donde los hay, pero sin perder un ápice en prestaciones.

PCManFM toma su nombre de PCMan, el apodo con el que se hace llamar por Internet su autor, Hong Jen Yee.

Para arrancarlo, basta con hacer clic sobre el icono que representa un archivador, abajo, justo a la derecha del de LXDE.

PCManFM montará cualquier dispositivo de almacenamiento que localice en el sistema, como discos duros, lápices USB, etc…

Hay que ser tremendamente cuidadoso, porque tratará de montar todos los discos en modo lectura/escritura, incluso las particiones NTFS (algo que en versiones anteriores de Knoppix no funcionaba bien). Eso significa que si trasteamos indebídamente y borramos o modificamos ficheros críticos del disco duro interno, podríamos afectar al arranque de la máquina nativa después.

Pero eso no va a suceder, ¿no? Somos profesionales, y si llevamos Knoppix siempre encima con nosotros es para deshacer entuertos, no crearlos. 😉

Javier Montero

Python – Capítulo 12: IDLE

Objetivo: presentar IDLE, un sencillo, pero eficiente entorno de desarrollo integrado en el propio Python.

Existen diversas formas de trabajar con Python. La más común consiste en generar un fichero de texto con nuestro editor favorito, almacenarlo con la extensión .py y ejecutarlo a continuación desde el intérprete de comandos. Otro modo implica la utilización de un IDE.

Un IDE (Integrated Development Enviromment, Entorno de Desarrollo Integrado) es una aplicación que integra en un espacio común todas las herramientas que el programador necesita en cada fase del desarrollo de sus programas, desde la edición del código, hasta la compilación, el depurado y la ejecución, así como un conjunto adicional de funciones que facilitan todas estas labores.

Hay numerosos IDEs para Python. Aquí hablaremos de uno de ellos, IDLE; no porque sea el mejor, sino porque es gratuito y se incluye en el paquete que descargamos desde la página oficial de Python.

Si eres usuario de Windows y tienes Python instalado, ya tienes IDLE también. Algunas distribuciones Linux no lo incluyen por defecto, y habría que instalarlo aparte si estuvieras interesado en su utilización.

El nombre IDLE, en sí, ya tiene su gracia:

Al igual que el nombre Python surge en honor a Monty Python, IDLE (que suena casi a IDE), está inspirado en Eric Idle, uno de los fundadores del grupo de humoristas británico.

IDLE, aunténtico que es, está escrito en Python, apoyándose en Tkinter para todos los aspectos relacionados con la interfaz gráfica de usuario, lo que facilita la interoperabilidad entre distintos sistemas.

Arranca IDLE. Si eres usuario de Windows, localízalo dentro del grupo de programas que aparece tras la instalación de Python.

Aparecerá una ventana, denominada Python Shell, ofreciéndote el prompt de Python >>>, del mismo modo que si lo hubieras invocado desde el intérprete de comandos.

En la parte superior se halla la barra de menús.

A continuación, crea una nueva ventana en la que escribirás un programa simple de ejemplo.

File | New window

Y escribe algo así como:


# Programa desde IDLE
print ("Este programa está creado desde el editor que trae IDLE")

Observa los colores que te aparecen al escribir: IDLE se ocupa de destacar los distintos elementos, de modo que el programa resulta más legible.

Guarda el programa en disco con:

File | Save As...

No te olvides de escribir la extensión .py junto al nombre.

Ejecuta el programa recién creado con:

Run |Run Module (o pulsando la tecla F5)

En la ventana Python Shell se te mostrará el resultado de la ejecución.

También podrías haber cargado un fichero ya existente:

File | Open

No necesitas cerrar la ventana del código anterior, IDLE te permite tener abiertas cuantas necesites.

Entretente enredando con IDLE. Carga alguno de los programas anteriores y juega con ellos. A su debido momento mostraremos otras características de este genuino y divertido IDE que utilizaremos a partir de ahora para seguir aprendiendo Python con comodidad.

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 31 de octubre de 2012


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La vida sin el pulsómetro

Me he dejado olvidado, inadvertidamente, el pulsómetro en casa.

No estoy del todo seguro, pero creo que esta ha sido la única vez que he corrido sin él desde que me lo compré.

Quizás, tras ese olvido, estaba la despreocupación por el pulso en mis últimos entrenamientos, en cierto sentido más libres. Pero me he notado algo extraño al subirme hoy a la cinta en el gimnasio.

Sé de un compañero del foro que canceló su entrenamiento y decidió volverse a casa, aburrido de esperar a que su GPS terminara de localizar los satélites. Yo no he llegado a ese extremo y me he subido a la cinta a cumplir mi tarea.

Decir que correr sin pulsómetro me ha hecho más libre sería engañarme. Una cinta es como un gran GPS sobre el que te montas, en vez de llevarlo vestido en la muñeca. Se mide todo: distancia, inclinación, tiempo, calorías, velocidad… Incluso el pulso, si aprietas durante unos instantes unos contactos situados en las barras.

Pero, superada mi extrañeza inicial, algo de libertad sí que he sentido, pese a que todo estaba predestinado: me detendría al cumplir exactamente una hora y la velocidad durante todo ese trayecto sería, constantemente, 8’5 Km/h.

O, tal vez, ¿no sería esa ilusión de libertad simplemente atribuible a no sentir la opresión de la banda de goma sobre el pecho?

Javier Montero

——–

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¿Estás interesado en adquirir un pulsómetro a buen precio?

mIRC – Capítulo 4: La unión hace la fuerza

A estas alturas del curso ya disponemos de los conocimientos suficientes para mantener conversaciones a través del chat. En el último capítulo mostramos como listar los canales disponibles con el comando /list y como podíamos entrar en ellos sin más que hacer un doble clic sobre su nombre.

En otra entrega anterior, aprendimos también, a través del cuadro de diálogo «mIRC Favorites», la forma en la que podíamos crear nuestro propio canal.

No obstante, la forma profesional para crear un canal, o participar en uno ya existente, es a través del comando /join («unir», en inglés). Observemos su uso:

/join #foroatletismo

Si el canal #foroatletismo ya existe, nos uniremos a él. Si no, el comando lo creará y nos hará «operador» suyo. Recordad que la figura del operador era la del administrador del canal.

Es importante que no olvidéis que los nombres de canal se preceden mediante la almohadilla «#».

Experimentad y probad a uniros a unos cuantos de los que se muestren tras /list y cread algunos propios, que sintáis la emoción de tener unas cuantas ventanas de chat abiertas.

Para abandonar un canal, ya expliqué que bastaba con cerrar la ventana correspondiente. Pero, ¿podríamos hacer esto desde la línea de comandos?

Si nos posicionamos en la ventana de un canal y escribimos

/part

se cierra el canal desde el que fue lanzado el comando.

Pero si estamos en un canal diferente al que queremos cerrar, o estamos en la ventana de Status, habría que indicar el nombre del que queremos chapar.

/part #foroatletismo

Cuando el último miembro abandona un canal, este desaparece.

El que salga el último que apague la luz, por favor.

Javier Montero

LaTeX – Capítulo 5: Seccionando

Objetivo: mostrar la filosofía de LaTeX en un simple ejemplo: la creación de una sección.

Es importante que conozcas la filosofía de \LaTeX desde el primer momento. Es un lenguaje pensado para que te despreocupes por el aspecto del documento y te centres en lo verdaderamente importante: el contenido. Si tienes que crear, por ejemplo, una lista ordenada, limítate a indicarle que eso es lo que quieres y olvídate de cuestiones como la numeración automática o la sangría de cada elemento. Si quieres crear un índice, díselo expresamente y deja que \LaTeX mire dónde están los capítulos, las secciones y las subsecciones y que se ocupe de presentar una tabla de contenidos profesional.

Es como el genio de la lámpara: «escucho y obedezco». Di qué quieres hacer y \LaTeX hará sus mejores esfuerzos por satisfacer tus deseos.

Veamos un ejemplo muy simple. Vamos a decirle a \LaTeX que queremos crear secciones.

¿Qué esperamos de una sección? Ante todo, debe destacar del texto normal y, en principio, ha de estar numerada para que refleje la estructura del escrito y sea referenciable desde otros puntos (como el índice de contenidos).

¿Algo así como esto, tal vez?

Para decirle a \LaTeX: «quiero una sección» hay que proceder del siguiente modo:

\section{título de la sección}

Así de simple: el comando \section, facilitando como argumento el texto que queremos que figure como título. No hay necesidad de hablar de tamaño de letra, ni de márgenes ni de numeración; deja esas trivialidades para \LaTeX.

Este es el código que ha sido necesario introducir para generar el ejemplo:

\documentclass{article}
\usepackage[spanish]{babel}
\usepackage[utf8]{inputenc}

\begin{document}
% Hoy aprenderemos a crear secciones
\section{Introducción}
En el ejemplo de hoy mostraremos el modo de crear diferentes secciones.
\section{Práctica}
Es algo tan sencillo como emplear el comando "section". Como parámetro, 
dentro de las llaves, introducimos el texto que queremos que figure 
como título.

Probémoslo y generemos el PDF correspondiente.
\end{document}

Fíjate en el modo de introducir comentarios para documentar el código. Cuando el compilador encuentra un «%», ignora todo lo que hay a partir de él hasta el final de la línea.

Más adelante aprenderemos a crear secciones con otros niveles jerárquicos, como las Partes o los Capítulos, o incluso más detalladas como las subsecciones. Te puedo avanzar que es exactamente la misma manera de proceder, salvo que el nombre del comando es diferente.

Naturalmente, \LaTeX es tan potente que te permite controlar con extremada precisión el aspecto de cualquier elemento del documento, en el supuesto de que quieras hacerlo. A lo largo de esta serie, a la vez que conoceremos las estructuras básicas, aprenderemos a personalizarlas a nuestro gusto.

Habitualmente trabajarás con un número reducido de documentos típicos. Veremos cómo crear plantillas con el formato exactamente deseado (empleando comandos de ajuste fino) que luego reutilizarás, disminuyendo el tiempo de preparación de tus documentos y proporcionándote homogeneidad de estilo.

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 9 de noviembre de 2012


LaTeX – Capítulo 5: Seccionando


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Índice completo de artículos relacionados con \LaTeX.

Correr para creer

Por mucho que lo pienso, me cuesta creérmelo.

No eran ni las seis de la mañana y ya estaba en la calle dispuesto a correr kilómetros a lo largo y ancho de mi ciudad.

Os lo juro, me cuesta creérmelo:

… «seis de la mañana»… «correr» … «kilómetros»…

Yo no he corrido un pimiento en mi puñetera vida (algunos, sin duda, pensaréis que sigo sin correr un pimiento, pero yo sé lo que me digo). Mis recuerdos dándole alegría a las piernas son muy lejanos en el tiempo y los puedo contar con los dedos de una mano.

De la infancia, jugando con mis primos, me vienen imágenes pateando Tortosa, mi ciudad natal. No recuerdo por qué corría, pero siempre me terminaban cogiendo.

En el instituto, dos o tres veces, la quedada típica con los colegas para salir a correr: de Alcobendas a Sanse, o hasta Continente, recién construido por entonces (estimulados, además, por una promoción con la que te llevabas un perrito caliente y una caña por 25 pesetas). Pero las sensaciones eran lamentables: un flato tremendo siempre que me obligaba a terminar andando cuando todos ya estaban ahí. Y ese sabor a sangre en la garganta al respirar con la boca sin dar abasto.

Por eso fue dos o tres veces, correr no era para mí.

Y ya de mayor, viviendo en Sevilla, hace doce o trece años, mi último recuerdo:

Era domingo y me disponía a regresar a Sevilla tras pasar el fin de semana con mi familia en Madrid. Mi hermana y su marido me llevaban en coche a la estación. Atasco en la carretera; recuerdo que llamé a Tráfico para que me recomendaran si para llegar a Atocha estaba mejor la M-30 o la Castellana. Me contestaron que tanto una como la otra estaban colapsadas, así que yo mismo, y que tuviera suerte.

Optamos por la Castellana, paralizada porque jugaba el Madrid. La hora del tren se me echaba encima.

Cuando tuve la estación al alcance visual, abandoné el coche y salí disparado en un tremendo sprint de unos 200 metros y con la maleta a cuestas. En el último segundo, antes de que se cerrara el acceso, conseguí entrar. Algunos metros detrás de mí corría otro, pero no le permitieron entrar.

Una de las azafatas en recepción, ya que el tren salía inmediatamente, me dijo que no fuera hasta mi vagón y que entrase en el primero y luego buscase mi sitio.

Eso hice, pero estaba tan muerto que no pude hacer otra cosa sino tumbarme en la plataforma entre vagones, cardíaco perdido, aplastado en el suelo como una colilla.

Cuando medio me repuse, aún bastante tocado, busqué mi vagón y mi asiento. Pero el tren ya estaba, para entonces, por Ciudad Real.

Definitivamente, con menos fondo que una lata de anchoas, no estaba hecho para correr.

Nunca jamás hubiese pensado que ahora estaría haciendo esto que llevo haciendo desde hace poco más de medio año.

Correr…, kilómetros,… y, por si fuera poco, a las ¡seis de la mañana!

Por eso no puedo evitar reírme mientras escribo esta crónica. No termino de verme, me parece hasta surrealista.

Vuelta completa al centro de Sevilla, de puerta a puerta, en 45 minutos.

Quinientos metros antes de llegar al destino, me he permitido un sprint brutal (sin más maleta esta vez que la botellita de agua). No sé a qué velocidad corría, pero desde luego iba muy rápido. Me recordó al sprint del final de la carrera de San Fernando, durante la entrada al parque.

Sorprende como, muchas veces, cosas que consideramos imposibles, están simplemente ahí, esperando a que demos algunas zancadas para llegar hasta ellas y cogerlas.

Javier Montero

Python – Capítulo 11: ¡Qué lista que eres!

Objetivo: presentar una de las estructuras de datos estrella de Python: las listas.

En el capítulo de hoy realizaremos una primera aproximación a unas estructuras de datos muy particulares y tremendamente versátiles, las listas. Te anticipo que harás uso extensivo de ellas a lo largo de tu vida como programador en Python. Te encantarán no solo por su flexibilidad para adoptarlas en buen número de situaciones diversas, sino también por su eficiencia, la extremada rapidez de las operaciones efectuadas con ellas.

En esencia, una lista es una secuencia: una colección de objetos ordenados.

He aquí tu primera lista:

['Pera', 'Plátano', 'Manzana', 'Fresa']

Se trata de una lista que consta de cuatro elementos (en este caso, cuatro cadenas de caracteres). El primero es 'Pera' y el último 'Fresa'.

Observa que separamos cada elemento mediante una coma y que el contenedor en conjunto se delimita mediante un par de corchetes.

Los elementos de una lista no tienen por qué ser necesariamente del mismo tipo. En el siguiente ejemplo la lista contiene dos strings y dos números.

['Ajedrez', 7, 3, 'Pepino']

Accedemos a los distintos elementos de la lista a través de su índice, esto es, la posición del elemento dentro de la lista. Es importante tener presente que el primer elemento de la lista no tiene por índice uno, sino cero.

Volvamos a la lista del primer ejemplo, con cuatro elementos en total. El primero de ellos tiene por índice cero; el último tres. Te lo he puesto en negrita para que te lo repitas unas cuantas veces y lo asimiles bien. Es un error común comenzar a contar partiendo desde el 1.

En general, si una lista tiene n elementos, el índice del último será n-1.

Asignamos una variable a una lista del siguiente modo:

frutas = ['Pera', 'Plátano', 'Manzana', 'Fresa']

Para acceder, por ejemplo, al elemento de índice 2, escribiríamos

frutas[2]

Según lo explicado anteriormente, se trataría del tercer elemento, 'Manzana'.

El programa que figura a continuación ilustra de un modo básico el acceso a los elementos de una lista a través de su índice:

semana = ['lunes', 'martes', 'miércoles', 'jueves', 'viernes', 'sábado', 'domingo']

dia = int(input('Introduce un número del 1 al 7: '))

while dia < 1 or dia > 7:
    dia = int(input('Introduce un número del 1 al 7: '))

print('El día elegido se corresponde a un', semana[dia-1])

Su operativa es la siguiente: nos solicita que introduzcamos un número del 1 al 7 y, en función de ese valor, nos devuelve el día de la semana correspondiente (siendo el primero el lunes y el séptimo el domingo).

Comienza con la creación de una lista conteniendo los siete días de la semana. La almacenamos en la variable semana.

Introducimos después un número del 1 al 7 y lo guardamos en la variable dia.

El bucle while que aparece a continuación efectúa una sencilla comprobación: si el número que hemos introducido no está dentro del rango del 1 a 7, se nos solicita que repitamos la operación.

Finalmente, se imprime el día correspondiente. Observa cómo empleamos el índice: puesto que el primer elemento de la lista tiene por índice cero, habrá que restar uno al valor de la variable dia para que se muestre el día correcto. Esto es, el elemento contenido en semana[dia-1].

Y esto es suficiente por hoy. ¿Te han quedado claros los conceptos expuestos en el artículo? Si es así, enhorabuena, has colocado una pieza pequeña pero muy importante en el puzzle.

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 14 de septiembre de 2013


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Knoppix : Iceweasel, la "comadreja de hielo"

Knoppix 6.4.4
Nivel: Básico

Una vez hemos «tomado prestada» una máquina y hemos arrancado con el CD de Knoppix, es posible que una de las tareas que deseemos hacer sea navegar por internet.

Imaginemos que han sido requeridos nuestros servicios para solucionar los problemas de arranque de un equipo que tiene sus ficheros dañados. Arrancamos con Knoppix y accedemos sin dificultad al sistema de ficheros corrupto. Pero nos surge una duda y debemos hacer una consulta en Google.

Si NetworkManager ha cumplido bien con su tarea de detección de la red, estamos prácticamente ya en condiciones de navegar por Internet. El CD de Knoppix, entre sus numerosas herramientas, incluye el navegador Iceweasel.

Iceweasel, que podríamos traducir como «comadreja de hielo», tiene un nombre que parodia a Firefox, el «zorro de fuego».

Y es que Iceweasel está basado en Mozilla Firefox. Por cuestiones referentes a la política de utilización del logo y algunas otras secciones del programa, Firefox no era una aplicación 100% de código libre, con lo cual el grupo Debian creó su versión modificada en la que se sustituían las secciones conflictivas por otras libres.

Knoppix, que es una distribución basada en Debian, incorpora, en su versión 6.4, Iceweasel como navegador web.

Encontraremos la aplicación Iceweasel dentro del grupo Internet, que aparece al desplegarse el menú de LXDE al hacer clic sobre su icono, abajo a la izquierda.

Disponemos también de un acceso rápido: el icono «Web browser», justo a la derecha del emulador de terminal.

La versión de Iceweasel que incluye el CD mágico de Knoppix 6.4 es la 3.6.13, equivalente a Firefox 3.6.13.

Si ya estáis habituados a Firefox, con Iceweasel os sentiréis como en casa.

¡Feliz y productiva navegación desde Knoppix!

Javier Montero

Recurriendo a los mentores

Semana redonda en lo referente a correr: he respetado escrupulosamente la sucesión de entrenar y descansar un día y he materializado mi cuarto entrenamiento de la semana.

El ejercicio ha sido idéntico al realizado durante la sesión anterior: 72 minutos en cinta con CR-III (140, 155, 4, 3).

No he sentido la necesidad de cambiar: la motivación era muy alta y el nivel de exigencia era relativamente mayor que el promedio del último mes. ¿Por qué no seguir insistiendo, entonces?

Después: sesión de acondicionamiento de piernas trabajando cuádriceps, femoral, abductores, adductores y gemelos y una tanda de abdominales y rotaciones de cintura.

Me he divertido mucho corriendo, pero lo mejor de toda la sesión no ha estado ahí, sino en los desplazamientos de casa al gimnasio y viceversa.

Mi bicicleta seguía rota. Aunque tenía la opción de utilizar una de las públicas, he preferido desplazarme andando escuchando algo de música.

He cargado el MP3 con el doble blanco de los Beatles. Me ha dado tiempo a devorar casi los dos discos enteros durante la ida y vuelta del gimnasio.

Ha sido una invocación a mis «mentores». Recurro a ellos siempre que necesito que mis recursos internos estén rebosantes. Seguro que buena parte de la alegría que he demostrado en la sesión de running ha sido debida a eso.

Era preciso no demostrar pereza corriendo esta semana. La constancia y la disciplina las voy a necesitar a mi lado durante un buen tiempo.

Ya os dejo, que tengo mucho que hacer…

Lo primero: cambiarle las cuerdas a mi Strato.

Javier Montero

El amor de mi vida

Ayer me compré, en el FNAC, el libro «El amor de mi vida», de Rosa Montero, publicado por la editorial Alfaguara.

Leo absolutamente todo lo que cae en mis manos de esta mujer: las novelas, los ensayos, los artículos escritos en El País… Me encanta el modo como cuenta las cosas.

De toda su obra, hay un libro que releo continuamente y casi me sé de memoria: «La loca de la casa». El título, que hace mención a la famosa frase de Santa Teresa, «la imaginación es la loca de la casa», es un particular ensayo sobre el proceso de escritura desde la óptica del escritor.

El libro que compré ayer trata del punto de visto contrario, el del lector.

El título ya nos confirma la pasión vital que Rosa Montero siente por la literatura y en particular, por el acto de leer, que sitúa por encima incluso del de escribir, hasta el punto de que sería capaz de renunciar a esto último si sólo se le permitiera elegir uno.

La foto de la portada nos muestra a una anciana, en la misma frontera de la vida, postrada en la cama, leyendo un libro que sostiene, absorta, entre las manos.

Le damos la vuelta al libro, para acceder a la contraportada y nos encontramos algo con lo que todos los que adoramos los libros nos sentimos identificados:

«Dejar de leer es la muerte instantánea. Sería como vivir en un mundo sin oxígeno.»

Javier Montero

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