Devoción por los libros

Recuerdo que, leyendo a Mortadelo y Filemón en mi adolescencia, me encontré una serie de viñetas en las que aparecía Mortadelo con un libro recién adquirido sobre hipnosis. Dedicado en cuerpo y alma a su lectura, completamente concentrado en la tarea, iba recorriendo una a una todas las páginas (que debían de ser por lo menos mil, por lo voluminoso del tocho), robándole tiempo incluso al sueño hasta que, exhausto, lo devora de pe a pa. Se nos muestra entonces, con los nuevos conocimientos adquiridos, a un poderoso Mortadelo que logra que todas las personas a su alrededor hagan cuanto él desea bajo los efectos de la hipnosis.

Los libros tienen ese fascinante poder que a menudo ignoramos: pueden cambiar nuestras vidas si somos capaces de escuchar todo lo que nos quieren decir.

En el pequeño volumen que encierra un libro puede hallarse la posibilidad de tener o cambiar trabajo, de aprobar una oposición, de ver el mundo con otros ojos…

Siempre he tenido una pasión enfermiza por los libros. Cuando, de estudiante, quedaba con mis amigos del club de ajedrez para juntarnos a tomar patatas bravas y jugar al tute subastado en alguna tasca, recuerdo que no había fin de semana que no saliera con mi libro de Electromagnetismo bajo el brazo. Entre patata y patata, entre subasta y subasta, siempre había segundos valiosos para paladear la lectura de algún párrafo.

Y no cuento otras cosas porque me daría verdadera vergüenza hacerlo…

Cuando tu mirada se pose accidentalmente sobre algún libro, en tu casa o en el escaparate de cualquier librería, párate a pensar por unos segundos cuánto podría cambiar tu vida si fueras capaz de aprender todo lo que hay escrito en su interior. Yo siento vértigo cada vez que lo hago.

Cuando sostengas un libro entre tus manos, permítete soñar e e imagínate transformado por su poder realizando cosas sorprendentes que quizás jamás hubieras pensado que podrías lograr.

Cada libro es una invitación a ser diferentes. Como sucedió con Mortadelo, pueden hacer que la siguiente viñeta de tu vida sea mágica.

Javier Montero Gabarró


Devoción por los libros


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El Club del Autodidacta

Libros que nunca se acaban

Suelo decir, cuando me preguntan si he terminado tal o cual libro, que los libros nunca se terminan de leer. Todo lo más, podremos haber leído, o no, su última página, pero no habremos acabado con él. Al menos, esa es mi actitud ante cualquier libro, trate de lo que trate, me apasione o me aburra su lectura.

Acostumbro a llevar un registro de cada libro que comienzo en el que anoto impresiones, frases o, en general, cualquier pensamiento digno de ser destacado que la lectura me sugiere. Con el paso de los meses, o los años, es un gusto reencontrarse después con esas anotaciones que, de un plumazo, te transportan y reimpregnan tu mente con las imágenes de ese momento.

Las segundas o sucesivas lecturas se afrontan de un modo muy distinto a la primera: puedes releer episodios concretos, o párrafos al azar, o dedicarte a desmenuzar las peculiariades de la psicología de los personajes y de las situaciones. O percatarte de elementos en la historia que habían pasado completamente desapercibidos en la primera «visita» y que ahora la alumbran bajo una nueva luz . Si el libro es técnico, conectas piezas que sólo podrías unir tras la visión global de una primera lectura.

Naturalmente, no todos los libros que caen en mis manos vuelven a ser visitados. La mayoría no lo son, de hecho. Mi tiempo es limitado y cada minuto que dedico a releer es un minuto que dejo de leer y, por lo tanto, de vivir el estímulo de una nueva experiencia. Pero, aún así, los visite o no, mantengo ante ellos siempre esa actitud de no-finalización, de tarea aún pendiente.

Y hay libros especiales que, sin haber alcanzado aún la última página, te hacen desear llegar a ella, para, esta vez con un lápiz en la mano y el cuaderno al lado, tener así la ocasión, cuanto antes, de volver a sumergirte en el placer de una segunda lectura.

Javier Montero

El amor de mi vida

Ayer me compré, en el FNAC, el libro «El amor de mi vida», de Rosa Montero, publicado por la editorial Alfaguara.

Leo absolutamente todo lo que cae en mis manos de esta mujer: las novelas, los ensayos, los artículos escritos en El País… Me encanta el modo como cuenta las cosas.

De toda su obra, hay un libro que releo continuamente y casi me sé de memoria: «La loca de la casa». El título, que hace mención a la famosa frase de Santa Teresa, «la imaginación es la loca de la casa», es un particular ensayo sobre el proceso de escritura desde la óptica del escritor.

El libro que compré ayer trata del punto de visto contrario, el del lector.

El título ya nos confirma la pasión vital que Rosa Montero siente por la literatura y en particular, por el acto de leer, que sitúa por encima incluso del de escribir, hasta el punto de que sería capaz de renunciar a esto último si sólo se le permitiera elegir uno.

La foto de la portada nos muestra a una anciana, en la misma frontera de la vida, postrada en la cama, leyendo un libro que sostiene, absorta, entre las manos.

Le damos la vuelta al libro, para acceder a la contraportada y nos encontramos algo con lo que todos los que adoramos los libros nos sentimos identificados:

«Dejar de leer es la muerte instantánea. Sería como vivir en un mundo sin oxígeno.»

Javier Montero

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