Juegos psicofísicos

El tercer entrenamiento de la semana ha estado basado en CR-III. Me llevé la mochila al curro con la intención de, tal como terminase, desplazarme directamente al gimnasio, sin pasar por casa, y combinar una sesión de running en la cinta con algunos ejercicios con pesas.

Poco más tarde de las cuatro y ya estaba allí.

La última vez que elegí este cambio de ritmo repetí cada bloque (24 minutos de duración) un total de dos veces. En esta ocasión lo he puesto algo más exigente y han sido tres repeticiones, lo que resulta en una tirada de 72 minutos.

La denominación del ejercicio ha sido, por tanto:

CR-III(140, 155, 4, 3)

Recordemos: tramos de cuatro minutos; el primero a 140 ppm, el segundo a 145 y así sucesivamente hasta 155, momento en el que se vuelve a descender de 5 en 5 hasta hacer la última a 145. Todo eso repetido tres veces.

Las sensaciones han sido maravillosas en todos los tramos. Desde los lentos a 8’/Km, hasta los rápidos a 5:40/Km, todos me han hecho disfrutar, cada uno a su manera particular.

Os invito a que lo probéis al menos una vez y me contéis qué os parece.

Estos juegos son tremendamente motivantes. Son muy divertidos y ofrecen variedad.

Si os gusta registrar vuestros progresos, estos ejercicios siempre ofrecen un parámetro medible que podéis contrastar en distintos entrenamientos con el mismo modelo. En el caso de CR-III el parámetro registrable es la distancia total recorrida, que aparece claramente en la pantalla de cualquier cinta.

Podríais incluso establecer incluso vuestras MMPs para cada tipo en particular.

No menospreciéis el efecto que pueden tener todos estos juegos psicofísicos en vuestro subconsciente. Si en ocasiones os sentís faltos de recursos, quizás os deberíais plantear la posibilidad de jugar más.

Javier Montero

Reafirmándome bajo la luna llena

Hoy era el día clave: si lograba salir, con mucha probabilidad podría lograr los cuatro entrenamientos en la semana, respetando escrupulosamente el día de descanso. Si fallaba, todo quedaría en tres. Y no es que eso estuviera mal, pero un cuarto entreno, en pleno mes de julio, sería una rúbrica perfecta para una semana disciplinada.

He de admitir que no ha resultado fácil. Tenía mucho trabajo por delante compitiendo por las últimas horas del día. Mi mente ya había ideado, incluso, la justificación perfecta para no correr hoy y, aplazarlo, en su lugar, a primera hora de la mañana del día siguiente. Por un lado, me beneficiaría de temperaturas de ocho o nueve grados menos, lo que me permitiría correr más rápido y, por otro, redundaría en beneficios psicológicos por la consolidación del hábito de correr temprano.

Ni que decir tiene que ignoré todas esas buenas razones. El truco favorito del postergador estaba demasiado visto ya.

Sesenta minutos, con una frecuencia cardíaca media de 148 ppm (que en primavera hubieran sido 138).

Además, ¿cómo podía perderme esa preciosa luna llena que impregnaba de plata la superficie del río?

Javier Montero

Disciplina, un recurso imprescindible… y transferible

Al igual que hice el lunes de la semana pasada, hoy he vuelto a poner el despertador a las seis menos diez de la mañana para poder entrenarme antes de acudir al trabajo.

Por mucho que nos pueda gustar esta actividad, hay que admitir que es bastante duro, y un poco de colgados, robar más de una hora del ya de por sí escaso tiempo de sueño y echarse a la calle en ayunas a recorrer una decena de kilómetros.

La misma ruta que la otra vez, rodeando Sevilla por la ronda. El mismo escenario y casi los mismos personajes.

Corriendo por Resolana, escucho a un borracho decirme, desde el lado opuesto al que yo estaba: «Anda, que corres menos que…». El resto no lo escuché, pero no parecía que estuviese alabando mi manera de correr. Ya sabemos lo que se dice: los niños y los borrachos siempre son sinceros.

Pasando la Barqueta y enfilando Torneo abajo, diviso, a unos doscientos metros delante mía, al mismo corredor que el lunes pasado me sirvió de liebre y que en el minuto 15 invirtió el rumbo para completar su entrenamiento de media hora. Al poco tiempo, más o menos a la misma altura que la otra vez, lo veo repetir la maniobra, cruzándome con él de frente.

Doblando el paseo de Cristina hacia la puerta de Jerez, y mirando ya al este, me doy cuenta de que ha amanecido.

El trayecto se me está haciendo cortísimo. No miro el reloj más que para comprobar, de cuando en cuando, que el pulso está bien asentado por debajo de las 150 ppm.

Completo la vuelta a Sevilla, de puerta a puerta de casa, en 49:38 a una media de 147 ppm.

Estoy seguro de que todos los corredores que me leéis volcáis vuestra pasión, además de en este enriquecedor deporte, en otras actividades diversas. Todo el esfuerzo que realizamos corriendo, y especialmente el que emana de los entrenamientos que consideramos más exigentes, revierte en cada uno de nuestros empeños de superación personal, deportivos o no.

Un entrenamiento como el de hoy requiere mucha disciplina. Cuando uno es capaz de ser disciplinado en una actividad, tiene la potencialidad de serlo en cualquier otra.

Si empezamos la semana siendo disciplinados para cumplir con una tarea dura, ¿acaso no seremos capaces de demostrar esa disciplina en tareas menos exigentes?

Cuando corro, no lo hago sólo por estar en mejor forma física y mejorar mis marcas personales. Lo hago para poder mostrar lo mejor de mí en cualquier otra faceta de mi vida.

Javier Montero

Juegos de verano – CR-III

Tras una semana muy intensa, repleta de emociones, esperaba ya con ganas la llegada del sábado para una buena sesión deportiva en la que pretendía experimentar un peculiar ejercicio de cambio de ritmo.

El lugar de trabajo sería el gimnasio, para poder combinar una sesión de acondicionamiento de brazos con un ejercicio aeróbico sobre la cinta de correr.

Mi bicicleta se ha roto. Se ha partido una barra crítica para la seguridad y he decidido, con cierta tristeza (recuerdos y economía), que voy a remplazarla.

Las opciones de autobús o coche para desplazarme al gimnasio no han entrado siquiera en consideración. Ir andando, a paso ligero, era una posibilidad. Pero lo que realmente me apetecía era desplazarme corriendo.

Gafas de sol, gorra, pulsómetro, botella de agua y la mochila con la toalla, guantes y demás parafernalia, en la espalda.

A ritmo suave, muy tranquilo, llego al gimmasio en unos veinte minutos.

Comienzo con el circuito de ejercitación de brazos y, en algo menos de media hora, me subo a la cinta a estrenar el nuevo cambio de ritmo, que denomino CR-III.

La estructura de CR-III es la siguiente:

CR-III (FC1, FC2, t, n)

y su descripción es la siguiente:

Se organiza el ejercicio en tramos de t minutos. Durante el primero, la frecuencia cardíaca máxima ha de ser FC1. Finalizado, comienza el segundo a una frecuencia cardíaca máxima de FC1 + 5 ppm, y así sucesivamente hasta que se alcanza el último tramo a una frecuencia máxima de FC2.

En ese momento comienza el descenso, también en tramos de t minutos, restándole 5 ppm cada vez, hasta realizar el último a FC1 + 5, momento en el que termina el primer bloque.

Todo eso se repite un total de n veces.

Enunciadas las reglas del juego de hoy, el ejercicio ha sido el siguiente:

CR-III (140, 155, 4, 2)

Es decir, tramos de 4 minutos en los que las frecuencias máximas han sido:

140 – 145 – 150 – 155 – 150 – 145, y repetimos: 140 – 145 – 150 – 155 – 150 – 145

La duración del entrenamiento ha sido, por lo tanto, 48 minutos.

Un ejercicio muy entretenido (los cambios de ritmo consiguen que el tiempo parezca pasar más deprisa) y sumamente didáctico del que podemos extraer importantes lecciones sobre el control del pulso y nuestra capacidad de recuperación.

Concluyo mi estancia en la sala con una repetición idéntica del circuito de acondicionamiento de brazos que realicé al comienzo.

Mochila de nuevo a la espalda y me echo a correr de vuelta a casa.

Sesión de running completita. En total, 48 minutos en la cinta más otros 38 en los desplazamientos, totalizando así 1 hora y 26 minutos más para el curriculum.

Javier Montero

Corriendo mientras la ciudad despierta

Día histórico en mi trayectoria como corredor: a las 6:10 de la mañana ya estaba pateándome las calles de Sevilla.

La noche anterior dejé todo bien preparado. Creo que eso es importante: por un lado refuerza el compromiso para no echarme atrás a la mañana siguiente; por otro, es poco más que lavarme la cara, vestirme y salir a la calle, sin tener que perder tiempo buscando las cosas.

Rato antes de levantarme mi mente ya está esperando el momento. No en vano se trata de un acontecimiento nuevo e importante.

Pero el despertador no ha sonado aún, no tiene sentido esa inquietud, debería relajarme.

Me levanto, ha llegado el momento. Compruebo, atónito, que en la pared hay unas grietas y ronchones tremendos.

Me doy cuenta de que no es más que un sueño. Estoy soñando que me estoy levantando para irme a correr.

Algunos minutos antes de las seis, suena el despertador, el de verdad, y me incorporo. No hay grieta alguna en la pared.

A las 6:10 ya estoy corriendo. Temperatura anómala de 21 grados; siento hasta frío.

No hago más que comenzar y veo, justo delante de mí, a otro corredor que empieza su rutina de entrenamiento. Me decido a seguirlo, discretamente, a unos 30 metros por detrás. No tengo ninguna ruta prevista, así que por donde él tire estará bien.

Llegamos a la Barqueta y mi peculiar liebre sigue por Torneo bordeando el centro de la ciudad. Me pregunto si tiene en mente la vuelta completa a Sevilla.

No. Al rato veo que consulta el reloj e invierte el sentido de su marcha, para recorrer a la inversa el camino andado. Compruebo que estamos en el minuto quince. Está claro que tiene calculada su salida para correr un total de 30 minutos.

Yo bordearé todo el centro, algo que suele llevarme aproximadamente una hora.

En la calle Arjona, una avenida ancha, me he permitido el lujazo de correr directamente por mitad de la calzada. La calle completa para mí, no había un alma.

En algún momento, no recuerdo cuando, amaneció y las calles empezaron a cobrar vida.

Vuelta completa bordeando Sevilla, de puerta a puerta de mi casa. Le he dado bastante caña, relativamente hablando. No sé a qué velocidad habré rodado, pero he hecho en 50 minutos, con una FC media de 145 ppm, un trayecto que en un entrenamiento normal me habría llevado en torno a la hora.

Y una sensación de victoria muy peculiar, como en la mejor de mis populares.

Javier Montero

Mejor Marca Personal (MMP)

Hoy he batido mi mejor marca personal. ¡Y con mucho!

¡He salido a correr a las 7:30 de la mañana! El record, lo tenía, creo recordar, alrededor de las nueve de la mañana, lo que significa que una mejoría de hora y media en mi MMP.

Con el añadido de que es sábado, un día que se supone que uno puede permitirse pasar más tiempo en la cama.

Y no es que acostumbre a salir de copas, pero los viernes suelo quedarme trabajando hasta bastante tarde. Y tampoco faltó el tiempo de lectura de «Vida y destino», el tocho que descansa en estos momentos sobre mi mesilla de noche.

Eso sí; antes de acostarme dejé preparada la ropa de correr, el GPS, la riñonera con las llaves y el DNI, la botella de agua, etc…

Algunas de las ventajas de salir a correr tan temprano son obvias: el termómetro marcaba, a las 7:30, tan solo 25 grados.

Me dirigí a la dársena, donde los pescadores más rezagados se afanaban en terminar de montar sus aparejos.

Las normas eran las mismas que perfilé en el último entreno: no sobrepasar las 149 ppm. Ocasionalmente, en alguna comprobación, me aparecían valores de 150 o algo superiores. En esos casos, disminuía sutilmente el ritmo de la marcha hasta que el valor volvía a asentarse en la 14ª decena.

Una hora exacta y algo más de nueve kilómetros recorridos. Entrenamiento suave, pero muy constructivo.

El termómetro, al finalizar, indicaba 26 grados.

Así, sí que se puede.

Javier Montero

La gran decisión del verano

En matemáticas, un axioma es un enunciado del cual aceptamos su veracidad sin exigir una demostración. Los axiomas son los pilares sobre los que elaboraremos después enunciados más complejos.

Hoy he roto definitivamente uno de mis axiomas básicos en relación a este deporte. Y no es otro sino este:

«Voy a pasar unos cuantos meses rodando a la máxima velocidad que me permita un pulso no superior a 139 ppm».

Ignorante de mí, inexperto corredor en mi primer año como tal, desprecié el tremendo efecto del calor del verano al correr.

Ya tanteé esa posibilidad el domingo pasado, durante el entrenamiento en Madrid. Hoy lo ratifico.

Amplio el límite superior hasta un máximo de 149 ppm.

Podría rodar a 139, pero me aburre tremendamente correr a menos de 8 Km/h. Y si no me divierto, no funciono. Las motivaciones intrínsecas son imprescindibles para mí.

Cuando acabe el verano, replantearé la cuestión nuevamente.

Al amparo de esa nueva ley, he cogido la bicicleta a las seis y veinte de la tarde con la intención de dirigirme al gimnasio y trabajar algo de pesas, junto a la sesión correspondiente corriendo.

Los termómetros con los que me he cruzado marcaban la «friolera» de 47 grados.

Unos cuarenta minutos para trabajar hombros, triceps y biceps. Series de 18 repeticiones con muy poco peso.

Cuando uno tiene tantas ganas de correr, está deseando acabar para ponerse manos a la obra cuanto antes. Me ha costado contenerme y cumplir con el trabajo previo.

Una hora y diez minutos sobre la cinta, segundo rodaje con las plantillas nuevas.

Pulso típico de unos 143 ppm. Aún tengo margen hasta el límite superior, lo cual me va a permitir cierto juego y alegría en mis entrenos veraniegos.

Javier Montero

Carretera y manta

Último día de estas mini vacaciones en casa de mis padres y no he querido despedirme de ellas sin un buen entrenamiento matinal.

Ayer debía estar corriendo la nocturna de Dos Hermanas y, hoy, como compensación por no poder hacerlo por causa del viaje, estaban en el aire los 10K de Leganés.

Ni una cosa ni la otra pudo ser, pero, al menos, una hora de entreno resultaba obligada que menos que por decencia.

No me lo he pensado dos veces: tal como me he levantado temprano, me he vestido, me he bebido un vaso de agua y me echado a correr.

Sin grandes restricciones: este fin de semana le hubiese tocado a mi corazón latir rápido en una popular, así que he perdonado el límite de 139 y me he permitido rodar en un régimen en torno a 150 ppm sin ningún tipo de remordimiento. No he conseguido apenas mejoría en ritmo, todo hay que decirlo. Esta visto que, con estas temperaturas tan altas, para ir decentemente rápido debería someter al corazón a un pulso contínuo de al menos 160 ppm.

Por otro lado, inauguración de las plantillas entrenando sobre las ASICS Gel Kayano 17. La duda que se plantea es si voy a poder mantenerlas o, por el contrario, necesitaré comprar unas zapatillas completamente neutras.

El resultado ha sido satisfactorio, sin problemas de ningún tipo tras esta primera prueba.

Duchita, desayuno esperándome y estiramientos en condiciones.

Dentro de un rato, la paellita de mamá, que no hay otra igual en el mundo.

Después, carretera y manta.

Javier Montero

Estrenando plantillas

¡Ya tengo mis nuevas y flamantes plantillas ortopédicas!

Ayer me llamó el podólogo para decirme que podía pasar a recogerlas en cuanto quisiera. Esa misma tarde ya estaba rodándolas…

Me indicó que las considerara en período de pruebas y estuviera atento a cualquier problema que pudiera surgir por si se requería un ajuste más fino.

Y, desde ahora, siempre que adquiriera calzado nuevo, debía llevar conmigo las plantillas para asegurarme de que se acoplaban perfectamente, pudiendo ser incluso necesario, llegado el caso, pasar a una talla superior.

El rodaje de ayer consistió en un largo paseo de hora y media para empezar a tantear las plantillas. ¡Qué sensación tan curiosa andar con el puente completamente sujeto!

Mi idea es utilizarlas no sólo para correr, sino para el día a día cotidiano.

Hoy las he insertado en mis zapatos y me he encontrado especialmente cómodo; tanto, que no sé cómo he tardado tanto en hacérmelas.

Se me plantean muchas dudas existenciales:

¿Quién necesita plantillas realmente? Si uno va al podólogo, con certeza que sale con unas. ¿En qué casos está realmente justificada su necesidad?

Tanta historia de pronaciones y pruebas de pisada. ¿No es preferible acaso utilizar una plantilla a medida y dejarse de historias de zapatillas para pronadores?

¿Qué opinarán de todo esto los defensores del minimalismo o de correr descalzo?

Y otras de carácter pragmático:

¿Qué hago con mis Mizuno para pronadores severos o con mis ASICS para pronación suave-moderada?

¿Debo adquirir unas zapatillas neutras? La respuesta del podólogo fue, desde luego, que sí.

Me consta de algún que otro experto en zapatillas deportivas que, además de sus plantillas ortopédicas hechas a medida, está usando calzado con corrección de pronación. En el Adidas Running Day fue lo que contestó cuando alguien del público le planteó la cuestión.

¿Sería eso una temeridad?

En fin, que me veo haciendo un importante desembolso económico para adquirir nuevo calzado.

Javier Montero

Lecciones de verano

Decidí que la primera actividad del domingo, tras desayunar, sería la sesión de entrenamiento.

Me eché a la calle a las diez en punto con las piernas muy cargadas y agujetosas del machaque del día anterior en el gimnasio.

Forerunner al completo, dispuesto a registrar tanto pulso como distancia y ritmo. Ya se me había olvidado lo que era hacer el tonto en la calle esperando a que el cacharro estuviese bajo el amparo de sus satélites celestiales.

Tardó una barbaridad, desde luego. No sé si fue debido a que estaba en una calle estrecha y eso dificultaba su cobertura. En cualquier caso, no fue tiempo del todo perdido, pues aproveché para realizar varias veces las mismas series de estiramientos.

Cuando los hados se mostraron propicios comencé la sesión, caracterizada por una lucha constante por tratar de alcanzar, no ya mantener, un pulso por debajo de 140 ppm.

Honestamente, puedo decir que perdí la batalla. Hasta bien alcanzado el último tercio de la prueba, no hubo manera alguna de hacer descender el pulso.

¿Por qué? Aventuremos unas hipótesis:

– El calor, que ya a esas horas de la mañana se manifestaba con dureza.
– El cansancio acumulado en las piernas tras las sentadillas del sábado.
– El efecto memoria: el cuerpo recordaba la «alegría» del entrenamiento del viernes y se «negaba» a ir más lento.

Probablemente, un poco de todo.

En el río, me dirigí hacia el Huevo de Colón y crucé el puente nuevo que hay construido en la dársena que comunica los parques de San Jerónimo y el Alamillo.

«¿Por qué no consigo bajar de 141?; más lento no se puede ir», me decía.

Desde luego que se podía. Pero había que darle una patada al orgullo, que pesa mucho. Y eso es lo que hice. Relajé la musculatura al máximo y prácticamente comencé a arrastrarme. Al fin aparecieron los 137 y 138 buscados.

Encontré una fuente en el parque y conseguí rellenar la botella que llevaba conmigo, cuyas últimas gotas de agua caluntarienta habían sido derramadas sobre mi cabeza.

Para compensar la extrema lentitud y aprovechar que al fin me encontraba en la zona deseada, amplié en 10 minutos la tirada.

Hacía tiempo que no recordaba ir tan lento. El verano promete lecciones muy instructivas…

Denominación: 70′ intentando FC [135-149]
Observaciones: hasta el último tercio no encajaron.
FC media = 140 ppm

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