Estrenando plantillas

¡Ya tengo mis nuevas y flamantes plantillas ortopédicas!

Ayer me llamó el podólogo para decirme que podía pasar a recogerlas en cuanto quisiera. Esa misma tarde ya estaba rodándolas…

Me indicó que las considerara en período de pruebas y estuviera atento a cualquier problema que pudiera surgir por si se requería un ajuste más fino.

Y, desde ahora, siempre que adquiriera calzado nuevo, debía llevar conmigo las plantillas para asegurarme de que se acoplaban perfectamente, pudiendo ser incluso necesario, llegado el caso, pasar a una talla superior.

El rodaje de ayer consistió en un largo paseo de hora y media para empezar a tantear las plantillas. ¡Qué sensación tan curiosa andar con el puente completamente sujeto!

Mi idea es utilizarlas no sólo para correr, sino para el día a día cotidiano.

Hoy las he insertado en mis zapatos y me he encontrado especialmente cómodo; tanto, que no sé cómo he tardado tanto en hacérmelas.

Se me plantean muchas dudas existenciales:

¿Quién necesita plantillas realmente? Si uno va al podólogo, con certeza que sale con unas. ¿En qué casos está realmente justificada su necesidad?

Tanta historia de pronaciones y pruebas de pisada. ¿No es preferible acaso utilizar una plantilla a medida y dejarse de historias de zapatillas para pronadores?

¿Qué opinarán de todo esto los defensores del minimalismo o de correr descalzo?

Y otras de carácter pragmático:

¿Qué hago con mis Mizuno para pronadores severos o con mis ASICS para pronación suave-moderada?

¿Debo adquirir unas zapatillas neutras? La respuesta del podólogo fue, desde luego, que sí.

Me consta de algún que otro experto en zapatillas deportivas que, además de sus plantillas ortopédicas hechas a medida, está usando calzado con corrección de pronación. En el Adidas Running Day fue lo que contestó cuando alguien del público le planteó la cuestión.

¿Sería eso una temeridad?

En fin, que me veo haciendo un importante desembolso económico para adquirir nuevo calzado.

Javier Montero

Lecciones de verano

Decidí que la primera actividad del domingo, tras desayunar, sería la sesión de entrenamiento.

Me eché a la calle a las diez en punto con las piernas muy cargadas y agujetosas del machaque del día anterior en el gimnasio.

Forerunner al completo, dispuesto a registrar tanto pulso como distancia y ritmo. Ya se me había olvidado lo que era hacer el tonto en la calle esperando a que el cacharro estuviese bajo el amparo de sus satélites celestiales.

Tardó una barbaridad, desde luego. No sé si fue debido a que estaba en una calle estrecha y eso dificultaba su cobertura. En cualquier caso, no fue tiempo del todo perdido, pues aproveché para realizar varias veces las mismas series de estiramientos.

Cuando los hados se mostraron propicios comencé la sesión, caracterizada por una lucha constante por tratar de alcanzar, no ya mantener, un pulso por debajo de 140 ppm.

Honestamente, puedo decir que perdí la batalla. Hasta bien alcanzado el último tercio de la prueba, no hubo manera alguna de hacer descender el pulso.

¿Por qué? Aventuremos unas hipótesis:

– El calor, que ya a esas horas de la mañana se manifestaba con dureza.
– El cansancio acumulado en las piernas tras las sentadillas del sábado.
– El efecto memoria: el cuerpo recordaba la «alegría» del entrenamiento del viernes y se «negaba» a ir más lento.

Probablemente, un poco de todo.

En el río, me dirigí hacia el Huevo de Colón y crucé el puente nuevo que hay construido en la dársena que comunica los parques de San Jerónimo y el Alamillo.

«¿Por qué no consigo bajar de 141?; más lento no se puede ir», me decía.

Desde luego que se podía. Pero había que darle una patada al orgullo, que pesa mucho. Y eso es lo que hice. Relajé la musculatura al máximo y prácticamente comencé a arrastrarme. Al fin aparecieron los 137 y 138 buscados.

Encontré una fuente en el parque y conseguí rellenar la botella que llevaba conmigo, cuyas últimas gotas de agua caluntarienta habían sido derramadas sobre mi cabeza.

Para compensar la extrema lentitud y aprovechar que al fin me encontraba en la zona deseada, amplié en 10 minutos la tirada.

Hacía tiempo que no recordaba ir tan lento. El verano promete lecciones muy instructivas…

Denominación: 70′ intentando FC [135-149]
Observaciones: hasta el último tercio no encajaron.
FC media = 140 ppm

Ojos que no ven, corazón que no siente

El procastinador tiene a su alcance numerosos trucos para dejarse vencer por la pereza y autoengañarse creyendo haber obrado rectamente. Uno de ellos es el que intentó, sin éxito, hacerme sucumbir ayer.

Se acercaban las diez de la noche y, desde las nueve, estaba tratando de encontrar la disposición mental necesaria para echarme a correr mi hora habitual.

Mucho calor aún, pero no tanto como estos dos días anteriores. No podía ampararme en cuestiones térmicas para saltarme el entrenamiento, desde luego, debía ser más imaginativo y buscar nuevos recursos.

De pronto, un suculento libro cayó en mis manos, promesa de varias horas de disfrute intensas hasta que llegase el momento de acostarme a dormir.

Me entraron unas ganas tremendas de volcarme completamente en su lectura. Pero, claro, me tocaba correr, no debía saltarme el entrenamiento. ¿Cómo resolver la situación?

Muy fácil, me dije. ¿Y si me planifico, a cambio, madrugar el sábado y, tal como me levante, echarme a correr? Después de todo, sólo sería una demora de unas horas.

Para mayor refuerzo, abrí Google Calendar y situé, en verde, una tarea llamada Running en la casilla correspondiente a las 8:30 y de una hora de duración.

Perfecto, concluí, y ahora a lo que de verdad me apetece hacer…

Me eché a reir. Buen intento, buen intento…

Me puse los pantalanes cortos y una camiseta, me calcé mis zapatatillas pronadoras y a las 22:02 ya estaba pateando Sevilla.

Fue tan rápido el gesto que no le di ni opción al procastinador a que abriese la boca. Pasé incluso de coger el pulsómetro.

Como lo habéis oido: por primera vez en mi vida de corredor pasé del ForeRunner.

Cargué las llaves, el DNI y un móvil (que me daría una referencia temporal, aunque tampoco la necesitaba) en la riñonera y empecé a correr directamente, sin estirar.

Mi premisa consistía en ir lento. Desde luego, dudo mucho que fuera inferior a 140 ppm. Sólo sé que fui despacio, pero más rápido de lo habitual.

Abandoné el centro por la Ronda de Capuchinos y desde ahí me dirigí directamente a la Barqueta para descender a la orilla del río con dirección a la Torre del Oro.

En el trayecto, escuché desde un bar de copas arriba, a un compañero de trabajo, cubata en mano, gritándome: «Ahí te quiero ver». Por un momento me hizo cuestionarme si no debería quizás estar yo también de juerga en vez de metiéndome una «pechá» kilométrica.

Pasada la altura del pabellón de la Navegación, el paseo se volvió intransitable. Era viernes por la noche. Una piña densa botellónica dificultó mi marcha hasta bien pasado el puente de Triana.

Detesto los botellones. Pero que cada cual se la machaque como le dé la gana.

Decidí que no tomaría de vuelta el mismo camino y eligiría otra ruta.

En la Torre del Oro abandoné la vera del río y tomé la calle San Fernando para rodear todo el centro de Sevilla por la ronda: jardines de Murillo, puerta de la carne, Menéndez Pelayo, Osario y, por la Trinidad, internarme hacia la Macarena.

Total, 55 deliciosos minutos. No sé ni qué distancia recorrí ni a cuánto latió mi corazón. Sé que fui, en todo momento, lo suficientemente lento para ir cómodo, pero apreté bastante más que otras veces, especialmente en la segunda mitad del recorrido.

Ojos que no ven, ¿corazón que no siente?

Javier Montero

Salgo, no salgo…

Día de calor horroroso, con termómetros alcanzando los 43 grados. He pasado media tarde tratando de decidir si saldría a correr hoy o no.

La excusa era perfecta, ¿qué loco se echaría a correr con semejante calor?

Pero por muchos argumentos semejantes que acudían a mi mente sabía que detrás sólo se escondía la pereza propia de la lánguida lasitud del verano que está a punto de entrar.

Si uno se hidrata adecuadamente, sale al atardecer o al anochecer, ¿qué problema le supone realmente el calor?

En mi caso: me hace sudar más y me obliga a ir más lento. Pero nada más.

Creo que uno de los motivos que echa atrás a mucha gente a la hora de entrenar en verano es porque se cansan más al tratar de mantener el mismo ritmo que en primavera, y eso les desmotiva.

La opción «ir más despacio» ni se plantea: es preferible quedarse en casa a someter a nuestro preciado ego a una humillación.

Una de las ventajas de salir con pulsómetro, atendiendo exclusivamente al pulso y sin considerar el ritmo, es que este se adecúa en función de las condiciones climatológicas. En verano somos, naturalmente más lentos bajo el mismo esfuerzo cardíaco.

Sí, al fin, he salido a correr mis sesenta minutos habituales. Verdaderamente, lo único que me estaba apartando de hacerlo era la misma pereza que con frecuencia nos aparta de las cosas que realmente nos hacen mejores.

Porque las sensaciones al final han sido las mismas de siempre, la satisfacción del deber cumplido.

Denominación: 60′ FC [135-139]

Y nueva ruta, llegando hasta Nervión e incluyendo al regreso una vuelta por los Jardines del Valle que, aunque corta, ofrece un trayecto cien por cien sobre tierra.

Javier Montero

Comenzamos la visita a Knoppix

En la sesión anterior descargamos las imágenes ISO en CD y DVD de Knoppix 6.4.4 y las reconstruimos en sus respectivos soportes. Hoy nos pondremos manos a la obra y arrancaremos el sistema por primera vez.

Arrancar Knoppix es tan simple como insertar el CD o DVD y encender el ordenador con él dentro.

Si, una vez hecho esto, el ordenador continúa cargando el sistema operativo habitual, es que, probablemente, el orden de arranque de la máquina, configurado en el setup, prioriza al disco duro antes que al CD. Asegurémonos también de que hemos reconstruido la imagen bien. Generar la imagen NO SIGNIFICA copiar el fichero ISO en el CD.

Debemos estar atentos durante la carga. Si no hacemos nada Knoppix arrancará en el idioma propio de la versión que descargamos (recordemos que sólo se nos ofrecía en alemán o inglés), lo cual puede resultar engorroso, muy especialmente a la hora de tener que utilizar el teclado.

Pero, en un instante dado, veremos que aparece, en la parte inferior:

boot:

Durante unos segundos tendremos la opción de introducir modificadores que afectarán al inicio del sistema. Escribamos, a continuación de boot:

knoppix lang=es

El teclado, en este momento, aún no está en español y el signo ‘=’ no se halla en su ubicación habitual en la tecla ‘0’. Lo encontraremos a la derecha del todo, arriba, en la tecla que contiene la apertura de exclamación e interrogación.

Pulsemos ENTER y el sistema continuará con el proceso de arranque, pero esta vez se ocupará de realizar los cambios oportunos para ofrecernos un entorno en español.

Observemos el mensaje que aparece:

«Please do not remove medium until shutdown».

Recordemos que Knoppix no va a buscar nada al disco duro, todos sus ficheros están en el CD y los irá cargando en memoria a medida que los vaya necesitando. Por eso, es importante que el CD esté dentro durante toda la sesión.

Si todo va bien Knoppix concluirá el arranque mostrándonos un completo entorno gráfico de escritorio desde donde podremos acceder a la mayor parte de las aplicaciones que incorpora.

En función de la tarjeta gráfica detectada, se permitirá incluso el lujo de mostrarnos animaciones y efectos durante el uso de las ventanas. Efectos que, aunque inútiles, dan buena cuenta de la fabulosa detección de hardware presente en Knoppix.

El entorno de escritorio que monta Knoppix es LXDE (Lightweight X11 Desktop Environmment) sobre el gestor de ventanas Openbox.

LXDE no es tan rico en posibilidades como lo es GNOME o KDE (dos de los más populares), pero destaca por ser extremadamente ligero, con un apreciable menor consumo de CPU y de RAM que los anteriores. Eso lo hace ideal en un sistema como Knoppix, que podremos lanzar incluso en máquinas con muy pocos recursos. Por otro lado, recordemos que todos los ficheros están en el DVD y no en el disco duro, con la importante diferencia en cuanto a tiempo de acceso. Mientras menos parafernalia tenga que cargar, más ágil resultará el proceso.

Tiempo libre para que cada uno visite con libertad los distintos menús y opciones. No hay nada que temer, nada afectará al disco duro (salvo que tengamos conocimiento de cómo hacerlo y deliberadamente lo hagamos) y cuando terminemos nuestro sistema Windows, Linux, o lo que sea que corra en el PC, seguirá haciéndolo del modo habitual.

En la parte inferior izquierda de la pantalla encontraremos el icono característico de LXDE, simbolizando un pájaro, ligero y veloz. Desde ahí tendremos acceso a buen número de las aplicaciones incluidas en Knoppix. Naturalmente, este conjunto de programas será diferente si hemos arrancado con el CD o el DVD.

Enredemos sin miedo durante un rato…

Hora de volver al autobús y dar por finalizado el recorrido turístico de hoy. En el menú de LXDE se halla también la opción «Salir». Hagamos clic sobre ella y elijamos «Apagar» en el cuadro que aparece.

En un momento dado se nos pedirá que retiremos el CD y pulsemos Enter para finalizar el apagado.

Experimentemos Knoppix en diversos equipos, tanto de sobremesa como portátiles. La mayor parte de las veces se cargará sin problemas. Sólo en algunas ocasiones puede que esto no suceda. En entregas posteriores veremos qué podemos hacer en estos casos.

Javier Montero

Python – Capítulo 7: Opciones múltiples con elif

Objetivo: mostrar cómo ampliar con elif la estructura if … else en Python para la toma de decisiones múltiples.

En la última sesión de Python aprendimos cómo tratar una dicotomía: si una condición se cumple haz esto; en caso contrario, haz esto otro.

Pero, ¿y si debemos gestionar diversas opciones?

La claúsula elif dentro de la estructura if nos permite resolver este problema.

Observa su utilización en el siguiente ejemplo:


# coding=latin-1
valor = input('Introduce un número del 1 al 6: ')
if int(valor) == 1:
    print('El dado rueda..., ha salido el UNO')
elif int(valor) == 2:
    print('La suerte está echada..., ha salido el DOS')
elif int(valor) == 3:
    print('El dado nos muestra... un TRES')
elif int(valor) == 4:
    print('Increíble pero cierto... ha salido un CUATRO')
elif int(valor) == 5:
    print('Si esto fuera el parchís sacarías ficha. Ha salido el CINCO')
elif int(valor) == 6:
    print('Enhorabuena, has sacado el valor más alto del dado, el SEIS')
else:
    print('Lo siento, el dado no puede devolver ese valor')

El ejemplo es ilustrativo por sí solo: nos solicita la introducción de un número del 1 al 6 y en función del valor que hayamos facilitado realizará una tarea u otra.

Observa el uso de else, al final, para el caso contrario general en el que no se haya cumplido ninguna de las otras condiciones (por haber introducido un valor fuera del rango indicado).

La palabra elif no es más que una forma simplificada de else if y estrictamente no sería necesaria. Cualquier decisión múltiple se reduce, en última instancia, a un conjunto de decisiones binarias. La ventaja de utilizar elif es que nos permite tener el código más claro visualmente, sin las indentaciones que se producirían tras cada decisión binaria.

Javier Montero Gabarró


Fecha de la última revisión: 12 de agosto de 2012


Python – Capítulo 7: Opciones múltiples con elif


El texto de este artículo se encuentra sometido a una licencia Creative Commons del tipo CC-BY-NC-ND (reconocimiento, no comercial, sin obra derivada, 3.0 unported)


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El entrenamiento típico de un fin de semana

No tengo ocasión de hacer deporte por la mañana, salvo los fines de semana o durante las vacaciones. Por eso, suelo aprovechar los sábados y domingos para ejercitarme en los primeros compases del día.

Además, corro un día sí y otro no, con lo cual uno de los dos días siempre realizo mi tirada larga (que es igual que la corta, porque últimamente siempre entreno igual).

Por lo general, acostumbro a ir a un gimnasio los fines de semana. Suelo matar dos pájaros de un tiro y en la misma sesión combino el acondicionamiento con pesas con el entrenamiento propio. A veces lo realizo en la misma sala, empleando alguna de las cintas, o abandono temporalmente la instalación para patearme el cercano parque del Alamillo.

O también puedo optar por correr temprano desde mi casa y acudir al gimnasio más tranquilamente a media mañana, como hice la semana pasada.

Mis desplazamientos hasta allí suelen ser en bicicleta, por lo que al deporte realizado hay que añadirle unos seis kilómetros pedaleando a un ritmo suave.

Ayer sábado comencé con las pesas. Tenía previsto ejercitar el pecho y la espalda.

– Pecho: banca press
– Pecho: apertura en máquina
– Pecho: banca oblícua
– Dorsal: polea superior
– Dorsal: polea en remo

Me subí después a una de las cintas con la intención de hacer algunos experimentos aeróbicos con cuestas artificiales. Recuerdo que Sevilla es llana y que las cuestas no abundan precisamente.

Resulta una contradicción hablar de entrenamiento aeróbico, a mi estilo, y de cuestas. Es lo mismo que decir que uno va a hacer «series aeróbicas». Pero tenía la intención de comprobar cuánto debía reducir mi velocidad para mantener el pulso dentro del rango previsto.

Pero mi gozo en un pozo. No hice más que encender el Forerunner y a los cinco segundos se apagó de nuevo por falta de batería. Llevaba apurándola unas cuantas semanas y ya empezaba a pensar que iba a durar toda la vida así. Es sorprendente lo mucho que dura la batería cuando no se utiliza la función GPS.

Así que decidí que correría con libertad, sin someterme a la tiranía del pulsómetro.

¿A cuánto lanzaría la cinta? ¿11 Km/h? ¿Tal vez 12 Km/h? ¿O un combinado según lo viera?

Pues no…

A falta de pulsómetro arranqué la cinta a una velocidad que ya sabía por otras ocasiones me permitiría, holgadamente, que mi pulso permaneciera dentro del rango comprendido entre 135 y 139 latidos por minuto.

Me planté cómodamente a 8 Km/h y a echar millas!

Denominación: 60′ en cinta FC supuestamente entre [135-139]

Cuando estaba terminando el ejercicio se subió un colega a una de las máquinas de al lado y me preguntó, asombrado, cuánto tiempo empleaba corriendo.

Lo que a nosotros nos parece ya incluso poco, resulta una proeza increible para alguien que no está en el mundillo. Le contesté que si alguna vez se animaba a hacer algo parecido, me preguntara con toda confianza y le explicaría cómo hacerlo.

En un gimnasio de pesas es raro ver a gente realizar tiradas largas. Creo que temen perder su tan ansiada y costosamente adquirida masa muscular. Huyen de estas máquinas como quien escapa del mismo diablo.

Hoy domingo he hecho algo similar, pero sustituyendo el trabajo aeróbico corriendo por otro alternativo. Quien haya seguido el blog recordará la entrada «El modelo de la continuidad aeróbica«, del 19/5/2011, en el que explico mi metodología, consistente en realizar ejercicios aeróbicos cruzados en diversos rangos de pulsaciones bajas.

En la parte de musculación, me he dedicado a completar los ejercicios del tren superior que inicié ayer:

– Hombro: press militar en máquina
– Hombro: aperturas laterales en máquina
– Hombro: aperturas hacia atrás en máquina
– Triceps: polea
– Triceps: press francés
– Triceps: patada
– Biceps: curl
– Biceps: concentrado
– Biceps: alterno, de pie

Y como plato aeróbico he elegido una máquina que llevaba tiempo picando mi curiosidad, de nombre «Treadclimber».

La foto con la que comienza la entrada del blog muestra cómo es el artefacto.

Es como una cinta, pero dividida longitudinalmente en dos plataformas, una para cada pierna, que alternativamente van subiendo y bajando. Es una máquina diseñada para SUBIR CUESTAS andando.

Me he plantado el pulsómetro (recién cargado), he configurado la cuesta más pronunciada y he ido aumentando la velocidad de modo que el rango de pulsaciones cayera entre 130 y 134, algo que conseguí a una velocidad (que fue incrementándose con el tiempo) de 5’3 Km/h (valor final).

He «escalado» 30 minutos buenos que me han dejado chorreando de sudor. Una máquina curiosa e interesante.

Bicicleta de vuelta a casa y fin de la sesión deportiva, a falta de la redacción de la crónica, ese minuto de gloria al que uno tiene derecho tras haber cumplido con sus deberes.

Javier Montero

El huevo de Colón

Cuenta la leyenda que, estando Cristobal Colón reunido con un grupo de nobles españoles, uno de estos quiso restarle mérito a su hazaña del descubrimiento de América. Colón, como respuesta, pidió que le trajeran un huevo e instó a los presentes a que lo colocaran de pie.

Uno a uno, los nobles fueron fracasando en el intento. Cuando el huevo regresó a Colón, lo cascó ligeramente golpeando su base contra la mesa y acto seguido, pudo colocarlo de pie.

Es el sesgo retrospectivo. Todo se ve muy fácil cuando ya se sabe cómo hacerlo.

Y así de sencillo es… No tengo más que ponerme las zapatillas y salir a la calle a correr. Es sólo una hora (mis entrenamientos actuales son de todos de ese tiempo), pero sé que podría ser más perfectamente.

Pero no deja de sorprenderme. Hace tan sólo seis meses habría asegurado que era algo completamente imposible para mí.

Ayer modifiqué mi ruta por el río. En vez de recorrer el habitual tramo entre la Barqueta y la Torre del Oro, tomé el rumbo en dirección contraria, hacia el Puente del Alamillo y de ahí continuar hasta la dársena, en San Jerónimo, ese lugar especial donde, de repente, y no sin sorpresa, se acaba el río.

Descubrí el paseo fluvial tan precioso que ha quedado, tras mucho tiempo de obras, conectando Torneo con los parques de San Jerónimo y el Alamillo. Una ruta imprescindible para cualquier sevillano que aún no la conozca.

Al llegar al final del río, junto a la circunvalación super norte, me adentré en el parque de San Jerónimo y alcancé la majestuosa estatua de más de 30 metros de altura del huevo de Colón.

El nombre real de la estructura es «El nacimiento del hombre nuevo».

Ante ella me sentí insignificante, el eterno aprendiz…

Denominación: 60′ FC [135-139]

Javier Montero

Knoppix: centenares de herramientas gratuitas en nuestro bolso

Voy a comenzar una serie de artículos basada en la distribución de GNU/Linux llamada Knoppix, en la que pretendo mostrar una introducción al amplio conjunto de herramientas gratuitas que incluye. También ilustraré algunos usos que pueden resultar particularmente atractivos a usuarios más avanzados, como administradores de sistemas, programadores, expertos en seguridad, etc., y que sin duda hallarán en Knoppix una herramienta imprescindible para llevar siempre consigo.

En este blog ya publiqué hace un año un artículo en el que explicaba cómo crear imágenes de discos duros y poder disponer así de copias exactas, byte a byte, de ellos. No es más que un ejemplo de lo que podemos hacer con Knoppix.

Todas estas herramientas gratuitas, tanto las básicas como las avanzadas, están disponibles (o pueden estarlo fácilmente) en cualquier distribución GNU/Linux. ¿Por qué utilizar Knoppix en particular?

Knoppix es un tipo de distribución «Live», que nos permite arrancar un sistema operativo Linux desde un CD o DVD sin tocar en absoluto el contenido del disco duro. Esto significa que, en cualquier equipo, colocamos el CD, arrancamos la máquina y obtenemos un entorno completo de trabajo Linux, repleto de herramientas, y que desaparecerá de una manera limpia en cuanto apaguemos el ordenador, sin haber modificado el sistema existente en él.

Además, es sorprendente la detección de hardware tan buena que realiza. Knoppix arrancará sin problemas casi en cualquier PC y nos permitirá acceder a sus recursos inmediatamente o con muy poca preparación.

Existen numerosas distribuciones Live hoy día, y Knoppix tampoco fue la primera en surgir. Pero el mérito del gran éxito que tuvieron los Live CD debemos atribuírselo claramente a Knoppix.

Su creador, Klaus Knopper, mantiene la distribución desde su página web, desde donde podemos descargarla. Esto también es posible en la página oficial de Knoppix.

La versión actual, a fecha de hoy, es la 6.4.4, que vio la luz el 30 de enero de 2011.

Lo primero que debemos hacer es descargarla desde uno de los numerosos mirrors que la alojan.

Debemos tener en cuenta varias cosas. En primer lugar, ¿qué versión descargar, en CD o DVD?

La versión en CD, que ocupa unos 700 Mb, almacena en su interior un contenido efectivo de unos 2 GB. Esto es posible gracias a una tecnología de compresión dinámica que optimiza el almacenamiento en el CD.

La versión DVD, de 3 GB, es bastante más generosa aún en herramientas instaladas, con un contenido efectivo de alrededor de 8 GB.

Mi recomendación es descargar y tostar las dos versiones y utilizar una u otra en función de las circunstancias.

Por otro lado, se puede apreciar que, además, podemos elegir entre dos tipos de versiones: KNOPPIX y ADRIANE-KNOPPIX.

ADRIANE son las siglas de «Audio Desktop Reference Implementation And Networking Environment» y es una versión especial de Knoppix para ciegos.

En realidad, Adriane es la mujer de Klaus Knopper, que padece impedimento visual.

Finalmente, podemos descargar el software en alemán o en inglés. No existe versión en español, pero una de las primeras cosas que aprenderemos es a configurar el entorno adecuadamente a nuestro idioma.

Una vez hayamos descargado las imágenes ISO habrá que grabar el CD o DVD correspondiente. Si alguien tiene problemas en esto, puede consultar, por ejemplo, el siguiente enlace, donde se explica cómo hacerlo.

Y eso es todo por hoy. En el próximo artículo comenzaremos a explorar el fascinante mundo GNU/Linux a través de Knoppix. No importa si nuestro PC contiene un Windows, o si no tenemos suficiente espacio en disco para instalar un sistema operativo dual: no lo necesitamos, Knoppix no tocará nada.

Javier Montero

Visita al podólogo

Era algo que rondaba por mi cabeza desde hacía tiempo.

No siento molestias de ningún tipo al correr, entonces, ¿por qué hacerme unas plantillas a medida?

Precisamente por eso, para tratar de seguir sin molestias conforme vaya incrementando la carga.

Ayer tuve una cita con el podólogo. Media hora larga de pruebas de todo tipo, muchos gráficos y secuencias de imágenes en las que se apreciaba perfectamente la distribución del peso en los pies en cada fase de la zancada.

Detectada una dismetría de 5 mm entre las dos piernas.

Y no sé qué historia de los arcos interno y externo que limitaba la función de amortiguación del pie.

Toma de moldes sobre una sustancia granulada… Fue como hundir los pies en la arena mojada de la playa.

En diez o quince días podré recoger las plantillas.

Iba a echarme a entrenar al salir (fui a la clínica ya con pantalones cortos y calzado deportivo), pero una llamada telefónica me hizo cambiar de planes…

Pero cayó un paseíto de unos 10 Km en total, lo cual tampoco estuvo mal.

Hoy he salido a correr por mi ruta habitual centro-río. Una enriquecedora hora a fuego lento, como de costumbre.

Denominación: 60′ FC [135-139]

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