Día de calor horroroso, con termómetros alcanzando los 43 grados. He pasado media tarde tratando de decidir si saldría a correr hoy o no.
La excusa era perfecta, ¿qué loco se echaría a correr con semejante calor?
Pero por muchos argumentos semejantes que acudían a mi mente sabía que detrás sólo se escondía la pereza propia de la lánguida lasitud del verano que está a punto de entrar.
Si uno se hidrata adecuadamente, sale al atardecer o al anochecer, ¿qué problema le supone realmente el calor?
En mi caso: me hace sudar más y me obliga a ir más lento. Pero nada más.
Creo que uno de los motivos que echa atrás a mucha gente a la hora de entrenar en verano es porque se cansan más al tratar de mantener el mismo ritmo que en primavera, y eso les desmotiva.
La opción «ir más despacio» ni se plantea: es preferible quedarse en casa a someter a nuestro preciado ego a una humillación.
Una de las ventajas de salir con pulsómetro, atendiendo exclusivamente al pulso y sin considerar el ritmo, es que este se adecúa en función de las condiciones climatológicas. En verano somos, naturalmente más lentos bajo el mismo esfuerzo cardíaco.
Sí, al fin, he salido a correr mis sesenta minutos habituales. Verdaderamente, lo único que me estaba apartando de hacerlo era la misma pereza que con frecuencia nos aparta de las cosas que realmente nos hacen mejores.
Porque las sensaciones al final han sido las mismas de siempre, la satisfacción del deber cumplido.
Denominación: 60′ FC [135-139]
Y nueva ruta, llegando hasta Nervión e incluyendo al regreso una vuelta por los Jardines del Valle que, aunque corta, ofrece un trayecto cien por cien sobre tierra.
Javier Montero
Bien!
Ayer vencí a la pereza. Mañana, ya veremos. 😀
Gracias, Gonzalo.
También forma parte del entrenamiento vencer la pereza. Es una cuestión psicológica ¿no crees? Si puedes aprender a ser fuerte en esos momentos de debilidad, también lo serás en carrera. SEGURO.
El verano es perfecto para poner a prueba nuestra disciplina, sin duda. 😉