El método de los 1000 maestros

Ya sabes que tengo devoción por los libros. No me refiero únicamente a las novelas o la poesía, capaces de emocionarme, trasladarme a otros mundos y hacerme vivir mil vidas. Hablo también de los libros de enseñanza pura y dura, en los que se concentra, en tan poco espacio físico, una impresionante cantidad de sabiduría y experiencia del ser humano.

Se me van los ojos detrás de los libros de Matemáticas, Historia, Filosofía, Programación de ordenadores, Biología, e incluso Papiroflexia o Mecánica del automóvil.

Si fuera inmortal profundizaría en todo y dedicaría varios centenares de años a cada rama del saber. Pero la vida es un chupito, y aunque sé que nunca llegaré a profundizar en nada, tal vez por esa insignificancia pongo toda mi pasión en todo lo que aprendo y hago.

Siempre digo que cada libro es un maestro. Encerrado bajo la apariencia de un paralelepípedo rectangular se halla la figura de su autor, deseando hablarte y contarte todo lo que sabe en cuanto abres el libro por cualquiera de sus páginas. Es como el genio de la lámpara, deseoso de ayudarte a satisfacer tus deseos más profundos.

El Método de los 1000 maestros, que te propongo ahora, está inspirado en esa asociación libro – maestro.

Comienza eligiendo un libro. Tómate todo el tiempo que necesites para realizar la elección. Considera uno que conecte con tus objetivos más íntimos, uno que de verdad pueda transformar y hacer mejor tu vida.

Ese libro será tu maestro.

Ahora toma tu agenda o tu aplicación de calendario preferida y planifica una cita para las clases particulares que recibirás de ese peculiar maestro octoédrico. Hazlo del mismo modo que harías con una academia de inglés o de clases de guitarra.

Decide la periodicidad: ¿una vez a la semana?, ¿dos?, ¿todos los días?, ¿cada quince días? Mantén los pies en el suelo: es mejor siempre ir de menos a más, comenzando por una planificación mínima, que siempre se podrá expandir, que pecar por exceso con una planificación insostenible.

Decide también la hora de los encuentros. No sirve decir, «los martes y jueves». Concreta también la hora de la cita, al igual que clase de inglés en la academia. Mucho mejor es decir «martes y jueves de 6 a 7 de la tarde». Eso hará que fortalezcas tu compromiso con la tarea y hagas que tu mente sepa que está ante algo verdaderamente importante.

Llegado el momento de la clase, debes mantener una actitud muy especial. No se trata de que simplemente te pongas a leer el libro. Debes mantener una lectura activa, crítica, muy cuidadosa y lo suficientemente lenta. Exprime cada párrafo que leas y cuestiona continuamente su contenido. Registra en un cuaderno todo tipo de dudas o puntos que te gustaría aclarar mejor. Serán los deberes que te habrá encomendado tu peculiar profesor y tu misión será tenerlos listos antes de la próxima sesión.

Otro punto importante que debes tener presente es que un libro nunca se acaba. Si llegas al final, simplemente recomienza. Te darás cuenta de que se producen nuevas conexiones entre los conocimientos y que el puzzle comienza de verdad a tomar forma.

Por ese mismo motivo, tampoco es necesaria una lectura lineal del libro. Permítete la libertad de decidir cuál es el orden más adecuado para ti. Yo, por ejemplo, suelo leer muy supercialmente cada capítulo en la primera lectura, saltando incluso páginas enteras. De este modo, prefiero esbozar el mapa global del bosque antes de comenzar a profundizar en áreas más concretas.

Cuando el libro esté, con el tiempo, más y más exprimido, puedes disminuir la periodicidad de tus encuentros con él, de modo que su relectura te sirva, fundamentalmente, para mantener los conceptos frescos en tu memoria.

Cuando lo consideres necesario, puedes retirar el libro de tu planificación, del mismo modo que cancelarías tus clase de inglés o de guitarra. Ten claras siempre tus prioridades y no dudes en mantener una actitud dinámica y flexible.

De acuerdo a tus posibilidades, en tu agenda podrán figurar programadas clases con diferentes profesores. Recuerda siempre, ante todo, no planificar más que lo que de verdad puedas llevar adelante.

Estás ante profesores de excepción que quieren transmitirte el fruto de su experiencia y de mucho trabajo personal. Si no eres capaz de considerarte realmente afortunado por tener el lujo de que te enseñen algo tan valioso, es mucho mejor que te borres de la clase y dejes sitio a otras que de verdad te hagan sentir esa emoción.

No puedo escribir más. Lo siento, debo dejarte: tengo clase a la una…

Javier Montero Gabarró


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Devoción por los libros

Recuerdo que, leyendo a Mortadelo y Filemón en mi adolescencia, me encontré una serie de viñetas en las que aparecía Mortadelo con un libro recién adquirido sobre hipnosis. Dedicado en cuerpo y alma a su lectura, completamente concentrado en la tarea, iba recorriendo una a una todas las páginas (que debían de ser por lo menos mil, por lo voluminoso del tocho), robándole tiempo incluso al sueño hasta que, exhausto, lo devora de pe a pa. Se nos muestra entonces, con los nuevos conocimientos adquiridos, a un poderoso Mortadelo que logra que todas las personas a su alrededor hagan cuanto él desea bajo los efectos de la hipnosis.

Los libros tienen ese fascinante poder que a menudo ignoramos: pueden cambiar nuestras vidas si somos capaces de escuchar todo lo que nos quieren decir.

En el pequeño volumen que encierra un libro puede hallarse la posibilidad de tener o cambiar trabajo, de aprobar una oposición, de ver el mundo con otros ojos…

Siempre he tenido una pasión enfermiza por los libros. Cuando, de estudiante, quedaba con mis amigos del club de ajedrez para juntarnos a tomar patatas bravas y jugar al tute subastado en alguna tasca, recuerdo que no había fin de semana que no saliera con mi libro de Electromagnetismo bajo el brazo. Entre patata y patata, entre subasta y subasta, siempre había segundos valiosos para paladear la lectura de algún párrafo.

Y no cuento otras cosas porque me daría verdadera vergüenza hacerlo…

Cuando tu mirada se pose accidentalmente sobre algún libro, en tu casa o en el escaparate de cualquier librería, párate a pensar por unos segundos cuánto podría cambiar tu vida si fueras capaz de aprender todo lo que hay escrito en su interior. Yo siento vértigo cada vez que lo hago.

Cuando sostengas un libro entre tus manos, permítete soñar e e imagínate transformado por su poder realizando cosas sorprendentes que quizás jamás hubieras pensado que podrías lograr.

Cada libro es una invitación a ser diferentes. Como sucedió con Mortadelo, pueden hacer que la siguiente viñeta de tu vida sea mágica.

Javier Montero Gabarró


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