Cuando, a finales de diciembre, decidí que quería ser corredor, mi primer paso firme se inició con la compra de unas zapatillas en condiciones que hicieran menos probable que me rompiera en el camino.
El domingo 2 de enero, en Madrid, tras confirmar mi pronación severa, adquirí unas Mizuno con control del movimiento y unas plantillas correctoras que podría utilizar con calzado alternativo.
Varias semanas después compré unas ASICS, más ligeras y con más amortiguación con idea de emplearlas durante la competición. El lado negativo es que se trataba de zapatillas sin control de movimiento, adecuadas para pronaciones leves o moderadas.
Tenía dos pruebas que realizar: correr tal cual con ellas, pronando como un cabrón y, la otra, usarlas con las plantillas para pronadores galácticos.
La primera prueba la realicé hace un mes, más o menos. Se trató de una distancia larga a un ritmo duro, tratando de emular mi marcha en una competición. El resultado fue una disminución considerable de las molestias tibiales tras el entrenamiento (por aquel entonces, terminaba siempre con fuertes dolores en el periosteo tibial que remitían en el día de descanso), pero un aumento de las molestias en la rodilla derecha debida a la pronación no controlada.
El resultado no me pareció lo suficientemente apto para ponerlo en prueba en competición.
Hoy tocaba el segundo ensayo, esta vez con las plantillas correctoras. También tenía previsto introducir otra novedad en mis entrenamientos, pero decidí aplazarla por dos motivos: no estaba seguro del efecto de las plantillas sobre las ASICS y, por otro lado, la programación para el lunes de un entreno con Santi y Sprinter que, aunque aún no hayamos concretado nada, implicaría con certeza un régimen cardíaco en zona mixta, de exigencia 4 o incluso 5 en mi escala.
Por lo tanto, el trabajo de hoy consistiría nuevamente en una nueva tirada de fortalecimiento aeróbico de nivel 3.
Para que las plantillas fueran asentando bien a las ASICS, de las que retiré su plantilla inicial, ayer viernes me di un paseo largo por Macarena y Triana aprovechando una tarde y noche muy apetecibles. Por supuesto, acabó con un pescaíto frito y unas cuantas cervezas en una terracita junto al río en la calle Betis.
No sentí ningún tipo de molestias pronadoras, así que todo estaba listo para su rodaje hoy.
Parque del Alamillo, como suele ser habitual en mis entrenamientos los fines de semana. Estreno una malla de media pierna que me compré hace no mucho en el Decathlon.
Decido que mi entrenamiento será un sub 148 ppm, lo que supone acotar 1 punto más el extremo superior. Estoy realizando ritmos con los que me siento muy cómodo, no hay razón alguna para no ir acotando.
Avanzo cual va a ser mi frecuencia objetivo, la que espero obtener en unas semanas o meses: 139 ppm. Seguiré acotando hasta alcanzar ese valor mientras mis ritmos me permitan rodar con comodidad.
La primera media hora el pulsómetro estuvo mucho tiempo en 148, llegando a saltar incluso a 151. Pero no hubo problema en contener la media. El truco, como siempre: mucha concentración. A veces me concentraba en cómo entraba y salía el aire en mis pulmones, o en cómo se sucedían las líneas discontínuas del centro de la calzada, o en el rollo que iba a contar luego con la crónica. Y claro está, en cuanto me percataba que superaba lo más mínimo el techo establecido, las 148 ppm, aflojaba muy sutilmente el ritmo hasta mantener el pulso bajo control nuevamente.
En el minuto 35 sucedió el primer momento mágico: mis pulsaciones se estabilizaron en 145 con muy leves oscilaciones.
Alrededor del minuto 45 ocurrió el segundo «salto cuántico». Las pulsaciones se enclavaron en 142 con apenas variación. Me sentía surcar la carretera como si estuviera flotando. Era un fluir armonioso, una sensación indescriptible.
Pasó por la cabeza la posibilidad de aumentar el ritmo. Si el objetivo era hacer una media sub 148, por qué no apretar más con lo que consiguiría subir el ritmo medio.
Inmediatamente, esta idea absurda se me quitó de la cabeza. El objetivo NO era ese. Hay que esforzarse en rodar a las mínimas pulsaciones a un ritmo en el que nos sintamos cómodos. A 142 ya voy a un ritmo fantástico (¡sensaciones!) y mi objetivo es que eso suceda a 139 ppm. Cuando logre eso, y sólo en ese momento, aceleraré el paso mientras mis pulsaciones sigan controladas.
La prueba de pronación fue un éxito concluyente. No sentí el mínimo problema y, por el contrario, disfruté de la amortiguación extra. Mi uña negra estaba tan negra como siempre y no había ampollas nuevas en los pies, señal de que no habían sufrido durante el ejercicio.
¿No hablamos de correr por sensaciones? Afirmo rotundamente que las mejores «sensaciones» durante mis entrenamientos, durante y después de ellos, suceden en este tipo de ejercitamiento aéróbico.
Denominación: 60 minutos sub 148 ppm –> OK: 146 ppm
Exigencia: 3
Distancia: 8’98 Km
Tiempo: 60′
Ritmo medio: 6:41 /Km
FC media: 146 ppm
Próximo entrenamiento: el lunes, a las 19 horas en el parque de Mª Luisa, con los compis Sprinter y Santidecai.
Para mañana domingo tengo previsto a asistir al «Adidas Running Day», un evento de cuatro horas de duración que organiza Adidas. Tiene pinta de ser muy útil para los que empezamos en esto. Si pillo ideas interesantes, ya os las contaré después por aquí.