LaTeX – Capítulo 1: Introducción

Objetivo: presentar LaTeX, el siempre vivo programa de maquetación multiplataforma.

¿Cansado de dar formato a tus documentos con procesadores de texto WYSIWYG aburridos?

¿Harto de que la forma te distraiga durante el proceso de creación del fondo?

¿No dispones de grandes conocimientos de maquetación y aún así aspiras a crear documentos estructurados de un aspecto coherente y profesional?

¿Escribes habitualmente documentos técnicos y el editor de ecuaciones de Word te aburre soberanamente?

¿Quieres tener a tu alcance centenares y centenares de tipos que te permitan maquetar documentos casi de cualquier índole, incluidas tus partidas de ajedrez?

¿Te va la marcha como programador?

¿Apasionado de las herramientas de código abierto?

Si la respuesta a algunas de estas preguntas es sí, entonces necesitas \LaTeX y estás en el sitio adecuado para aprenderlo sin esfuerzo y en pequeños sorbos.

¿No has oído hablar de \LaTeX? Haz una búsqueda sencilla en Google y podrás ampliar la información.

Si capta tu atención lo suficiente necesitarás descargarte el compilador y las herramientas asociadas. Hay numerosas opciones gratuitas. Si trabajas en un entorno Windows te recomiendo, por ejemplo MiKTeX. En el mundo Linux, al cual está muy ligado \LaTeX, hay diversas posibilidades. Por ejemplo, el paquete Tex Live, de plataforma cruzada, que además tiene su versión para Windows, y es una excelente opción si trabajas a caballo entre los dos entornos habitualmente.

Elige el que más te guste, descárgalo e instálalo, que en breve empezaremos a crear documentos con elegancia.

Javier Montero Gabarró


Fecha de última modificación: 6 de septiembre de 2012


LaTeX – Capítulo 1: Introducción


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Corriendo mientras la ciudad despierta

Día histórico en mi trayectoria como corredor: a las 6:10 de la mañana ya estaba pateándome las calles de Sevilla.

La noche anterior dejé todo bien preparado. Creo que eso es importante: por un lado refuerza el compromiso para no echarme atrás a la mañana siguiente; por otro, es poco más que lavarme la cara, vestirme y salir a la calle, sin tener que perder tiempo buscando las cosas.

Rato antes de levantarme mi mente ya está esperando el momento. No en vano se trata de un acontecimiento nuevo e importante.

Pero el despertador no ha sonado aún, no tiene sentido esa inquietud, debería relajarme.

Me levanto, ha llegado el momento. Compruebo, atónito, que en la pared hay unas grietas y ronchones tremendos.

Me doy cuenta de que no es más que un sueño. Estoy soñando que me estoy levantando para irme a correr.

Algunos minutos antes de las seis, suena el despertador, el de verdad, y me incorporo. No hay grieta alguna en la pared.

A las 6:10 ya estoy corriendo. Temperatura anómala de 21 grados; siento hasta frío.

No hago más que comenzar y veo, justo delante de mí, a otro corredor que empieza su rutina de entrenamiento. Me decido a seguirlo, discretamente, a unos 30 metros por detrás. No tengo ninguna ruta prevista, así que por donde él tire estará bien.

Llegamos a la Barqueta y mi peculiar liebre sigue por Torneo bordeando el centro de la ciudad. Me pregunto si tiene en mente la vuelta completa a Sevilla.

No. Al rato veo que consulta el reloj e invierte el sentido de su marcha, para recorrer a la inversa el camino andado. Compruebo que estamos en el minuto quince. Está claro que tiene calculada su salida para correr un total de 30 minutos.

Yo bordearé todo el centro, algo que suele llevarme aproximadamente una hora.

En la calle Arjona, una avenida ancha, me he permitido el lujazo de correr directamente por mitad de la calzada. La calle completa para mí, no había un alma.

En algún momento, no recuerdo cuando, amaneció y las calles empezaron a cobrar vida.

Vuelta completa bordeando Sevilla, de puerta a puerta de mi casa. Le he dado bastante caña, relativamente hablando. No sé a qué velocidad habré rodado, pero he hecho en 50 minutos, con una FC media de 145 ppm, un trayecto que en un entrenamiento normal me habría llevado en torno a la hora.

Y una sensación de victoria muy peculiar, como en la mejor de mis populares.

Javier Montero

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