La matriz polifacética

Objetivo: modelo visual para la gestión de intereses en un contexto polifacético.

Hemos hablado, en otras ocasiones, de diferentes tipos de polifacetismo. Por un lado está el exclusivo, aquel en el que el foco de atención se centra en una única actividad durante períodos temporales relativamente largos. Tal vez desees dedicar cincuenta años al estudio de la física y matemáticas, otros cincuenta a la antropología, cincuenta más al sano ejercicio de escribir y otros tantos para perfeccionarte tocando el piano.

Puede que haya exagerado un poco, pero quien dice cincuenta dice cinco años…, o cinco meses.

Estas personas, a simple vista, no aparentan ser polifacéticas. Sólo contemplando con perspectiva su trayectoria vital descubres su diversidad de intereses.

Y luego está aquel tipo de polifacetismo que se asemeja a un nido de polluelos hambrientos, siempre insaciables. Sólo tienes un pico para ir alimentándolos de uno en uno. Es importante cuidar de que ninguno se quede sin su ración diaria de comida.

Foto: Alan Vernon; CC 2.0 BY-NC-SA
Foto: Alan Vernon; Licencia Creative Commons 2.0 BY-NC-SA

Quédate bien con esta imagen, pues es muy representativa del día a día de un polifacético.

Para llevar un control de cuando fue la última vez que alimentamos a cada uno de nuestros pichones podemos recurrir a un modelo que denomino la matriz polifacética.

En una hoja de cálculo indicamos, en cada fila, las diferentes áreas de interés. Tantas como facetas deseemos alimentar. En las columnas de la tabla aparecen numerados los distintos días del mes actual.

La matriz polifacética

La relación será tan simple o compleja como desees. Puede ser muy detallada (en la mía figura un centenar) o limitada a cuatro o cinco categorías generales. Adáptala completamente a tus necesidades.

La operativa es muy sencilla: marca una X en la celda adecuada si ese día en concreto le has dedicado tiempo suficiente a esa actividad. Decide tú qué significa «tiempo suficiente», pero probablemente sea algo que quieras diferenciar según el tipo de actividad. Por ejemplo, si tocas la guitarra y un día te limitas a recorrer escalas durante uno o dos minutos, tal vez no sea honesto acreditarte un trabajo suficiente para ganarte la X. Quizá una sentada de veinte minutos, al menos, con plena concentración, pueda suponer ya un tiempo relevante. Establece uno a uno tus propios criterios.

Hubo un tiempo en el que, en lugar de marcar así cada casilla, utilizaba un código de tres colores de fondo en función de la intensidad dedicada a la actividad (baja, moderada o alta). Finalmente lo desestimé, pues sobrecargaba innecesariamente el sistema.

Observa, en el gráfico, que hay actividades que aparecen jerarquizadas en distintos niveles. Por ejemplo, en la categoría CIENCIAS aparece otra de segundo nivel, FÍSICA, de la que a su vez cuelga, en un tercer nivel, PROBLEMAS. Por lo general, distingo el tiempo que dedico a estudiar y a leer textos de física del que empleo para la resolución práctica de problemas.

Si señalas con una X una actividad, asegúrate de marcar también todas las actividades padre de que dependa. En el ejemplo anterior, si resuelvo PROBLEMAS de física, marco también las categorías FÍSICA y CIENCIAS. De este modo, puede que un día trabaje en física y otro lo dedique a las matemáticas. Las dos marcas presentes en CIENCIAS me indicarán que, si bien no he atendido a cada subcategoría individual esos días, al menos si he dedicado tiempo a una actividad científica. De hecho, no pretendo todos los días estudiar física, pero sí que intento, en la medida de lo posible, que no pase un día sin mi dosis suficiente de contacto con la ciencia.

Puedes incluir también, en tu relación de actividades, hábitos que quieras mantener. Tareas relacionadas con el deporte, la salud, la gestión personal o las relaciones sociales y familiares también pueden encajarse perfectamente en esta matriz. Sé imaginativo.

Tal vez no desees, expresamente, atender diariamente cada actividad y te baste con una o varias ocurrencias semanales. Puede que no tengas tiempo para estudiar y jugar al ajedrez con regularidad, pero quizá puedas darte el capricho, una o dos veces por semana, de sacar tu tablero y analizar, junto a una taza de café, una partida de ajedrez magistral.

El método da cabida también a los días monotemáticos, si te gusta ese modo particular de operar. De un simple vistazo tendrás información que te ayudará a decidir qué modo conviene volver a tratar.

Observa, en la parte inferior, como el documento se organiza en pestañas, una para cada mes, lo que facilita el seguimiento en los días de transición.

Un buen momento para revisar la matriz polifacética es al terminar la jornada, recordando y marcando lo que hemos hecho a lo largo del día y esbozando el que será el plan de trabajo de mañana.

En cuanto tu lista sea medianamente amplia, ten claro que será virtualmente imposible marcar todas las casillas diarias. El objetivo no es ese, no lo olvides. ¡Qué estrés, si fuera así! La bondad del método no es otra sino disponer de un sistema que nos permita, de un modo visual e inmediato, evaluar el grado de equilibrio en nuestra vida de acuerdo a cómo hemos decidido vivirla.

Javier Montero Gabarró


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Índice completo de los artículos de la categoría Productividad.

Días monotemáticos para polifacéticos

Todos los polifacéticos intentamos ser lo más productivos posible en cada una de las áreas de nuestro interés. Otra cosa muy distinta es que lo consigamos, algo que depende en buena manera de nuestra capacidad de organización personal.

En Polifacetismo y Productividad hablábamos de distintos tipos de polifacetismo atendiendo a la frecuencia con la que desplazábamos el foco de atención. En mi caso particular, me permito picotear entre varias actividades distintas a lo largo del día. Para no perder el hilo entre sesiones hago uso riguroso de los diarios de acción, además de otras técnicas que me transportan rápidamente al estado mental necesario para poder sacar el mayor provecho posible al tiempo, a menudo breve, que voy a estar inmerso en la actividad.

No obstante, en ocasiones necesito salir de esta pauta de trabajo y acercarme a mis inquietudes de un modo diferente. Dispongo de un amplio abanico de esquemas «regeneradores», como me gusta denominarlos, que refrescan mi motivación y capacidad de rendimiento. Uno de ellos es el de los días monotemáticos.

Los días monotemáticos, tal como el término indica, no son más que días en los que concentramos el foco de interés en una única inquietud.

Eso no significa que sea lo único que hagamos durante el día, por supuesto. Todos tenemos que atender obligaciones inexcusables, también merecedoras de nuestra pasión, que pueden ocuparnos numerosas horas de nuestra jornada diaria. Pero, fuera de lo indiscutible, tenemos capacidad de decisión sobre lo discutible, y es en ese terreno donde somos reyes absolutos de nuestro tiempo.

Un día monotemático se inicia decidiendo, en los primeros compases de la mañana, en qué actividad volcaremos nuestro entusiasmo. La ducha matutina (me levanto cada día a las seis) es un momento ideal para mí, entre sensaciones energizantes y regeneradoras, para confirmar una decisión que probablemente mi subconsciente ya ha tomado. No es algo que deje para el día anterior: con frecuencia, la impregnación monotemática se mantiene hasta el límite entre la vigilia y el sueño (puede que durante él también) y no me gusta interrumpirla. De hecho, ¿quién no ha experimentado la aparición de una idea creativa o la resolución de un problema complejo en este estado de semiconsciencia que precede al sueño?

Tampoco acostumbro a planificarla con antelación: escribir que dentro de cinco días me centraré en la organización del blog, el sexto a la producción musical y el séptimo a programar en Python hace que el método se vuelva poco efectivo al perder la bondad de la espontaneidad y la improvisación. Con los días monotemáticos pretendemos una reconexión con nuestras pasiones y un mejor conocimiento de nuestras prioridades. Por eso decía antes que poco más que tenemos que confirmar algo que en el fondo ya sabemos. La fría planificación anticipada no tiene en cuenta la parte sumergida del iceberg.

Una vez elegida tu inquietud del día (o, más bien, una vez la inquietud te ha elegido), haz que transpire por todos tus poros. Por un día olvídate de que eres polifacético y dedícale todo tu amor con jurada fidelidad. No permitas que ninguna otra faceta te hable, al menos hasta la ducha del día siguiente.

Si el compromiso y la conexión son los adecuados probablemente descubras que estás siendo productivo incluso en el tiempo inicialmente no previsto para la actividad, como aquel que clasificamos para las obligaciones inexcusables. Y es que, al igual que somos un 60% agua, así nuestro tiempo es mucho más líquido de lo que creemos y podemos sacar mucho jugo al exprimirlo. No menosprecies el tiempo que dedicamos a pensar en algo, incluso aunque ese algo sea una guitarra que hasta dentro de nueve horas no tendrás en tus manos. Recuerdo haber esbozado el núcleo de una canción durante una sesión de running por el parque.

No todos los días monotemáticos resultarán igual de productivos, por supuesto. Puede que, dadas las circunstancias concretas del día, incluso no aparenten haberlo sido en absoluto. Eso no debe preocuparte lo más mínimo: volverá a amanecer a la mañana siguiente y la opción de repetir menú siempre estará disponible.

Quizás descubras que lo que te apetece es repetir y repetir la misma pasión un día tras otro, asemejándote por una temporada al polifacético que es capaz de dedicar largos períodos de tiempo a una actividad exclusiva para luego abandonarla e iniciar algo completamente diferente. ¿Por qué no?

Lo realmente sorprendente es que, una vez hemos instalado el estado mental de producción monotemática, lo mucho que podemos lograr en un aparentemente simple y cotidiano día. Desde aprender un lenguaje de programación o una nueva pieza musical, leer un libro entero o escribir una canción. O, por lo menos, obtener importantes avances en cualquier área de nuestro interés.

¿Cuánto tiempo mantener tus días monotemáticos? Mi respuesta es la misma para cualquier técnica de productividad o método de organización personal: mientras funcione. Tan pronto empieces a percibir que no obtienes los resultados deseados sabrás que habrá el llegado el momento de que ese agente poderoso que es el cambio vuelva a entrar en acción.

Javier Montero Gabarró


Días monotemáticos para polifacéticos


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Productividad decimal rotatoria – Configuraciones

Objetivo: presentar variaciones al método de productividad decimal rotatoria e introducir el concepto de configuración.

La técnica de PDR, tal como fue presentada en el artículo anterior es, por sí misma, suficiente para mantenerte productivo y motivado. No obstante, puedes permitirte experimentar y enredar con determinados parámetros y comprobar qué tal te funcionan.

Las variaciones más obvias consisten en reajustar el número de tareas o el tiempo de dedicación a cada actividad. En ocasiones tal vez resulte apropiada una mayor frecuencia de repetición de tareas, de modo que transcurra menos tiempo entre una tarea y la siguiente vez que la misma vuelve a aparecer. En ese caso, basta con reducir el tamaño de la lista. Si, por ejemplo, en lugar de jugar con 10 elementos decides emplear 5, lograrás duplicar la frecuencia de repetición.

Naturalmente, todo tiene su coste. Pon tú mismo en la balanza la pérdida de diversidad (no olvidemos que estamos en un entorno de polifacetismo) frente a un mayor foco.

Modificando el tiempo de dedicación también puedes lograr resultados significativos. Si veinte minutos te parecen insuficientes y apenas te da tiempo a calentar cuando el reloj vacía su último grano de arena, prueba a ajustarlo a 30 o 45 minutos. Tú te conoces mejor que nadie: ¿tardas en ponerte en contexto o eres capaz de ser productivo desde el primer minuto?

Una opción más avanzada consiste en parametrizar el tiempo de dedicación por cada tarea individual, aunque corres el riesgo de sobrecargar el método, una de cuyas bondades reside en su simpleza.

La variación más interesante resulta al introducir el concepto de configuración. Una configuración no es más que una lista concreta de tareas. En lugar de trabajar sobre la misma lista, prueba a tener unas cuantas alternativas.

Esto introduce un punto crítico en temas de productividad: la sensibilidad al contexto.

Mantener diferentes configuraciones te permite una mayor flexibilidad en función de tu ubicación, el momento del día o la situación particular en que te halles inmerso.

Puedes tener configuraciones de tareas específicas, por ejemplo, para cuando estés en la empresa y otras fuera de ella. También puedes crearte listas propias para el fin de semana que se beneficien de un mayor, por lo general, tiempo libre.

Si conoces tus momentos del día de mayor rendimiento puedes adaptar tus listas a ellos, reservando para entonces aquellas con tareas que exijan una mayor concentración.

Existe también la posibilidad también de mantener configuraciones que, sin que pierdan su carácter multidisciplinar, presenten una actividad o sabor dominante. Así, dependiendo de las circunstancias, pueden serte útil listas en las que predominen tareas relacionadas con la música, o la programación en C++, o la escritura en un blog, por poner unos ejemplos. En el extremo tienes incluso las listas monotemáticas.

Pragmatismo. ¿Funciona? ¿Sacas el trabajo adelante y das pasos firmes en todos tus frentes? ¿Te mantienes motivado? Trabajar puede ser la más entretenida de todas las diversiones.

No malgastes un solo grano de arena. Como decía el gran maestro de la productividad polifacética, Benjamín Franklin: si amas la vida no desperdicies tu tiempo, pues es la substancia de que aquella está hecha.

Javier Montero Gabarró


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Enlace al artículo anterior de la categoría Productividad.


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Productividad decimal rotatoria

Objetivo: presentar el método de productividad decimal rotatorio.

Si hay una máxima definitiva en productividad esta no es otra sino que no hay mejor método que aquel que funciona. Por simple o complejo que resulte, si consigue que saques tareas adelante, entonces ese es tu método.

Cada método de productividad no es sino un juego. Y como tal, cuando llevas mucho tiempo jugando, te cansas de él y comienza a aburrirte (a no ser que ese juego se llame ajedrez). Si quieres seguir divirtíendote debes cambiar de juego.

¿Tu lista de tareas comienza a atascarse? ¿Te sientes productivamente desmotivado? Es hora de que elijas un nuevo método de productividad. Eso no significa que abandones el antiguo para siempre; simplemente, es momento de que cambies de juego por un tiempo.

A lo largo de mi vida he recopilado e inventado más de un centenar de juegos de productividad. Al principio, cada nueva adopción la etiquetaba como el método definitivo, hasta que comprendí que no era la bondad del método en sí lo que lo hacía eficiente, sino sus factores lúdicos y motivacionales.

El método que te propongo hoy lo denomino Productividad Decimal Rotatoria. Su idea es muy simple:

Comienza preparando una lista de 10 tareas (decimal) y a cada una asígnale un dígito entre 0 y 9.

Es muy importante que te tomes el tiempo en elegir esas diez tareas iniciales. Uno de las fases más divertidas en todo método de productividad consiste precisamente en decidir qué actividades conforman nuestra lista de tareas. Algunas son obvias y su presencia resulta inapelable. Pero otras pueden formar parte de algún proyecto u objetivo vital, siendo necesario que reflexionemos cuidadosamente cuál será nuestro próximo paso a seguir.

Con tus 10 tareas elegidas, toma la primera de ellas y vuélcate en cuerpo y alma en su resolución durante un tiempo de 20 minutos, al estilo de la técnica Pomodoro, un método clásico de productividad. Yo uso un reloj de arena, su presencia me resulta estimulante. Concluido este tiempo, desplazamos el foco a la siguiente tarea y así sucesivamente.

Una vez alcanzada la número 9, proseguimos nuevamente con la número 0 (rotatoria).

Tómate el tiempo de descanso que consideres adecuado entre tareas en función de tu energía en cada momento o la conveniencia de atender otras cuestiones ajenas al juego. Tú decides cuándo retomar la partida.

Ocasionalmente las tareas se irán completando, dejando slots libres. Cada vez que esto suceda, permítete tomarte tu tiempo nuevamente para insertar otra en su lugar. Observa que no le tocará su primer turno hasta que el sistema haya efectuado una rotación completa.

Permítete probar el método, uno de mis favoritos. Al rotar entre 10 tareas tienes garantizada motivación por diversidad. Por otro lado, acotar las tareas activas a un máximo de diez, permite combatir uno de los principales enemigos de la productividad: las listas que crecen ad infinitum, en las que empleas mucho más tiempo pensando qué hacer que realmente actuando. Además, tener las tareas numeradas secuencialmente elimina otro de los procesos que más tiempo consumen: decidir qué hacer a continuación.

Que lo disfrutes y que cunda.

Javier Montero Gabarró


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Motivación y Productividad: Diarios de Acción

Quisiera compartir contigo una metodología que me ayuda a estar motivado y a ser más productivo en mis diversas áreas de interés. Como incansable estructurador, me gusta poner nombre a todo y la he bautizado como los Diarios de Acción.

No cuento nada nuevo que probablemente no haya pasado por tu cabeza ya antes, pero el mero hecho de pararte a estructurar y sistematizar unos patrones de comportamiento puede ser inspirador de cambios importantes.

Con los Diarios de Acción no sólo encuentro divertidísimo producir, en el sentido más general y multidisciplinar de la palabra, sino que además mantengo a raya la ansiedad característica de quien tiene mil tareas por hacer y no sabe por dónde empezar.

El nombre del método resume la idea principal: mantén diarios (en plural) de tus actos.

Escribe un diario de cada una de las áreas de actividad en que te halles involucrado. Esto es muy importante: para lograr la transferencia de pasión de la que hablaba en el artículo Polifacetismo y Productividad, es necesario que desarrolles una capacidad de abstracción que casi permita creerte, cuando estés inmerso en alguna faceta específica (lo que yo denomino modo), que es la única existente en tu vida. Si, por ejemplo, estoy en modo Python, durante todo el tiempo que permanezco en él, sean veinte minutos o dos horas, no existe otra cosa para mí y tengo la plena sensación de que no he hecho otra cosa en mi vida más que programar en Python. Un diario único no me permitiría lograr ese nivel de abstracción.

Cuando al genial Alekhine, campeón del mundo de ajedrez, le preguntaron cómo era capaz de jugar partidas a ciegas (sin ver la piezas) simultáneamente contra varios rivales, contestó que en su mente ideaba una especie de archivador en el que cada cajón representaba una única partida. Una vez movía pieza, cerraba un cajón y abría otro diferente, concentrándose en él como si los demás no existieran.

Cuando cambio de modo, una simple lectura de su diario me sitúa rápidamente en contexto, me permite conocer dónde lo dejé la última vez y, sobre todo, cambia mi estado mental.

Escribe en él tu visión, tus objetivos, pero, fundamentalmente, que sea un diario de acción en el que figuren los pasos concretos que llevas a cabo día a día para alcanzar tus metas.

Cuenta una historia bonita y emotiva, haz que su lectura sea inspiradora y te dé fuerzas para continuar avanzando. Actúa, trabaja con pasión y que escribir en el diario sea un premio por cada tarea individual que realices.

Sé fiel a su escritura y, a no ser que no te sea posible en ese momento, documenta los hechos tan pronto sucedan o tengas noticias de ellos. Es fácil sucumbir a la tentación de dejarlo al final cuando otras tareas revolotean inquietando tu mente; en esos casos, respira con calma y no te dejes llevar por la ansiedad. Si lo que acabas de realizar es verdaderamente importante, demuéstralo haciéndolo merecedor de tus mejores palabras. Cuida la ortografía y la gramática, escribe sin prisas.

¿Cuántos diarios mantener? ¿Hasta qué nivel de detalle fragmentar nuestro polifacetismo? La respuesta es bastante personal pero, por lo general, que los diarios no sean tan genéricos que te impidan abstraerte plenamente en la actividad, ni tan específicos que sólo los visites de tarde en tarde. Encuentra tú mismo el punto de equilibrio.

Hay muchas herramientas que te pueden ayudar a gestionar estos diarios de acción. Recuerdo que, hace muchos años, cometí la estupidez de comprar más de treinta cuadernos, cada uno dedicado a un único diario. Obviamente, no llegué muy lejos con ellos.

Lo ideal es utilizar aplicaciones como Dropbox, Google Drive o Evernote, que permiten acceder a tus documentos y notas desde cualquier ordenador, incluso desde el propio móvil. En particular, para este cometido, estoy usando ahora la última por su extraordinaria agilidad para moverse entre notas y pasar de un diario a otro en apenas un par de segundos.

Te invito a que, si no estás haciendo ya algo semejante, pruebes el método durante un tiempo y juzgues por ti mismo si te ayuda a motivarte y ser más productivo sin estrés. Si te animas, recuerda ser cuidadoso y disfrutar con cada entrada que plasmes. Después de todo, son los diarios de tu vida, testimonio de tu paso por el mundo.

Javier Montero Gabarró


Motivación y Productividad: Diarios de Acción


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Productividad aleatoria ponderada en Python

Este artículo, que he clasificado en las categorías «Productividad» y «Python» es peculiar porque mata dos pájaros de un tiro: puede resultar útil tanto al lector interesado en lograr un mayor rendimiento como al estudiante de Python. Se explica una técnica de productividad y a continuación se muestra cómo automatizarla utilizando el lenguaje de programación Python.

En Productividad aleatoria describí un método al que recurro con frecuencia para estimular mi rendimiento al enfrentarme a un conjunto de tareas pendientes de índole diversa.

La esencia del método consiste en dejar que sea el azar el que decida cuál será la siguiente tarea a ejecutar. Esto supone los siguientes beneficios:

Evita perder tiempo decidiendo nuestra siguiente ocupación. ¿Eres capaz de evaluar cuánto tiempo malgastas mareando la perdiz a lo largo del día, decidiendo qué hacer? Calcúlalo y quizás te lleves una sorpresa.

– Dota de un componente lúdico a nuestro sistema de productividad, haciéndolo más divertido y motivante. Es un juego que se rige con reglas sencillas: la suerte está echada y nuestra misión consiste en ejecutar la tarea con eficacia y eficiencia, sin rechistar ni cuestionar si otra labor nos resulta más apetecible.

– Todas las tareas, las que nos gustan más y las que no tanto, están incluidas en el bombo de la fortuna. A menudo solemos postergar las menos atractivas, que probablemente son las más importantes, de modo que no encontramos nunca tiempo para hacerlas. El azar no entiende de preferencias personales y poco a poco irás liquidando todas esas tareas ingratas pero necesarias.

En el artículo sugerí un método sencillo para la gestión aleatoria de tareas que sólo precisaba de dos herramientas: un editor de texto plano y un generador de números aleatorios. Recordémoslo con algo más de detalle.

Como editor de texto sirve cualquiera que incluya numeración de líneas, como Notepad++ o gedit, entre muchísimos otros. Para la elección de un número al azar puedes utilizar el widget de random.org que figura en la esquina inferior izquierda de esta página.

La forma de operar es sencilla: una tarea en cada línea del fichero y que el generador de números aleatorios decida cúal elegimos entre el total de líneas existentes.

Por eso me he referido a un editor de texto plano en lugar de un procesador de textos. En un editor de texto plano no hay cambio de línea lógica hasta que no se pulsa ENTER. Aunque el programa divida la línea lógica en más líneas físicas, en el caso de que no quepa entera en el ancho de la ventana, el número de línea sigue siendo el mismo.

Obsérvalo en el siguiente ejemplo:

Las líneas 3 y 6 no caben enteras en el ancho de la ventana establecido, pero el número de línea se mantiene el mismo.

Una vez tenemos el listado de tareas candidatas sólo resta elegir una al azar. En nuestro ejemplo, habría que elegir un número entre 1 y 9:

Localizamos la línea 8 en el fichero y esa será nuestra próxima tarea a realizar: «Revisión y actualización de un artículo del blog con más de un año de antigüedad».

Podemos refinar el método introduciendo la gestión de prioridades. Sería deseable que las tareas más importantes, aquellas que nos hacen avanzar hacia nuestros principales objetivos, tuviesen más «papeletas» en el sorteo que las que menos contribuyen. Para lograr esto basta con repetir la tarea en la lista las veces que consideremos necesarias, aumentando así su peso específico y la probabilidad de que resulten elegidas.

Para ahorrar tiempo, en vez de repetir la tarea, agregaremos líneas en blanco debajo de ella (como cuando usamos pares de comillas bajo de un texto para indicar que es una repetición exacta de él). Basta con tener presente que una línea en blanco hace mención a la tarea encima de ella.

Obsérvalo en el ejemplo:

Hemos dejado un espacio en blanco después de la tarea 3 y dos después de la 8. Esto es lo mismo que si hubiéramos repetido la tarea en esos huecos, pero se tarda menos con una simple pulsación de ENTER. De este modo, estamos indicando que las tareas 3 y 8 tienen un peso específico de 2 y 3, respectivamente; es decir, la tarea 3 tiene dos veces más probabilidades de salir elegida que cualquier otra ordinaria, y la 8 tres veces más.

Si ahora la elección de la linea al azar recayera en una línea en blanco, como la 4, la tarea elegida sería la inmediatamente superior que estuviera ocupada, es decir, la 3: «Preparar un solo para Joe Ibuprofeno y transcribirlo en solfeo y tablatura con Guitar Pro».

Si no estás interesado en la programación en Python, puedes abandonar ya la lectura del artículo, pues lo que resta de él está dedicado a la creación de un pequeño programa que seleccione, entre todas las tareas definidas y ponderadas en el fichero tareas.txt, una al azar.

Nuestra labor será dotar de contenido al fichero, que el programa se ocupará de la elección automáticamente.

Mostraremos algunas técnicas nuevas no presentadas aún en el blog, como:

– Apertura un fichero de texto que emplea una codificación diferente a la del nativa del sistema operativo sobre el que corre el intérprete Python.

– Recuperación de una línea concreta de un fichero de texto.

– Comprobación de si una línea está en blanco o no.

Para la función aleatoria, necesitaremos importar el módulo random, en el que está definida la función randint(), que emplearemos para la elección de un número entero al azar.

import random

Lo primero que realiza el programa es recuperar todas las líneas del fichero de tareas y almacenarlas en una lista:

fichero = open('tareas.txt', encoding = 'utf-8')
tareas = fichero.readlines()
fichero.close()

La primera línea abre el fichero tareas.txt en modo texto y lectura, opciones por omisión cuando no se especifica nada más. Pero fíjate en la novedad, el parámetro encoding = 'utf-8'.

Python, cuando abre un fichero de texto, necesita saber cómo está codificado para poder interpretarlo correctamente. Si no decimos nada en la función open(), Python, por defecto, asume que está codificado en el modo nativo propio del sistema operativo en el que está corriendo el intérprete. Yo suelo emplear utf-8, una de las maneras de codificar caracteres Unicode, pero Python no tiene forma de saber que mi fichero está empleando ese formato salvo que se lo diga expresamente. El parámetro extra que hemos empleado en open() se ocupa de notificárselo.

Vemos en acción, a continuación, el método readlines() que, como sabemos, rellena una lista en la que cada elemento es una línea del fichero.

Esta es una técnica sencilla que debe figurar en tu repertorio para procesar ficheros de texto:

1) Abre el fichero en modo lectura.
2) Carga su contenido en una lista.
3) Cierra el fichero.
4) Procesa la lista con el contenido del fichero.
5) Abre el fichero en modo escritura (destruyendo el anterior).
6) Vuelca la lista procesada al fichero con el método writelines().
7) Cierra el fichero.

En este ejemplo no serán necesarios los tres pasos últimos, pues no vamos a modificar el fichero. Más adelante contruiremos otros programas sencillos que requerirán las siete etapas.

Una advertencia importante: esta técnica no es más que eso, una técnica. Existen otras formas de trabajar con ficheros de texto, como veremos, que serán más adecuadas que esta en determinadas ocasiones. La presentada aquí tiene una limitación: todo el contenido del fichero se vuelca en memoria. Si la memoria de la que dispone Python es inferior al tamaño del fichero el programa no funcionará.

No uses este método para ficheros muy grandes. En estos casos es preferible que la recuperación del archivo se realice en bloques controlados, liberando la memoria cada vez que se cargue un nuevo bloque tras su proceso.

Cerramos el fichero tan pronto hemos terminado con él. No necesitaremos acceder nuevamente a él.

Para elegir un número de línea al azar, primero debemos saber cuántas líneas hay. Como cada elemento de la lista contiene una única línea, el total de elementos será el total de líneas:

len(tareas)

Hay que elegir una de ellas: la primera en la lista tiene por índice cero, por lo que la última tendrá por índice el total de elementos de la lista menos 1:

len(tareas) - 1

Para elegir un entero al azar entre cero y len(tareas) – 1, usamos la función randint() indicando esos extremos como parámetros:

random.randint(0, len(tareas) - 1)

Recuperamos, entonces, el elemento de la lista que tiene ese índice elegido al azar:

tarea_aleatoria = tareas[random.randint(0, len(tareas) - 1)]

Esa sería la línea buscada, si no fuera porque podría suceder que se tratara de una línea en blanco. En ese caso, habría que buscar la inmediatamente superior que no lo esté.

Pero, ¿qué caracteriza una línea en blanco?

El único contenido que tiene una línea en blanco es el cambio de línea \n. Con esto, el siguiente bucle while comprueba que la línea no esté en blanco y, si lo está, trata de recuperar el elemento anterior hasta que encuentre una línea que no lo esté:

while tarea_aleatoria == '\n':
    tarea_aleatoria = tareas[random.randint(0, len(tareas) - 1) - 1]

Una vez localizada, la imprimimos y misión cumplida:

print(tarea_aleatoria)

Te dejo el código completo del programa:

# Productividad aleatoria ponderada

import random

fichero = open('tareas.txt', encoding = 'utf-8')
tareas = fichero.readlines()
fichero.close()

tarea_aleatoria = tareas[random.randint(0, len(tareas) - 1)]

while tarea_aleatoria == '\n':
    tarea_aleatoria = tareas[random.randint(0, len(tareas) - 1) - 1]

print(tarea_aleatoria)

Javier Montero Gabarró


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Polifacetismo y productividad

Si eres una persona polifacética, hay una máxima con la que seguro habrás tenido que lidiar en ocasiones: quien mucho abarca poco aprieta. Puedes aceptar el mensaje negativo y limitante o puedes, simplemente, ignorarlo por ridículo.

¿Qué significa «abarcar»? ¿Qué es «apretar»? ¿Quién decide cuánto estás apretando? ¿Tú mismo o quizás los demás?

Si basas el concepto de ti mismo en la opinión de los demás, permíteme dudar de que seas alguien verdaderamente polifacético.

El polifacetismo es una forma de vida que requiere coherencia con nuestros anhelos más profundos y un conocimiento muy claro de nuestros valores y prioridades. ¿Quién puede conocerlos mejor que nosotros mismos para permitirse el lujo de juzgarnos?

Se dice de este tipo de personas que tienen dispersas y poco claras sus prioridades, cuando la realidad suele ser precisamente lo contrario. Detrás de cada polifacético hay alguien que vive el presente intensamente, siendo su prioridad máxima extraer la mayor cantidad de jugo a ese instante efímero. Y es tal la energía que son capaces de volcar en ese momento presente que la consecución de objetivos medibles, inherentes a la propia actividad, suele ser algo que cae por su propio peso, aunque no sea ese su leit motiv.

Existen distintos modos de polifacetismo dependiendo de la frecuencia con la que varía el foco principal de interés. En un extremo está el que se dedica en cuerpo y alma durante meses, o incluso años, a una determinada actividad; hasta que llega el día en que es sustituida por otra completamente distinta, haciendo que aquella espere turno pacientemente a que la pasión vuelva a recuperarla al primer plano. En el lado contrario está el que es capaz de desplazar el foco varias veces en el mismo día sin que se resienta un ápice el nivel de compromiso. No es nada sencillo lograr una abstracción completa ni realizar la transferencia de pasión de un campo a otro en tan corto espacio de tiempo. En sucesivos artículos mostrare algunas técnicas que ayudarán a lograrlo.

Un polifacético viaja donde la pasión le lleva. Es tan vasto el campo del conocimiento y tan breve la vida que es difícil resistirse a la tentación de querer probar cada fruta de ese campo.

¿Y tú, te consideras una persona polifacética? Seguro que lo eres aunque no te lo creas. Pregúntate cuáles son tus inquietudes y descubre tus múltiples facetas. Y ten el valor de experimentarlas sin miedo y con libertad, ajeno a cualquier juicio de valor, procedente de ti o de cualquier otro.

Déjate enamorar; solo entonces serás un verdadero polifacético.

Javier Montero Gabarró


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El método de los 1000 maestros

Ya sabes que tengo devoción por los libros. No me refiero únicamente a las novelas o la poesía, capaces de emocionarme, trasladarme a otros mundos y hacerme vivir mil vidas. Hablo también de los libros de enseñanza pura y dura, en los que se concentra, en tan poco espacio físico, una impresionante cantidad de sabiduría y experiencia del ser humano.

Se me van los ojos detrás de los libros de Matemáticas, Historia, Filosofía, Programación de ordenadores, Biología, e incluso Papiroflexia o Mecánica del automóvil.

Si fuera inmortal profundizaría en todo y dedicaría varios centenares de años a cada rama del saber. Pero la vida es un chupito, y aunque sé que nunca llegaré a profundizar en nada, tal vez por esa insignificancia pongo toda mi pasión en todo lo que aprendo y hago.

Siempre digo que cada libro es un maestro. Encerrado bajo la apariencia de un paralelepípedo rectangular se halla la figura de su autor, deseando hablarte y contarte todo lo que sabe en cuanto abres el libro por cualquiera de sus páginas. Es como el genio de la lámpara, deseoso de ayudarte a satisfacer tus deseos más profundos.

El Método de los 1000 maestros, que te propongo ahora, está inspirado en esa asociación libro – maestro.

Comienza eligiendo un libro. Tómate todo el tiempo que necesites para realizar la elección. Considera uno que conecte con tus objetivos más íntimos, uno que de verdad pueda transformar y hacer mejor tu vida.

Ese libro será tu maestro.

Ahora toma tu agenda o tu aplicación de calendario preferida y planifica una cita para las clases particulares que recibirás de ese peculiar maestro octoédrico. Hazlo del mismo modo que harías con una academia de inglés o de clases de guitarra.

Decide la periodicidad: ¿una vez a la semana?, ¿dos?, ¿todos los días?, ¿cada quince días? Mantén los pies en el suelo: es mejor siempre ir de menos a más, comenzando por una planificación mínima, que siempre se podrá expandir, que pecar por exceso con una planificación insostenible.

Decide también la hora de los encuentros. No sirve decir, «los martes y jueves». Concreta también la hora de la cita, al igual que clase de inglés en la academia. Mucho mejor es decir «martes y jueves de 6 a 7 de la tarde». Eso hará que fortalezcas tu compromiso con la tarea y hagas que tu mente sepa que está ante algo verdaderamente importante.

Llegado el momento de la clase, debes mantener una actitud muy especial. No se trata de que simplemente te pongas a leer el libro. Debes mantener una lectura activa, crítica, muy cuidadosa y lo suficientemente lenta. Exprime cada párrafo que leas y cuestiona continuamente su contenido. Registra en un cuaderno todo tipo de dudas o puntos que te gustaría aclarar mejor. Serán los deberes que te habrá encomendado tu peculiar profesor y tu misión será tenerlos listos antes de la próxima sesión.

Otro punto importante que debes tener presente es que un libro nunca se acaba. Si llegas al final, simplemente recomienza. Te darás cuenta de que se producen nuevas conexiones entre los conocimientos y que el puzzle comienza de verdad a tomar forma.

Por ese mismo motivo, tampoco es necesaria una lectura lineal del libro. Permítete la libertad de decidir cuál es el orden más adecuado para ti. Yo, por ejemplo, suelo leer muy supercialmente cada capítulo en la primera lectura, saltando incluso páginas enteras. De este modo, prefiero esbozar el mapa global del bosque antes de comenzar a profundizar en áreas más concretas.

Cuando el libro esté, con el tiempo, más y más exprimido, puedes disminuir la periodicidad de tus encuentros con él, de modo que su relectura te sirva, fundamentalmente, para mantener los conceptos frescos en tu memoria.

Cuando lo consideres necesario, puedes retirar el libro de tu planificación, del mismo modo que cancelarías tus clase de inglés o de guitarra. Ten claras siempre tus prioridades y no dudes en mantener una actitud dinámica y flexible.

De acuerdo a tus posibilidades, en tu agenda podrán figurar programadas clases con diferentes profesores. Recuerda siempre, ante todo, no planificar más que lo que de verdad puedas llevar adelante.

Estás ante profesores de excepción que quieren transmitirte el fruto de su experiencia y de mucho trabajo personal. Si no eres capaz de considerarte realmente afortunado por tener el lujo de que te enseñen algo tan valioso, es mucho mejor que te borres de la clase y dejes sitio a otras que de verdad te hagan sentir esa emoción.

No puedo escribir más. Lo siento, debo dejarte: tengo clase a la una…

Javier Montero Gabarró


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Devoción por los libros

Recuerdo que, leyendo a Mortadelo y Filemón en mi adolescencia, me encontré una serie de viñetas en las que aparecía Mortadelo con un libro recién adquirido sobre hipnosis. Dedicado en cuerpo y alma a su lectura, completamente concentrado en la tarea, iba recorriendo una a una todas las páginas (que debían de ser por lo menos mil, por lo voluminoso del tocho), robándole tiempo incluso al sueño hasta que, exhausto, lo devora de pe a pa. Se nos muestra entonces, con los nuevos conocimientos adquiridos, a un poderoso Mortadelo que logra que todas las personas a su alrededor hagan cuanto él desea bajo los efectos de la hipnosis.

Los libros tienen ese fascinante poder que a menudo ignoramos: pueden cambiar nuestras vidas si somos capaces de escuchar todo lo que nos quieren decir.

En el pequeño volumen que encierra un libro puede hallarse la posibilidad de tener o cambiar trabajo, de aprobar una oposición, de ver el mundo con otros ojos…

Siempre he tenido una pasión enfermiza por los libros. Cuando, de estudiante, quedaba con mis amigos del club de ajedrez para juntarnos a tomar patatas bravas y jugar al tute subastado en alguna tasca, recuerdo que no había fin de semana que no saliera con mi libro de Electromagnetismo bajo el brazo. Entre patata y patata, entre subasta y subasta, siempre había segundos valiosos para paladear la lectura de algún párrafo.

Y no cuento otras cosas porque me daría verdadera vergüenza hacerlo…

Cuando tu mirada se pose accidentalmente sobre algún libro, en tu casa o en el escaparate de cualquier librería, párate a pensar por unos segundos cuánto podría cambiar tu vida si fueras capaz de aprender todo lo que hay escrito en su interior. Yo siento vértigo cada vez que lo hago.

Cuando sostengas un libro entre tus manos, permítete soñar e e imagínate transformado por su poder realizando cosas sorprendentes que quizás jamás hubieras pensado que podrías lograr.

Cada libro es una invitación a ser diferentes. Como sucedió con Mortadelo, pueden hacer que la siguiente viñeta de tu vida sea mágica.

Javier Montero Gabarró


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Imprescindible: un esquematizador (outliner) de dos paneles

Voy a presentarte hoy otra meta-herramienta (herramienta para hacer herramientas) que sin duda te puede ayudar a ser más productivo: el esquematizador (outliner) de dos paneles.

Comencemos explicando qué significa esto.

Un esquematizador, en inglés outliner, no es más que un programa que puede gestionar listas de elementos multinivel. Es decir, a partir cualquier elemento de la lista puedes abrir nuevas sublistas de cuyos elementos pueden colgar, a su vez, otras nuevas y así sucesivamente.

La siguiente imagen ilustra una lista multinivel.

Un outliner que gestione simplemente listas multinivel ya es de por sí una herramienta fabulosa. Podemos utilizarlo para crear listas de cualquier tipo y profundidad: tareas pendientes, proyectos, objetivos, apuntes…

Si además contamos con un segundo panel que pueda servirnos para adjuntar texto descriptivo a cualquier elemento de la lista, tendremos entonces la meta-herramienta perfecta.

Observa, en las dos figuras siguientes como el contenido del segundo panel cambia según el elemento seleccionado en el primero:

Yo tengo numerosos outliners en mi colección de software imprescindible, algunos de ellos más especializados en labores concretas como MyLifeOrganized (para gestión de tareas), del que ya hablé en el siguiente artículo.

Pero quiero mostrarte otro que también me acompaña todos los días y que utilizo en numerosos proyectos: Keynote NF.

Una pequeña delicia de software que puede cambiar drásticamente tu vida, te lo aseguro. Además, te encantará su precio: absolutamente gratis.

A título de ejemplo, voy a enseñarte uno de los usos que le doy a Keynote NF: la organización de los artículos que publico en el blog.

Observa la siguiente imagen (haz clic sobre ella si necesitas ampliarla):

En el panel de la izquierda tengo una lista multinivel en la que organizo los artículos por año, mes y día de publicación. En el panel de la derecha está cada contenido publicado en el blog.

Puedes apreciar, además, una serie de pestañas en las que mantengo estructuras semejantes para el mantenimiento de borradores de artículos aún en desarrollo, la organización por categorías o las tareas administrativas pendientes.

Desde luego, esto no es más que un uso particular, pero seguro que se te ocurren los tuyos propios.

May muchos outliners de dos paneles. Sólo tienes que realizar una búsqueda en Google para encontrar decenas de ellos, de todos los colores y precios.

Keynote NF es uno entre esos muchos. Si quieres probarlo, puedes descargarlo en el siguiente enlace.

Lo quieras o no, asegúrate de tener siempre un esquematizador a tu alcance. Es la ley del 80/20: un 20% de tus herramientas son las responsables del 80% de tus éxitos.

Javier Montero Gabarró


Imprescindible: un esquematizador (outliner) de dos paneles


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