10Km City Run RFEA Sevilla 2014

Sevilla - Street Run - SmallUna carrera especial que cada año espero con ilusión. El circuito anteriormente denominado Divina Pastora cambia de patrocinadores y ahora es 10Km City Run, haciendo escala en ciudades como Sevilla, Madrid (23/3), Oviedo (30/3), Valladolid (27/4), Mataró (31/5), Palma de Mallorca (7/6), Albacete (14/6) y Valencia (29/6).

Es especial por diversos motivos. Por un lado, es la carrera con la que abro oficialmente la temporada cada año, en un momento del invierno en el que en Sevilla ya casi huele a primavera. El recorrido es todo un lujo: comienza y termina el el Parque de María Luisa, bordeando completamente el centro histórico de la ciudad. Por si fuera poco, el trazado es completamente llano lo que, unido a la suave temperatura, hace que se junten las condiciones propicias para todos aquellos que deseen batir su marca personal en esta distancia.

Según la organización, el número de inscritos ha sido 1200, lo que me resulta quizás bajo comparándolo con otras ediciones anteriores. Posiblemente los doce euros de inscripción hayan echado atrás a más de uno. O tal vez tampoco haya hecho demasiada gracia tener que desplazarse hasta Mairena del Aljarafe para recoger el dorsal (encareciendo más el asunto). ¿Quién dice que correr es un deporte barato? Echad cuentas de lo que os podéis gastar al año en carreras, por no hablar, por supuesto, de la equipación.

Para plantear la carrera recurro, como hago habitualmente, al Virtual Partner de mi ForeRunner, que he puesto a correr a 5:30/Km. Mi objetivo es dejarlo atrás, aunque sólo sea por un metro, lo que me garantiza terminar la carrera en menos de 55 minutos. Ese ha sido el objetivo.

Salgo muy fuerte (subjetivamente hablando, desde luego), a 4:50/Km (esto sí es objetivo), dejando entre mi compañero virtual y yo una separación de un centenar de metros en muy poco tiempo. Esto es psicológicamente importante para mí. Me gusta tener margen suficiente entre ambos desde el primer momento. Si en algún momento las cosas se ponen mal, siempre puedo devolver algo de la ventaja adquirida.

Freno un poco, pero no tanto para dejar de ir siempre ganando metros. Activo el modo Sufrimiento ON. El resto es una cuestión de paciencia, dejando que los minutos y los kilómetros vayan sucediéndose uno tras otro.

Es curioso este deporte. Sufrimos desde el momento que salimos hasta que llegamos a la meta. Dejar de hacerlo sería tan sencillo como bajar el ritmo. Bastaría emplear un minuto más en cada kilómetro y garantizaríamos una carrera cómoda. Pero no es una opción; simplemente, no podemos. Activamos el piloto automático y aceptamos con resignación el sufrimiento constante. A nuestro ritmo, seamos corredores de 3:30 o de 6, pero siempre sufrimos.

Concluyo la carrera dejando a mi rival virtual a más de 400 metros tras de mí, lo que me ha supuesto finalizar en un tiempo oficial de 52′ 58″, a un ritmo medio de 5:15/Km. El GPS marcó los diez kilómetros en 52’30», por lo que, para él, la distancia recorrida ha excedido los 10Km en casi un centenar de metros más.

Objetivo cumplido. Marca que ya me garantiza un cajoncito cómodo (sub 55′) en la última carrera del año, la San Silvestre vallecana (otros 20 euros del ala). Corremos juntos un buen número de amigos y familiares, de modo que nos instalamos en el cajón correspondiente al peor tiempo de todos. Ahora les tocará a los demás ponerse las pilas. Lástima que por poco podría haber conseguido el derecho a la pulsera sub 52′. En cualquier caso, el resultado ha sido fantástico, logrando ampliamente el objetivo buscado.

Próxima carrera popular: Nervión – San Pablo, la primera del circuito del IMD en Sevilla. Nos vemos allí, a seguir sufriendo, cada uno a nuestro propio ritmo.

Javier Montero Gabarró


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San Silvestre Vallecana – Madrid 2012

pulpiSi preguntas a un grupo de corredores por qué corren obtendrás todo un variopinto conjunto de respuestas que podrías clasificar atendiendo a su componentes física, psicológica o espiritual.

En mi caso particular, una de las principales razones por las que lo hago es, sin duda, que siempre me supone un reto difícil. No importa si entreno varias veces a la semana: abordo cada entrenamiento como si fuese siempre la primera vez que corro y no hay día que no concluya con la fascinante sensación de victoria que supone lograr algo que uno considera extraordinario.

Cada entrenamiento y, en mayor escala, cada carrera, es una victoria frente a nuestros miedos. Es navegar en la cresta de la ola, sentir el pulso de la vida.

No voy a entretenerme con muchos detalles. El jueves 27, a 4 días de la carrera, caí enfermo. El viernes comencé un tratamiento con antibióticos, analgésicos y antipiréticos. El domingo 30, a un día de la carrera, estuve en un hospital de urgencias haciéndome pruebas en un estado físico lamentable, empeorado por varias noches sin dormir.

Ese mismo día anuncié con tristeza que no estaba en condiciones de participar en la carrera y que renunciaba a correr. Mi hermana, que iba a hacer de la San Silvestre su primera popular, me dijo que le entregase las prendas para el guardarropa, por si cambiaba de opinión. No lo hice.

Al día siguiente, 31 de diciembre, a pocas horas de la carrera, le pedí a mi madre que me entregara la bolsa del corredor que me habían recogido. Ahí estaban mi camiseta dorsal, el chip y la pulsera que me acreditaba para salir en el cajetín sub 55′.

No puedo explicar lo que sentí. Sólo sé que, en ese preciso instante, decidí que, al menos durante las horas previas y posteriores a la carrera, dejaría de estar enfermo.

No me importó estar falto de sueño, débil y atiborrado de antibióticos, ni el frío que haría en Madrid por la noche, ni que anunciaran lluvia durante la carrera, ni la huelga de metro que complicaría el regreso a casa después. Correría y punto.

Tomamos el cercanías y recogimos a un amigo de mi hermana que, como ella, se estrenaba en la carrera. En Nuevos Ministerios dejamos el tren y nos dirigimos al Santiago Bernabeú. En vez de colocarme en el cajetín sub 55′, opté por acompañar a los debutantes y nos situamos al final del todo, en la zona destinada a los corredores sin marca. Mi hermana tenía la posibilidad de colocarse en un box especial para mujeres (novedad de esta edición) que salía a las 18.00, pero prefirió el último para no dejar solo a su compañero.

Para no enfriarme en exceso en meta, me quité el chandal y lo metí en una mochila con la que correría a la espalda toda la carrera.

A las 18:15 sonó el disparo de salida de la cuarta oleada e iniciamos el ascenso por Concha Espina. Mi temor, sin haber calentado y sin haber tanteado mi forma física, era no tener fuerzas suficientes y quedarme ahí mismo. Pero una vez superada la primera cuesta me di cuenta de que estaba bien y no iba a tener problemas. Me situé justo detrás de mi hermana y su amigo y dejé que ellos marcaran el ritmo. Después de todo era su carrera y la primera vez que se enfrentaban a 10 kilómetros seguidos. A mí me bastaba con finalizar sano y salvo.

Una carrera muy suave (imposible correr con tanta gente), a un ritmo perfecto para disfrutar del ambiente festivo. Nos topamos con corredores disfrazados de piezas del Tetris, otros cargando entre varios una supuesta caja enorme conteniendo material radiactivo (así los 10 km), muchas batas blancas reivindicando una sanidad pública, un corredor con un jamón a la espalda y otros tantos que ahora mismo no recuerdo.

Los continuos esfuerzos de mi hermana por ir adelantando posiciones entre la densa multitud apenas nos permitían arañar unos segundos en el cómputo global. Aún así hubo algún que otro kilómetro en el que pudimos estirar las piernas a gusto con ritmos sobre los 5:30/Km.

La temida cuesta de la Avenida de la Albufera, que el año pasado remonté con sufrimiento, me resultó tremendamente fácil y breve. Nada más terminar el ascenso y doblar a la derecha nos encontramos con un tapón que nos obligó a estar parados un poco.

En una hora y siete minutos justos cruzamos los tres la línea de meta con las manos cogidas y alzadas en un gesto triunfal.

Para mí fue mi compromiso de seguir dando el callo incluso cuando las cosas se ponen feas, de asumir las dos caras de la moneda que presenta la vida y de luchar contra la adversidad cuando toca hacerlo, de no rendirme nunca mientras me quede algo de aliento.

Fueron más de 40000 historias de triunfo en la fría noche de Madrid. Más de 40000 respuestas a la pregunta del comienzo.

¿Cuál es la tuya?

Javier Montero Gabarró


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Carrera Popular Macarena 2012 – Sevilla

Suena el despertador a las siete de la mañana y, sin cuestionármelo siquiera, pese a ser domingo, me incorporo con el mismo gesto rutinario de cada día. Me aseo, me visto y desayuno.

Mi atuendo es distinto al del resto de la semana. Llevo un pantalón de deporte corto, una camiseta y unas zapatillas deportivas. A las nueve y media dará comienzo la penúltima prueba del ciclo de carreras populares del IMD 2012, dedicada esta vez al distrito Macarena.

Lo que me resulta llamativo es lo rutinario del acto. Recuerdo el torrente de emociones previas a las primeras carreras. Me resultaba difícil conciliar el sueño por los nervios e incluso tenía pesadillas relacionadas con ellas. No he perdido un ápice de ilusión en todo este tiempo, pero la experiencia te hace vivir las cosas de otro modo.

El día anterior, lo típico ante este tipo de eventos. Por la mañana un entrenamiento suave en el gimnasio y 16 km de bicicleta para tonificar músculos y dejar el sistema cardiovascular preparado. He comprobado que un ejercicio aeróbico moderado el día previo a la carrera mejora mi rendimiento después.

Un buen plato de espaguetis para llenar los depósitos de glucógeno es algo que también me funciona, lo tengo más que demostrado. Diez kilómetros es una distancia lo suficientemente respetable como para no olvidar salir con las baterías completamente cargadas.

Para preparar el corazón para esfuerzos bruscos, nada mejor que una película de terror por la tarde, así que me fui al cine a ver Paranormal Activity 4, repleta de sobresaltos taquicárdicos que te hacen salir con el doble de canas que cuando entraste.

Es broma, naturalmente. La elección de esa película fue algo completamente circunstancial.

Por la noche, la pasta que sobró del mediodía y a descansar (relativamente temprano para ser sábado).

De modo que, fresco como una rosa, me coloco el dorsal (el mismo para todo el circuito popular del IMD), me echo crema protectora para el sol y antes de las ocho y media ya estoy dirigiéndome en bicicleta al Parque de Miraflores, lugar donde iniciará y concluirá la carrera.

Ya están colocados los pivotes que delimitan el trayecto y me llama la atención encontrarme con el cartel del kilómetro dos en la Carretera de Carmona, cuando supuestamente le correspondería uno propio del tramo final. Deduzco que el sentido de la carrera se ha invertido respecto al del año anterior.

Amarro la bicicleta a una señal de tráfico junto al parque y me pongo a calentar trotando con suavidad. En mis primeras carreras era algo reacio a «desperdiciar» energía calentando, temeroso de que pudiera necesitarla después, cuando precisamente ocurre justo lo contrario: no sólo te ayuda a prevenir lesiones, sino que además pone a tono tus sistemas energéticos.

Configuro a mi compañero virtual para que corra a 6’/Km (es decir, 10Km en una hora). Bastante conservador, pero lo considero apropiado y acorde con la intensidad y frecuencia de mis actuales entrenamientos. Mi objetivo, como siempre, será terminar por delante de él, aunque sólo sea un metro (al final, le sacaría 650 metros).

En efecto, tal como intuí, salimos directamente hacia la Carretera de Carmona, recorriendo el circuito en dirección contraria.

Me siento cómodo al ritmo que llevo. No voy a todo gas, pero sensiblemente más rápido que los 6’/Km a los que programé el GPS. No sé exactamente a cuánto voy, pues he elegido una visualización en la que únicamente figura la distancia que le saco al compañero virtual, que no hace otra cosa que aumentar durante toda la carrera.

No sólo estamos yendo en sentido contrario. Además, el trayecto es diferente. En el kilómetro 5’5, aproximadamente, volvemos a entrar en el parque, en el que recorreríamos los 4’5 Km restantes.

Entro en meta en 54:59, sobrado de energía, y con el convencimiento de que podría haber apretado si me lo hubiera propuesto.

Pero no había necesidad de dejarme la piel. ¿Acaso no he cumplido con mi objetivo sobradamente?

9.810 metros; 54:59; 5:36/Km

Javier Montero Gabarró


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XXIV Carrera Nocturna del Guadalquivir – 2012 Sevilla

Fiel a mi cita con el destino, acudí una vez más a la gran carrera multitudinaria sevillana. Más de quince mil corredores con dorsal, más un buen número incontable sin él, nos juntamos en una noche ideal.

Hay veces en las que uno hace las cosas con una especie de piloto automático, un programa que dirige nuestras acciones y que, aunque seamos consciente de él, no podemos modificar su curso.

Es lo que me sucede con esta carrera. Me daba igual que la noche amenazara lluvia o el estado físico en que me pudiera encontrar. Correría y punto.

Lo he dicho muchas veces: la Nocturna del Guadalquivir, junto a la San Silvestre vallecana en Madrid, fueron los motivantes que me empujaron a correr. Volver a estar en ellas reafirma mi compromiso.

No me gusta utilizar el coche en la ciudad, pero opté por cogerlo para desplazarme hasta el estadio olímpico, lugar en el que finalizaría la prueba. No me resultaba atractiva la idea de andar tres kilómetros de vuelta a casa después de doce corriendo. El año anterior lo hice así y me supuso una tiritera tremenda por enfriamiento.

En el camino hacia el punto de salida escuché a un veterano en estas lides transmitiendo su experiencia a otros más jóvenes que lo acompañaban. Contaba que había participado en todas las ediciones de esta carrera y que en la primera de ellas, hace ya veinticuatro años, apenas se registraron algo más de un centenar de participantes.

Al rato oí que alguien me llamaba: era José Luis «JLRodriguez», compañero de desventuras en el foro de atletismo con el que compartí el año pasado la salida en la nocturna. Le acompañaba Javier «alavejezviruelas», otro forero con el que he trabado conversación en ocasiones, pero que no tenía el placer de conocer en persona. Le pedimos a otro amable corredor que nos echara una foto para inmortalizar el momento.

Llevaba meses desconectado del foro, así que me puse al día de sus planes y progresos individuales. Mi tocayo se estaba preparando para su debut en breve en una maratón. Decía que esta sería su última participación en la nocturna, pues en un acontecimiento con tanta participación resultaba complicado calentar adecuadamente, con el consiguiente riesgo de lesión.

Decía, con razón, que no solo los músculos, tendones y articulaciones de las piernas debían calentar bien. Era importante que el corazón (otro músculo) no fuera sometido a un incremento brusco en sus pulsaciones. Un calentamiento suave era la mejor manera de prepararlo para el esfuerzo posterior.

Programé a ForeRundy, mi reloj deportivo, para que como mínimo me llevara a meta a un ritmo de 6:30 /Km. Lo había decidido así hace ya un par de semanas: quería una carrera orientada fundamentalmente al disfrute y sin grandes esfuerzos físicos. Era un ritmo más lento incluso que el que sigo habitualmente en los entrenamientos (entre 6:00 y 6:15), y bastante distante del que mantengo en competición (entre 5:10 y 5:30), pero quería terminar la carrera con muy buenas sensaciones.

A las diez de la noche, aproximadamente, dio comienzo de la carrera y me despedí de mis compañeros para que se dejaran la piel en ella (con excelente resultado, como luego pude comprobar).

Al momento supe que 6:30 iba a ser demasiado lento y rectifiqué la estrategia para correr a 6 minutos por kilómetro, lo que me situaría en meta en algo más de una hora. Solo por debajo de ese ritmo comienzo a tener sensación de sufrimiento, pero con él me parece que podría estar corriendo horas y horas sin detenerme.

Durante todo el trayecto estuve muy concentrado. En un momento dado escuché a alguien decir que ya llevábamos 7 Km. Se me había hecho tremendamente corto y la sensación era la misma que si hubiera empezado a correr. Normalmente, en competición, suele ser a partir de este punto cuando activo el modo SUFRIMIENTO ON, corriendo en agonía el resto de la prueba. Pero esta vez, a ese ritmo tranquilo, me daba la sensación de estar paseando.

El momento visual más impactante fue el paso por el túnel de la calle Arjona, completamente iluminado y mostrando una masa multicolor impresionante de corredores. Me arrepentí de no sacar el móvil y grabar un vídeo. Fue en su salida, tras la cuesta arriba, el único momento de sofoco, pero en pocos segundos logré recuperar el equilibrio mantenido hasta entonces.

Una vez cruzamos el puente de la Barqueta, el par de kilómetros restantes me resultaron cortos también; el año anterior me parecieron eternos.

Entramos en el estadio olímpico por el túnel norte y completamos una vuelta a la pista de atletismo, donde alcancé la meta en una hora y nueve minutos, para una distancia total, según mi reloj, de 11.260 metros, a los que habría que añadir otros 200 o 400 más en los que el GPS perdió la conexión dentro del túnel.

Con excelentes sensaciones físicas, pero triste. Porque todo llega y todo se acaba en la vida, como si una parte de mi quisiera aún seguir en la carrera, con el reloj detenido y atrapado para siempre en el kilómetro siete.

Javier Montero Gabarró


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Carrera Popular Sur 2012 – Sevilla

Tercera carrera del circuito de barrios organizado por el IMD en Sevilla. Tras las primeras, dedicadas a San Pablo – Nervión y a Triana-Los Remedios, le ha tocado esta vez el turno al distrito Sur.

No he tenido clara mi participación hasta el último momento. Un desafortunado mal paso esta semana, mientras caminaba por la calle, hizo que se me torciese un tobillo. Pensé que todo quedaría en un susto, pero al día siguiente el dolor era evidente simplemente andando. Afortunadamente, ayer cesaron las molestias y decidí darme una oportunidad e intentar participar en la popular.

La prueba de fuego ha sido durante los minutos de calentamiento que he pasado dando vueltas a la plaza de España, lugar de inicio de la carrera. Si notaba el más mínimo dolor en el tobillo no me situaría en línea de salida.

Pero no fue así, de modo que programé prudentemente a ForeRundy a 5:45 el kilómetro y a las 9:30 de la mañana, aproximadamente, me eché a correr tras el pistoletazo de salida.

La organización nos había advertido por megafonía del cuello de botella que se formaría para abandonar el parque de María Luisa, por lo que mi «compañero virtual» pronto se alzaría con una ventaja de 80 metros.

Mi estrategia sería correr lo sufientemente rápido para ir reduciendo esa distancia muy paulatinamente, sin prisa, aunque tardara varios kilómetros en hacerlo, como así sucedió.

Llegué a sacarle una ventaja máxima de unos 100 metros en la carretera de Su Eminencia, muy cerca ya del estadio del Betis. Desde ese momento, en la avenida de Las Palmeras, devolví parte de la ventaja para dejarla, finalmente, en unos 40 metros a mi favor.

Un termómetro, ya en el último cuarto tramo de la carrera, indicaba una temperatura maravillosa de 25 grados. Recordé como, el año pasado, en la misma prueba, el termómetro nos ofrecía 31 insufribles grados.

Entré en meta, de acuerdo a los resultados publicados oficialmente, en 55′ 48″. El GPS midió 9’81 Km, lo que me ha otorgado un ritmo medio de 5:41/Km.

Endorfinas para la mente, como diría mi amigo Santi, con el que la temporada pasada compartí muchísimos kilómetros en carreras por Sevilla y Cádiz. Hoy, tras varios meses apartado del mundillo por una tendinitis, ha hecho su reaparición magistral.

La siguiente prueba del IMD no será hasta finales de septiembre, con la famosa nocturna del Guadalquivir. Comenzamos ahora unos meses en los que, como todos los de por aquí saben, es prácticamente imposible correr, aunque no descarto hacerlo quizás en sitios más frescos…

Será por opciones.

Javier Montero Gabarró


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Carrera Popular Nervión 2012

Con algo de retraso respecto a otras ediciones, iniciamos finalmente el ciclo de carreras populares que organiza el IMD en Sevilla. La gran novedad este año ha sido que las inscripciones han dejado de ser gratuitas, algo que no ha estado exento de polémica entre todos los aficionados a este deporte. Hay que reconocer, no obstante, que los precios son «populares»: veinte euros por el derecho a participar en todo el circuito, lo que incluye las 5 carreras de los distritos del IMD más la nocturna del Guadalquivir. Además, en el momento de recoger tu dorsal te hacen entrega de una bolsa de corredor con cuatro camisetas y una gorra. También existe la modalidad de pago por carrera individual (5 euros), pero a poco que quieras participar en unas cuantas te sale rentable el paquete completo. Y eso sin contar con la molestia de tener que recoger el dorsal para cada carrera, algo que no sucede si optas por el circuito completo, pues es el mismo para toda la temporada.

La verdad es que, de todas las carreras en las que he participado, las del IMD han sido las únicas por las que no he pagado dinero. Sin ir más lejos, correr en la San Silvestre vallecana me costó 19 euros; por participar en Divina Pastora pagué aproximadamente la mitad.

En cualquier caso, la tasa de participación ha sido excelente, aunque también es cierto que me he encontrado a gente corriendo sin dorsal.

Una mañana muy soleada, algo calurosa, pero sin el viento de todos estos días pasados. Todo perfecto para un placentero domingo deportivo.

Mi estrategia ha sido simple, no perseguía otro objetivo salvo disfrutar, apretando en la medida de lo posible, pero sin llegar a cansarme. Desde el aspecto más competitivo, tampoco se trataba de una prueba oficial. De hecho, la distancia ha sido sólo de 9100 metros.

Así que programo a ForeRundy a 5:45, como en Divina Pastora. Salgo muy bien y muy suelto. A veces creo que, como estoy corriendo con un pantalón corto que es la mínima expresión (en los entrenamientos suelo hacerlo con chandal), llevar tan poca tela sobre las piernas me hace dar una zancada más alegre. La cuestión es que los primeros kilómetros debí rodar en torno a 5′ /Km, o poco más.

Llegado el primer puesto de avituallamiento, al comprobar que lo había dejado atrás, di media vuelta y me dirigí a recoger la botella, algo que no debí hacer, pues supuso un punto de inflexión que me rompió la concentración y el ritmo excelente que mantenía. Además, si hubiera aguantado 10 metros, me hubiese encontrado con otra tanda de botellas más adelante.

El punto más duro, sin duda, el puente de la carretera de Carmona. Definitivamente, las cuestas no son lo mío y a la carrera de hoy no le han faltado unas cuantas.

Así que 9120 metros, según mi GPS, en 49′, lo que resulta en un ritmo medio de 5:22 /Km.

Se me ha hecho cortita y con ganas de más. Se ha notado ese kilómetro de menos. En compensación, la próxima excederá ampliamente los 10K.

Nos vemos el 13 de mayo en Triana…

Javier Montero Gabarró


Carrera Popular Nervión 2012


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Circuito Divina Pastora 2012 – Sevilla — Mejor marca personal

Este año, la edición sevillana del circuito Divina Pastora se ha adelantado respecto a las populares que organiza el IMD, que hasta el 22 de abril no iniciarán su andadura.

La carrera de hoy era una cita obligada. No sólo es la única prueba de 10K entre las que se celebran por aquí que está homologada por la federación de atletismo, sino que supuso mi mejor marca personal del año pasado en la distancia (54′ 10″, marca que me sirvió después para acreditar el cajetín sub55′ en la San Silvestre vallecana). Tengo el recuerdo de una organización excelente, un ambiente trepidante y un recorrido precioso bordeando el centro histórico sevillano. Y como no, compartiendo kilómetros con Fermín Cacho y Pentinel (con los que estuve, además, entrenando el día anterior a la prueba). Este año hemos contado con la participación estelar, además de Fermín, de Marta Domínguez, que justo ayer pulverizaba su marca de 10K en Laredo.

Llego 45 minutos antes de la salida al parque de María Luisa, desde donde comenzará y concluirá la carrera. Aparco la bicicleta y dejo mi ropa en el guardarropa. Es una mañana fresquita perfecta para correr.

Mi gran duda es a qué ritmo configuraré la liebre virtual del Forerunner para que tire de mí. Barajo tres posibilidades:

– 6’/Km, ritmo típico de mis entrenamientos.
– 5:45/Km, ritmo de los entrenamientos más exigentes
– 5:20, ritmo para intentar batir mi mejor marca personal

No termino de decidirme, por lo que aplazo la decisión hasta después del calentamiento en forma de unas cuantas vueltas alrededor de la Plaza de España.

Opto, finalmente, por configurar a ForeRundy a 5:45/Km, con lo que llegaría a meta en un máximo de 57 minutos y medio. Mi objetivo sería el de siempre, dejar atrás a FR tanto como me sea posible, pero con un compromiso adicional: no devolvería ni un solo metro de los ganados, es decir, mi ritmo instantáneo, en el peor de los casos, sería de 5:45/Km. En otras ocasiones me he permitido devolver metros con tal de no comprometer el objetivo final, pero esta vez no lo haría.

Arranco fuerte pero con excelentes sensaciones. He preferido dejar la cinta del pulsómetro en casa para no tener referencia de pulso cardíaco. Tampoco sé a qué ritmo ruedo: sólo utilizo una pantalla en la que se ve a mi compañero virtual y la distancia que nos separa en cada momento.

Se suceden los kilómetros y la distancia que le saco a ForeRundy se va contando en centenares de metros. Tan sólo en un momento me cuestiono si tal vez estoy rodando demasiado fuerte, pues hay un instante, antes de la mitad del recorrido, en el que me siento desfallecer y me veo obligado a disminuir algo la velocidad. Pero en poco segundos vuelvo a sentirme fuerte, recupero la concentración y aprieto otra vez.

Entro en meta en 52′ 23″, según el tiempo oficial. A mi compañero virtual le he sacado 900 metros y he pulverizado mi mejor marca personal en casi dos minutos.

He rodado 10 kilómetros a una media de 5:14/Km, algo que jamás habría imaginado ni en mis mejores pronósticos.

Contento y entero, ¿qué más se puede pedir?

Ahora, mientras llega la siguiente, retomar mis entrenamientos pacientes y lentos que tanto placer me dan.

Javier Montero Gabarró


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XXIII Carrera Nocturna del Guadalquivir

Si un evento deportivo ha contribuido de manera decisiva a que correr sea mi actividad deportiva favorita, no ha sido otro sino la carrera nocturna que cada año se celebra en Sevilla.

Cuando se celebró el año pasado, aún no sabía lo que era ser capaz de aguantar corriendo más de diez minutos. Imaginarme a 20.000 personas recorriendo 12 Km, distancia que, por entonces, me parecía sobrehumana, instaló en mi mente una visión poderosa que ha desembocado en la pasión que hoy siento por este deporte.

Muchos conocidos estuvieron en aquella carrera: amigos, compañeros del trabajo. Hasta Vitor, el batería de mi grupo musical, se dejó la piel ahí aquel día.

A esa imagen poderosa se le añadiría, poco después, la visualización mental de la San Silvestre vallecana, que se celebra el último día del año en Madrid.

Con todo este arsenal de objetivos motivadores en mi mente, a mediados de febrero completé mi primera carrera popular en Sevilla, superando una distancia de 10 Km. A razón de una cada dos semanas, iría añadiendo otras tantas hasta prácticamente iniciado el verano.

El 31 de julio me lesioné después de completar un entrenamiento de 21 Km. Tras un mes completamente en el dique seco, fui retomando gradualmente la práctica, pero empezando absolutamente de cero.

Comencé corriendo tres minutos. A la semana los subí a 5 y poco a poco fui incrementando el tiempo. Justo hace una semana mis entrenamientos eran ya de 15 minutos.

Y ese era el dilema entonces: en esa situación, ¿debía correr los doce kilómetros de la nocturna del día 30?

En un principio, con mucho dolor en el alma y no tanto en el pie, descarté mi participación, aunque ya me había ocupado de inscribirme por lo que pudiera suceder.

El miércoles pasado, al ir al gimnasio a entrenar, mis pies, gobernados por el subconsciente, me llevaron hasta el estadio olímpico, sin que pudiera hacer nada por detenerlos. Allí recogí el dorsal.

Ese mismo día realicé un último entrenamiento de veinte minutos.

La decisión estaba tomada: participaría en la Nocturna del Guadalquivir. Pero no arriesgaría más que lo necesario para poder completar los 12 Km. Rodaría muy lento, a una velocidad de 8 Km/h, lo que me llevaría, aproximadamente hora y media corriendo.

Unas horas antes del comienzo, sentí miedo. No eran nervios, sino miedo de romperme. Pero la suerte estaba echada y no había opción posible.

A las ocho de la tarde recibo una llamada de José Luis, uno de los compañeros del foro de atletismo, que ya había llegado de Huelva y estaba ansioso esperando en la entrada. Quedamos en vernos en un rato, lo que tardase en llegar andando desde mi casa.

Ya doblando por la escuela de ingenieros hacia el punto de encuentro me vuelve a llamar. Lo localizo con facilidad y nos dirigimos hacia la salida. Hemos llegado pronto y aún no hay demasiada gente (la salida será a las 22:05).

Es su primera popular y se nota que está nervioso. Trato de tranquilizarlo desde la experiencia de quien se siente ya algo veterano en estas lides. Le hablo del efecto dorsal y le garantizo que irá más rápido de lo que pensaba hacerlo.

La multitud atrás de nosotros ya es una inmensidad. Me llama Manoli, que viene de Dos Hermanas, para intentar quedar con nosotros. Pero ya es prácticamente imposible.

Arranco el GPS y, tras varios minutos localizando satélites, se vuelve a apagar. Me acordé de mi cuñado, que hace una semana en Madrid desconectó el equipo mientras cargaba porque le hacía falta para enchufar su portátil, diciéndome que la pantalla indicaba que la carga estaba completa.

Salimos 5 minutos después de la salida controlada (los que van a por marca y están acreditados a hacerlo).

José Luis se lanza buscando su carrera y ahí me despido de él.

No tengo ninguna referencia de velocidad más que mi propia sensación. Pero, en una carrera, donde otros muchos corren a tu lado, es algo difícil de determinar.

Tras siglos corriendo veo el globo del kilómetro tres. Me digo: «Paciencia, Javier, esto va a ser largo».

Pasamos los barrios de Triana y Los Remedios. La masa humana es increíble. Por muy lejos que trato de ver hacia adelante y atrás sólo veo gente y más gente apiñada.

Esto no se parece a nada de lo anteriormente experimentado. Es impresionante.

A la altura de la Torre del Oro escucho, a mi lado, a unos corredores diciendo: «6:10; si somos capaces de mantener este ritmo podríamos estar corriendo otros 10 kilómetros más si hiciera falta».

Pasado el puente de Triana nos encontramos con el avituallamiento. Agua bendita.

Pasado el kilómetro siete noto que mis fuerzas se acaban. El pie está en perfectas condiciones, pero mi fondo físico no tanto. Es increíble cuánto se pierde cuando uno deja de entrenar con asiduidad.

No me preocupa porque sé de sobra que terminaré la carrera (para mí, psicológicamente acaban tan pronto supero el punto medio; el resto es inercia e ir descontando, uno tras uno, kilómetros).

Pongo en ON el Modo Sufrimiento y me dejo llevar por mis piernas como alma en pena, sin pensar.

Pero por un lado me alegro. Ese sufrimiento es el que purifica mi alma. Ahora es una tortura, pero al día siguiente será puramente anecdótico.

Y realmente necesitaba sufrir así…

Ya estoy cruzando el puente de la Barqueta. Mi ritmo ha empeorado algo. No tengo ni idea cuánto porque no tengo referencia temporal. Pero ahí sigo.

Pasamos el kilómetro 10. Últimos dos kilómetros hacia la meta.

La entrada en el estadio olímpico me resulta agónica. El túnel, infinito. El griterío ensordecedor de la gente resonando en el pasadizo me aturde.

Entramos, finalmente, en el estadio. La imagen que aún impregna mis retinas difícilmente la podré olvidar. Esa masa humana impresionante corriendo y la tremenda ovación del público.

Damos una vuelta a la pista y entramos en meta. El reloj de la organización marca 1 hora, 24 minutos y 30 segundos.

Si le descontamos los 5 minutos que nos retuvieron hasta que concluyó la salida controlada, supone que estuve corriendo en torno a 1 hora y 19 minutos, lo que implica una velocidad media algo superior a 9 Km/h. Un poco más rápido del planteamiento que había diseñado para no forzar el pie, aunque bien está lo que bien termina.

Lo peor fue una vez concluyó la carrera: inmerso en la masa humana, todos apelotonados caminando despacio hacia la zona de entrega de la bolsa del corredor, sentí un bajón tremendo y temí perder el sentido en cualquier momento. Cuando abandonamos el túnel y salimos al aire fresco empecé a sentirme mejor.

Hablé con Manoli y con José Luis, que me hicieron partícipe de sus respectivos grandes éxitos. Enhorabuena a esos dos pedazo de campeones.

Eché de menos a muchísimos otros compis de carrera con los que he compartido muchos kilómetros este año como Santi (si lees esto, espero que puedas darnos pronto buenas noticias), Danae, Marcos, Jesús, Alpigra (y algún que otro más que me dejo) y que, cada uno por sus razones, no han podido estar presentes. Y eché de menos a tantos otros, que en su mayoría no conozco, con los que me encantaría compartir kilometraje (espero que otro año os animéis, aunque tengáis que acudir desde la otra punta de España).

Me sentía realmente agotado. Recogí los generosos regalos (camiseta, pantalón de deporte, medalla, agua, barrita y dos pines), me cambié de camiseta y me puse inmediatamente a andar los kilómetros de vuelta a mi casa.

Cansado, pero más feliz que unas ascuas.

En casa, tras la ducha, me entró una tiritera tremenda y me di cuenta de que tenía fiebre. Me tomé un paracetamol y me acosté.

Y hoy, más fresco que una rosa. Agujetas en los cuádriceps y una ampolla en el pulgar del pie izquierdo, pero tremendamente satisfecho de haber vivido una experiencia única (23.000 participantes, según me enteré hoy) y haber cumplido uno de mis grandes sueños como corredor.

Javier Montero


http://elclubdelautodidacta.es/wp/2011/10/xxiii-carrera-nocturna-del-guadalquivir/

XXV Carrera Popular Este

Esta es la crónica de la «XXV Carrera Popular Este», inscrita en el marco de carreras populares que organiza el Instituto Municipal de Deportes de Sevilla, tal y como Rundy la publicó en el Foro de Atletismo (www.forodeatletismo.com) el mismo día de la prueba.

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Domingo, 6 de marzo de 2011

Por fin llegó el día esperado. Santidecai y yo tenemos una cita con el destino en forma de carrera popular, la segunda de la temporada.

A diferencia de la vez anterior, en la carrera popular Macarena, hace dos semanas, ayer no me atiborré a palomitas ni a coca cola. Me recogí en casa y sólo estuve fuera un par de horas durante la mañana para hacer algo de deporte en el gimnasio.

A última hora del día, preparo todo: camiseta, mallas, gps, pañuelos de papel, pulsómetro, calcetines, visera, DNI, móvil, dinero, etc…, de modo que no deje nada olvidado y pueda salir sin prisas de casa.

A las 23:30 estaba ya en la cama, con el despertador programado a las 6:30 de la mañana.

En esta ocasión no me pasé la noche entera corriendo, al menos, pero fue mucho peor…

Estuve la noche entera buscando un aparcamiento para el coche lo más cerca posible del lugar de la carrera y di vueltas y vueltas y me fue absolutamente imposible aparcar. La carrera iba a comenzar y yo sin lograr desembarazarme del coche.

En eso me desperté: tres y cuarto de la madrugada y los ojos como platos.

No sé cuánto tardé en dormirme de nuevo, pero estimo que, al menos, fue hora y media.

La cuestión es que, a las seis y media en punto suena, sin compasión alguna, el despertador. Horror.

Me planto bajo la ducha caliente hasta que, más o menos, consigo despertarme y darle algo de ánimo al cuerpo.

Mucho mejor.

Me preparo un zumo de naranja, una tostada con jamón york y un vaso de leche. Me pongo mi ropa de carreras ultrasónica y me lanzo a la calle.

Naturalmente, después de la pesadilla de anoche, ni me planteo coger el coche. Tomo un taxi que me deja en el parque Amate.

Busco el guardarropa y deposito el cortavientos y me quedo solo con una camiseta fina.

Doy un par de vueltas a un campo de fútbol y me pongo a calentar.

Entonces me encuentro a Santi. Temía no encontrármelo si se colocaba pronto en la fila de salida.

Más de 3000 participantes. Nos situamos cerca del final, no tenemos necesidad de pelearnos por las marcas.

Programo a ForeRundy para que tire de nosotros a 6′ /Km, que es el objetivo previsto. Nuestra estrategia es muy sencilla: bastará con llegar a meta un metro antes que ForeRundy para haber logrado el objetivo. Somos conscientes de que, mientras el pelotón se dispersa, no podremos rodar a nuestro ritmo y nos sacará mucha ventaja. La clave consistirá en no agobiarse y no tener prisa en alcanzarlo, son muchos kilómetros los que hay por delante. Una vez alcanzado, aumentaremos la distancia que nos separa de él a un ritmo cómodo para, finalmente, si llegara el caso, devolvérsela controladamente si nos viéramos escasos de energía.

Comienza el show.

Tapón, naturalmente. Imagino que esto debe de ser la tónica general en este tipo de eventos. Como era previsible, ForeRundy nos saca una ventaja del copón.

Pero no tenemos prisa, ya caerá… Aprovechamos para ir calentando con cuidado.

Encontramos, al fin, un ritmo cómodo, ya sub 6. Es cuestión de tiempo que pillemos a nuestra liebre virtual. Las matemáticas no fallan.

Pasamos por el primer puesto de avituallamiento. No necesito agua, pues llevo una en mi mano desde el mismo comienzo de la carrera y voy bebiendo a buches con periodicidad.

Primera cuesta. Santi me da consejos de como superarla con éxito, manteniendo el ritmo de piernas pero acortando la zancada.

Lo malo es que perdemos parte de la distancia que ya habíamos recuperado a nuestra liebre.

Al fin llega el gran momento. Próximos ya al kilómetro 4, alcanzamos a ForeRundy, lo que significa que, en ese preciso momento, nuestra media ya es 6’/Km, contando con eso todo el tiempo perdido en el tapón. Le damos una colleja al pasar.

El pelotón se va diluyendo y nos es más fácil realizar los adelantamientos, uno tras otro. Apenas nos adelanta gente.

Y seguimos aumentando la distancia de separación. Esto va viento en popa.

Como a ForeRundy lo llevamos detrás de nosotros ya, para no tener que estar cada dos por tres girando la cabeza para ver por dónde anda, optamos por seguir a una liebre «curvilínea», de carne y hueso, que va delante de nosotros, justo a nuestro ritmo.

Segunda cuesta. No nos supone apenas esfuerzo y apenas nos vemos obligados a reducir el ritmo.

Entramos en el parque dispuestos a acometer los kilómetros finales en su interior. Nuestra sugerente liebre se ha quedado atrás ya, que se le va a hacer.

Más o menos, a un kilómetro de la meta, me pregunta Santi si no me importa si aprieta dejándose el resto. Le contesto que por supuesto que no, que faltaría más, que le pegue fuerte. Yo prefiero mantener el ritmo. El objetivo está ya prácticamente logrado y no siento necesidad de esprintar.

Así que, ahí va Santi adelantando gente sin compasión alguna. Yo me mantengo y sigo incrementando la separación con ForeRundy.

Entro en meta en 57′ 16″. Le he sacado a la liebre virtual más de doscientos metros (in crescendo, no ha habido necesidad de «devolver» ni un solo metro).

Termino pletórico y sin sensación de cansancio alguno. Todo un triunfo y el fruto de muchos días de esfuerzo.

Recogemos las bolsas de regalo y nos tomamos la cerveza isotónica que nos ofrecen.

Denominación: XXV Carrera Popular Este
Exigencia: 5
Hora de inicio: 9:29
Distancia recorrida: 9,76 Km
Tiempo empleado: 56′ 42 » (tiempo oficial)
Ritmo medio: 5:52 /Km
Velocidad media: 10’2 Km/h
Consumo energético: 788 Kcal
FC Media: 162
FC Máxima: 169

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Un gran progreso teniendo en cuenta que no hace dos meses aún desde que me calcé las zapatillas por primera vez para lanzarme a correr sobre el asfalto.

Próxima prueba: la carrera popular Nervión, el 20 de marzo.

XXVIII Carrera Popular Macarena

Acabo de perder la virginidad. Me he metido p’al cuerpo mi primera carrera popular.

Retrocedamos hasta la tarde del sábado…

Para relajarme, me voy al cine a ver «El cisne negro», me pongo hasta el culo de palomitas (con la de sal que tiene eso) y me trinco una coca cola de esas enormes que te ponen con ellas. Me parece que no es lo más adecuado si uno tiene que patearse 10 km al día siguiente, pero en fin…

En casa me ceno unos macarrones y a las once y algo ya estoy en el catre.

Una noche horrible, apenas he pegado ojo. No sé si serían los nervios de la prueba, la coca cola o qué, pero a las dos me he desvelado. He tardado varias horas en dormirme de nuevo. Y ahora la pesadilla:

He soñado que estaba corriendo en una competición.

El sueño no tiene desperdicio: cuando llevo varios kilómetros me encuentro que hay que hacer una serie de test mentales y problemas. Me parece extraño, pero empiezo a resolverlos. Al rato, alguien me dice: «oye, que esto no es obligatorio, puedes seguir corriendo». Cielo santo, pienso, me habrán pasado todos. Me pongo a correr de nuevo, pero esta vez en dirección contraria, pues quiero comprobar por dónde va el coche escoba. Cuando al fin lo veo, me pongo contento, doy la vuelta y sigo corriendo ya en el sentido de la marcha.

En un momento dado, llego a una avenida que cruza perpendicular y le pregunto a uno que dirección tomar, si a la izquierda o la derecha. Me dice que a la izquierda, pero otro se acerca y me dice que no, que han tirado por la derecha. No hay ni Dios en la calle… No sé cómo siguió.

A las 7 en punto de la mañana suena el despertador. Con un aspecto horrible de no haber descansado me meto bajo la ducha a despejarme. Desayuno un zumo de naranja, una tostada y un vaso de leche y me pongo la indumentaria para el asunto: 100% Kalenji del De_cartón, salvo las Mizuno a los pies. Aderezo con un gorro blanco y una braga para el cuello.

Cojo el coche y aparco como puedo en un polígono industrial que está pegado al parque.

La marabunta de gente estirando y trotando como si ya hubiera empezado la carrera. ¡Qué ambientazo!

Me encuentro con un colega del curro que también se ha apuntado.

Caliento dando saltos y estiro un poco. Hace una mañana preciosa que promete ser calurosa.

Colocado ya para el pistoletazo de salida, que estaba previsto a las 9:30.

No sé cuántos miles de personas estábamos allí. Pobre del que pudiera tropezar y caer.

Con algo de retraso comenzamos a arrancar. Un embudo horrible a la salida del parque, la organización ya podría haber sido más hábil en esto.

¡¡¡No pude empezar a correr hasta que no hubieron pasado 4 minutos 20 segundos!!!

Al fin comenzamos a trotar en manada. Poco a poco voy adelantando gente. Estoy rodando entre 5:30 y 5:45 y me noto fantástico, muy suelto de piernas. Será el efecto dorsal famoso o el hecho de estar acompañado por tanta gente, pero la verdad es que uno da más de sí.

Temo no poder sostener esa velocidad y me planteo si debería bajarla, no sea que no pueda cumplir el objetivo de llegar por un mal planteamiento de la carrera. Pero se está tan bien entre la gente que decido mantenerlo.

Cojo una botella de agua en el primero de los puestos de avituallamiento. Echo un trago de mala manera y la sostengo conmigo para el resto de la carrera. Mi corazón está de lleno en zona anaeróbica y se me hace difícil beber así sin aliento que me sobre.

Y sigo adelantando gente. Veo a muchos abandonar, algunos lesionados.

Comenzamos el ascenso a la carretera de Carmona y aparece el indicador de kilómetro 6 poco más adelante. Sigo manteniendo un ritmo intenso (para mí) inferior a los 6 por kilómetro, no doy crédito.

Entramos en el parque de nuevo, donde nos esperan varios kilómetros más de recorrido. Se me empieza a hacer eterno, pero sigo manteniendo mi ritmo.

Una cuesta arriba de nuevo sobre el kilómetro ocho y empieza a venirme el bajón. En un momento dado temo desmayarme si no aflojo. A la vez una sensación de náuseas y unas ganas tremendas de giñar. Es como si el cuerpo decidiera desprenderse de todo como medida extrema.

Me quito la braga del cuello (el gorro me lo quité sobre el kilómetro siete para oxigenarme mejor a través de la cabeza recién rapada), bajo un poco la marcha y las sensaciones agónicas desaparecen, pero soy consciente de que no podré aguantar mucho más así. Afortunadamente, ya veo a lo lejos la línea de meta.

Entro en 57 minutos 37 segundos. Es que ni me lo creo. Unos segundos más y me acerco a uno de los pasillos de entrada donde me leen el código de barras que lleva mi dorsal y dará el tiempo definitivo que se publique en la web.

Me coloco en otro pasillo donde me dan una bolsa con cosas.

¡¡¡Qué subidón!!! Me siento el rey del mambo, la vida es preciosa…

Mal estiro, comparto el triunfo con otros compis del curro que he visto y, visto que no nos dan tickets con nuestra marca (al parecer, otros años lo han hecho), regreso a casa.

Conclusiones:

La organización marcaba una distancia de 9’9 Km. Mi GPS indicaba 9,46 Km.

Salvo los minutos perdidos iniciales, he estado rodando a un ritmo por debajo de los 6′ /Km. Siempre estuve rodando por debajo de 6. El kilómetro del bajón estuve corriendo a 6:02.

Las pulsaciones peor que nunca, completamente anaeróbico, pero más feliz que unas castañuelas. Frecuencia cardiaca media: 161 ppm y frecuencia cardíaca máxima: 175 ppm justo cuando pensé que podría desmayarme y bajé el ritmo.

Y eso es todo!!!!!! Ahora voy a llamar a mi madre y se lo cuento.

Por cierto, hace un día precioso de sol en Sevilla. Me voy a poner hasta el culo de cervezas pero YA!!!!

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