Me gusta clasificar los entrenamientos en función del nivel de exigencia que me suponen:
Nivel 1: Prácticamente ningún esfuerzo.
Nivel 2: Poca exigencia, por debajo de un nivel de trabajo que ya dominamos. Útiles para recuperarnos de sesiones de trabajo duras.
Nivel 3: Entrenamientos de consolidación, de exigencia moderada. Son sesiones en las que se consolida un nivel determinado de trabajo al que ya estamos habituados.
Nivel 4: Entrenamientos de adaptación; son sesiones exigentes en los que el cuerpo está adaptándose a un tipo de práctica que ya ha sido capaz de realizar en algunas ocasiones.
Nivel 5: Exigencia alta; son aquellos en los que aumentamos algún parámetro como la distancia, el tiempo o el ritmo y nos suponen someter al organismo a esfuerzos a los que no está aún acostumbrado.
Una forma prudente de trabajar, por ejemplo, sería esta: si ya estamos realizando entrenamientos en el nivel 3 que ya están consolidados, introducimos eventualmente una nueva vuelta de tuerca aumentando distancia, tiempo o ritmo (nivel 5) a la que tendremos que ir adaptándonos (nivel 4) para finalmente consolidar el entrenamiento (nivel 3). Mientras sucede esto, podemos estar consolidando, a la vez, prácticas que ya tenemos más dominadas.
El nivel 5 implica mayor probabilidad de lesión que los anteriores y debe usarse con mucha precaución. Trabajar sólo en él y someter continuamente al cuerpo a nuevos esfuerzos sin habernos adaptado a ellos y sin haberlos asentado adecuadamente es, con toda certeza, garantía de lesión.