Días monotemáticos para polifacéticos

Todos los polifacéticos intentamos ser lo más productivos posible en cada una de las áreas de nuestro interés. Otra cosa muy distinta es que lo consigamos, algo que depende en buena manera de nuestra capacidad de organización personal.

En Polifacetismo y Productividad hablábamos de distintos tipos de polifacetismo atendiendo a la frecuencia con la que desplazábamos el foco de atención. En mi caso particular, me permito picotear entre varias actividades distintas a lo largo del día. Para no perder el hilo entre sesiones hago uso riguroso de los diarios de acción, además de otras técnicas que me transportan rápidamente al estado mental necesario para poder sacar el mayor provecho posible al tiempo, a menudo breve, que voy a estar inmerso en la actividad.

No obstante, en ocasiones necesito salir de esta pauta de trabajo y acercarme a mis inquietudes de un modo diferente. Dispongo de un amplio abanico de esquemas «regeneradores», como me gusta denominarlos, que refrescan mi motivación y capacidad de rendimiento. Uno de ellos es el de los días monotemáticos.

Los días monotemáticos, tal como el término indica, no son más que días en los que concentramos el foco de interés en una única inquietud.

Eso no significa que sea lo único que hagamos durante el día, por supuesto. Todos tenemos que atender obligaciones inexcusables, también merecedoras de nuestra pasión, que pueden ocuparnos numerosas horas de nuestra jornada diaria. Pero, fuera de lo indiscutible, tenemos capacidad de decisión sobre lo discutible, y es en ese terreno donde somos reyes absolutos de nuestro tiempo.

Un día monotemático se inicia decidiendo, en los primeros compases de la mañana, en qué actividad volcaremos nuestro entusiasmo. La ducha matutina (me levanto cada día a las seis) es un momento ideal para mí, entre sensaciones energizantes y regeneradoras, para confirmar una decisión que probablemente mi subconsciente ya ha tomado. No es algo que deje para el día anterior: con frecuencia, la impregnación monotemática se mantiene hasta el límite entre la vigilia y el sueño (puede que durante él también) y no me gusta interrumpirla. De hecho, ¿quién no ha experimentado la aparición de una idea creativa o la resolución de un problema complejo en este estado de semiconsciencia que precede al sueño?

Tampoco acostumbro a planificarla con antelación: escribir que dentro de cinco días me centraré en la organización del blog, el sexto a la producción musical y el séptimo a programar en Python hace que el método se vuelva poco efectivo al perder la bondad de la espontaneidad y la improvisación. Con los días monotemáticos pretendemos una reconexión con nuestras pasiones y un mejor conocimiento de nuestras prioridades. Por eso decía antes que poco más que tenemos que confirmar algo que en el fondo ya sabemos. La fría planificación anticipada no tiene en cuenta la parte sumergida del iceberg.

Una vez elegida tu inquietud del día (o, más bien, una vez la inquietud te ha elegido), haz que transpire por todos tus poros. Por un día olvídate de que eres polifacético y dedícale todo tu amor con jurada fidelidad. No permitas que ninguna otra faceta te hable, al menos hasta la ducha del día siguiente.

Si el compromiso y la conexión son los adecuados probablemente descubras que estás siendo productivo incluso en el tiempo inicialmente no previsto para la actividad, como aquel que clasificamos para las obligaciones inexcusables. Y es que, al igual que somos un 60% agua, así nuestro tiempo es mucho más líquido de lo que creemos y podemos sacar mucho jugo al exprimirlo. No menosprecies el tiempo que dedicamos a pensar en algo, incluso aunque ese algo sea una guitarra que hasta dentro de nueve horas no tendrás en tus manos. Recuerdo haber esbozado el núcleo de una canción durante una sesión de running por el parque.

No todos los días monotemáticos resultarán igual de productivos, por supuesto. Puede que, dadas las circunstancias concretas del día, incluso no aparenten haberlo sido en absoluto. Eso no debe preocuparte lo más mínimo: volverá a amanecer a la mañana siguiente y la opción de repetir menú siempre estará disponible.

Quizás descubras que lo que te apetece es repetir y repetir la misma pasión un día tras otro, asemejándote por una temporada al polifacético que es capaz de dedicar largos períodos de tiempo a una actividad exclusiva para luego abandonarla e iniciar algo completamente diferente. ¿Por qué no?

Lo realmente sorprendente es que, una vez hemos instalado el estado mental de producción monotemática, lo mucho que podemos lograr en un aparentemente simple y cotidiano día. Desde aprender un lenguaje de programación o una nueva pieza musical, leer un libro entero o escribir una canción. O, por lo menos, obtener importantes avances en cualquier área de nuestro interés.

¿Cuánto tiempo mantener tus días monotemáticos? Mi respuesta es la misma para cualquier técnica de productividad o método de organización personal: mientras funcione. Tan pronto empieces a percibir que no obtienes los resultados deseados sabrás que habrá el llegado el momento de que ese agente poderoso que es el cambio vuelva a entrar en acción.

Javier Montero Gabarró


Días monotemáticos para polifacéticos


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Armonización de la escala menor melódica

Objetivo: deducir los acordes tríadas y tétradas que aparecen al armonizar la escala menor melódica.

Continuando la serie de artículos dedicada a la armonización de escalas menores, vamos a entretenernos hoy construyendo los acordes propios de la escala menor melódica. Como resultado obtendremos acordes nuevos, no presentes al armonizar la menor natural, que enriquecerán nuestras posibilidades a la hora de componer en tonalidades menores.

De modo que coge lápiz y papel; te invito a realizar juntos este sencillo ejercicio.

Partimos de la escala menor melódica, también conocida como menor de jazz por su amplia utilización (juntos a sus modos) en este género.

Menor melódica: 1 – 2 – b3 – 4 – 5 – 6 – 7

Como ves, es parecida a la escala mayor, con la salvedad de que el tercer grado (el que identifica si una escala es mayor o menor) está reducido un semitono, formando una tercera menor con la tónica.

Para nuestro cálculo elegiremos Do menor melódica, extrapolando después las conclusiones obtenidas al resto de las tonalidades.

Do menor melódica: C – D – Eb – F – G – A – B

Al igual que hicimos armonizando otras escalas, apilaremos terceras sucesivas y trataremos de identificar los acordes resultantes.

Calcular terceras es contar de tres en tres incluyendo la primera también. Comencemos por las tríadas:

Tríada sobre C: C – Eb – G
Tríada sobre D: D – F – A
Tríada sobre Eb: Eb – G – B
Tríada sobre F: F – A – C
Tríada sobre G: G – B – D
Tríada sobre A: A – C – Eb
Tríada sobre B: B – D – F

Nombremos los acordes resultantes aplicando lo que sabemos sobre tríadas:

Mayor: Tercera mayor (4 semitonos) + Tercera menor (3 semitonos)
Menor: Tercera menor + Tercera mayor
Disminuida: Tercera menor + Tercera menor
Aumentada: Tercera mayor + Tercera mayor

Por ejemplo, sobre C (C – Eb – G), la distancia entre C y Eb es de 3 seminonos (tercera menor); la distancia entre Eb y G es de 4 semitonos (tercera mayor). De modo que la tríada resultante, una tercera menor más otra mayor, determina un acorde menor, Do menor (Cm).

Repetimos esta operación en los seis restantes acordes, obteniendo:

C – Eb – G: Tercera menor + Tercera mayor: Do menor: Cm
D – F – A: Tercera menor + Tercera mayor: Re menor: Dm
Eb – G – B: Tercera mayor + Tercera mayor: Mib aumentado: Eb+
F – A – C: Tercera mayor + Tercera menor: Fa mayor: F
G – B – D: Tercera mayor + Tercera menor: Sol mayor: G
A – C – Eb: Tercera menor + Tercera menor: La disminuido: A°
B – D – F: Tercera menor + Tercera menor: Si disminuido: B°

Ya tenemos las tríadas buscadas, resultado de armonizar la escala Do menor melódica:

Cm – Dm – Eb+ – F – G – A° – B°

Generalizando sobre cualquier tonalidad, regresando a la fórmula de la escala menor melódica y añadiendo el tipo de acorde obtenido sobre cada grado:

Im – IIm – bIII+ – IV – V – VI° – VII°

Para calcular la versión tétrada, agregamos una tercera más a las que ya teníamos:

Tétrada sobre C: C – Eb – G – B
Tétrada sobre D: D – F – A – C
Tétrada sobre Eb: Eb – G – B – D
Tétrada sobre F: F – A – C – Eb
Tétrada sobre G: G – B – D – F
Tétrada sobre A: A – C – Eb – G
Tétrada sobre B: B – D – F – A

Podemos nombrar las tétradas analizando, como hicimos con las tríadas, el tipo de terceras que las forman, pero el método más rápido de hacerlo pasa por identificar el tipo de séptima. Para ello, contamos los semitonos que la separan de la fundamental del acorde una octava más arriba:

1 semitono: séptima mayor, acorde maj7
2 semitonos: séptima menor, acorde 7
3 semitonos: séptima disminuida, acorde dim7

Por ejemplo, en la tétrada sobre C (C – Eb – G – B), la distancia entre la séptima (B) y la fundamental (C), es de un semitono, de modo que la séptima es mayor. Si a la tríada obtenida (Cm), le agregamos una séptima mayor obtenemos la tétrada Cm(maj7), que se lee como «Do menor séptima mayor».

Procedemos de igual modo con los demás:

C – Eb – G – B: Cm + séptima mayor: Cm(maj7)
D – F – A – C: Dm + séptima menor: Dm7
Eb – G – B – D: Eb+ + séptima mayor: Eb+(maj7) (Mi bemol aumentado séptima mayor)
F – A – C – Eb: F + séptima menor: F7
G – B – D – F: G + séptima menor: G7
A – C – Eb – G: A° + séptima menor: Am7(b5) (también conocido como La semidisminuido, ya que lo está la quinta, pero no la séptima)
B – D – F – A: B° + séptima menor: Bm7(b5)

En resumen:

Cm(maj7) – Dm7 – Eb+(maj7) – F7 – G7 – Am7(b5) – Bm7(b5)

Generalizando, llegamos a esta interesante disposición de acordes, familia propia de la escala menor melódica:

Im(maj7) – IIm7 – bIII+(maj7) – IV7 – V7 – VIm7(b5) – VIIm7(b5)

Próximamente afrontaremos la armonización de otra gran escala menor, la armónica. Pero, ¿por qué esperar hasta entonces? Inténtalo tú mismo; seguro que eres capaz de lograrlo.

Javier Montero Gabarró


Armonización de la escala menor melódica


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