Un cumpleaños especial

Hoy es mi cumpleaños.

Un cumpleaños es siempre un día especial; o, al menos tratamos de que lo sea. Siempre debemos hacer que nuestros días en el mundo sean especiales y un cumpleaños es una excusa ya perfecta para justificar esa elección durante ese día en concreto.

Saber buscar lo extraordinario en cada día es toda una actitud ante la vida. Es algo que requiere asumir la responsabilidad de nuestras circunstancias y no hacerlas consecuencia de los elementos externos. Es «hacer que las cosas sucedan» antes de esperar a que «vengan a nosotros». Es elegir ser martillo antes que clavo.

Hoy quería hacer algo especial, y qué mejor momento para eso que los primeros compases del día.

Me visto con ropa y calzado deportivos, desayuno frugalmente un quesito y una barrita de cereales y, mientras el GPS se ocupa de buscar satélites en el balcón, aprovecho para estirar un poco.

Salgo de casa a las nueve de la mañana, con el cielo nublado y una temperatura excelente de 23 grados centígrados. Tomo rumbo directo hacia el río y, una vez allí, hacia el final de la dársena, junto al huevo de Colón.

Normalmente, llegar al huevo y regresar a casa me ocupa algo más de una hora, lo cual es perfecto para un entrenamiento típico. Pero hoy quería, como he dicho, hacer algo diferente.

Ritmo muy lento y pulsaciones en torno a 140 ppm, lo que me invita siempre a pensar que así uno podría recorrer perfectamente la distancia de una media maratón. Claro que del dicho al hecho hay un buen trecho de 21 Km. Pero, ¿sería realmente posible?

¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no seguir desde el huevo de Colón hasta la Torre del Oro, regresar nuevamente hasta él y de ahí ya volver a casa? Según mis cálculos eso supondría una distancia de, al menos, 20 Km.

La primera hora fue como un entrenamiento normal. Lo interesante sucedió durante la segunda: las pulsaciones se precipitaron en descenso, registrando entre 133 y 138 ppm a un ritmo decente. Ninguna sobrecarga muscular durante los 120 primeros minutos.

Pero, a partir del kilómetro 16, las sensaciones fueron nefastas. Ya no me quedaba agua y notaba síntomas de deshidratación. Me empezaron a doler músculos, como los glúteos y la planta de los pies, que hasta ahora nunca se habían manifestado en ningún entreno. Las pulsaciones, que hasta ese momento se mantenían perfectamente por debajo de 140 ppm, empezaron a dispararse, llegando a tocar incluso los 150 ppm con el mismo ritmo lento.

Puedo decir, sin lugar a dudas, que los cinco últimos kilómetros han sido los de mayor sufrimiento en toda mi trayectoria como corredor hasta ahora.

Di alguna que otra vuelta por el barrio antes de llegar a casa, hasta completar así 21’1 Km en 2 horas y 45 minutos, con una frecuencia cardíaca media de 140 ppm.

Desde luego que he logrado que el día fuera excepcional, pero hay algo aún más importante.

En fechas características, como el año nuevo, o un cumpleaños, solemos hacer una especie de «borrón y cuenta nueva» con el propósito de eliminar hábitos destructivos y sustituirlos por conductas más positivas. Comenzar el nuevo período con un logro importante puede tener un impacto tremendo en nuestras creencias de autoeficacia: si hemos sido capaces de lograr algo que considerábamos realmente duro y asombroso, ¿no nos parecerá cualquier otra cosa una nimiedad?

Si tenéis ocasión, no desperdiciéis la oportunidad de correr la San Silvestre el 31 de diciembre y empezar el año con buen pie. No es un logro cualquiera, es el último del período que termina y el primero del que empieza. Es el primer gol, y en el primer minuto del partido.

Javier Montero

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