Lecciones de verano

Decidí que la primera actividad del domingo, tras desayunar, sería la sesión de entrenamiento.

Me eché a la calle a las diez en punto con las piernas muy cargadas y agujetosas del machaque del día anterior en el gimnasio.

Forerunner al completo, dispuesto a registrar tanto pulso como distancia y ritmo. Ya se me había olvidado lo que era hacer el tonto en la calle esperando a que el cacharro estuviese bajo el amparo de sus satélites celestiales.

Tardó una barbaridad, desde luego. No sé si fue debido a que estaba en una calle estrecha y eso dificultaba su cobertura. En cualquier caso, no fue tiempo del todo perdido, pues aproveché para realizar varias veces las mismas series de estiramientos.

Cuando los hados se mostraron propicios comencé la sesión, caracterizada por una lucha constante por tratar de alcanzar, no ya mantener, un pulso por debajo de 140 ppm.

Honestamente, puedo decir que perdí la batalla. Hasta bien alcanzado el último tercio de la prueba, no hubo manera alguna de hacer descender el pulso.

¿Por qué? Aventuremos unas hipótesis:

– El calor, que ya a esas horas de la mañana se manifestaba con dureza.
– El cansancio acumulado en las piernas tras las sentadillas del sábado.
– El efecto memoria: el cuerpo recordaba la «alegría» del entrenamiento del viernes y se «negaba» a ir más lento.

Probablemente, un poco de todo.

En el río, me dirigí hacia el Huevo de Colón y crucé el puente nuevo que hay construido en la dársena que comunica los parques de San Jerónimo y el Alamillo.

«¿Por qué no consigo bajar de 141?; más lento no se puede ir», me decía.

Desde luego que se podía. Pero había que darle una patada al orgullo, que pesa mucho. Y eso es lo que hice. Relajé la musculatura al máximo y prácticamente comencé a arrastrarme. Al fin aparecieron los 137 y 138 buscados.

Encontré una fuente en el parque y conseguí rellenar la botella que llevaba conmigo, cuyas últimas gotas de agua caluntarienta habían sido derramadas sobre mi cabeza.

Para compensar la extrema lentitud y aprovechar que al fin me encontraba en la zona deseada, amplié en 10 minutos la tirada.

Hacía tiempo que no recordaba ir tan lento. El verano promete lecciones muy instructivas…

Denominación: 70′ intentando FC [135-149]
Observaciones: hasta el último tercio no encajaron.
FC media = 140 ppm

2 opiniones en “Lecciones de verano”

  1. Efectivamente quizás un poco de todo. Cuando tienes agujetas (microrroturas) del día anterior, lo que suele ocurrir es que haces la primera mitad de lo que te toque dignamente, pero en la segunda mitad te vienes abajo. Mañana será mejor.

  2. Y como las sentadillas las hago a higos brevas, más me castigan aún. Hoy parezco un lisiado cuando me siento. 😀

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